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Los Desafíos que Vienen

El día siguiente comenzó con una calma inusual. Los niños se despertaron temprano, y aunque el sol aún no se alzaba completamente en el cielo, la casa ya estaba llena de risas y murmullos. Felix, mientras preparaba el desayuno, pensaba en todo lo que había sucedido en las últimas semanas. Las palabras del abogado de la familia Kim aún rondaban en su mente, pero intentó no darle demasiada importancia. Sabía que Hyunjin se encargaría de eso como siempre lo hacía, con su naturaleza calculadora y efectiva.

Sin embargo, una sombra se cernía sobre ella: los constantes cambios en el comportamiento de Eunchae seguían siendo una preocupación. Había momentos en los que su hija parecía estar mejor, pero luego los ataques de ansiedad volvían con más fuerza. Felix había decidido hablar con un especialista para entender mejor lo que ocurría, pero aún no había tomado el paso final para pedir ayuda profesional.

Hyunjin, por su parte, parecía estar más preocupado que nunca. A pesar de que siempre estaba al tanto de sus negocios, no podía dejar de mirar con preocupación a Felix cada vez que la veía. La maternidad de ella había comenzado a pasarle factura, aunque ella nunca lo admitiera. Había una presión invisible sobre ella, una que se acumulaba con cada decisión que debía tomar. Y él lo sabía. Sabía que aunque ella era fuerte, no podía soportar todo por sí misma.

Esa mañana, mientras Felix y Hyunjin desayunaban juntos en la mesa, Eunchae apareció en la cocina, todavía algo adormecida pero con una sonrisa tímida.

—¿Mamá, papi? —preguntó, mirando a sus padres con sus grandes ojos.

Felix sonrió suavemente y se acercó a ella para acariciar su cabeza.

—¿Cómo te sientes hoy, mi amor? —preguntó, con una ligera preocupación en su voz.

Eunchae se encogió de hombros, pero luego miró a su madre con una expresión triste.

—A veces siento que mi pecho se aprieta, mamá. Y cuando eso pasa, me da miedo que no pueda respirar —dijo, bajando la cabeza, como si estuviera avergonzada de compartir sus pensamientos.

Felix sintió una ola de compasión y tristeza al mismo tiempo. No era fácil ver a su hija lidiar con algo que aún no comprendía del todo. Aunque había momentos en los que Eunchae parecía estar bien, las sombras del miedo y la ansiedad seguían acechando. Felix sabía que no podía ignorar más esta situación.

Hyunjin, que estaba sentado al otro lado de la mesa, la miró con preocupación, pero en lugar de decir algo, se levantó lentamente y caminó hacia Eunchae. Se agachó a su nivel y le acarició la cabeza con suavidad.

—Escucha, Eunchae —dijo con una voz tranquila, pero firme—, lo que estás sintiendo es normal. A veces, cuando las cosas son demasiado, el cuerpo reacciona de formas raras, pero nosotros siempre estaremos aquí para ayudarte a sentirte mejor. No importa lo que pase, tu mamá y yo te vamos a cuidar.

Felix lo miró con agradecimiento, aliviada por las palabras de su esposo. Aunque a veces Hyunjin no sabía cómo lidiar con las emociones de los niños, siempre encontraba la manera de hacerlos sentir seguros, y eso era algo que ella valoraba profundamente.

Eunchae, aunque aún algo inquieta, asintió lentamente, como si las palabras de su padre le dieran algo de consuelo. Aunque su ansiedad seguía siendo un desafío, en ese momento, se sintió un poco más entendida.

Después de un rato, el día continuó con la normalidad de siempre. Los niños jugaban en el salón mientras Felix y Hyunjin se encargaban de las tareas cotidianas. Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida cuando el teléfono de Felix sonó.

Era un mensaje de Miyeon, la madre de Felix.

Miyeon: "Felix, necesito hablar contigo. Es importante. Por favor, ven a verme."

Felix frunció el ceño al leer el mensaje. No era común que su madre le pidiera que fuera a verla de manera urgente. Algo no estaba bien.

Miró a Hyunjin, quien se dio cuenta al instante de su cambio de expresión.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó él, preocupado.

Felix suspiró y se levantó de la silla.

—Es mi madre. Dice que necesita hablar conmigo, que es importante. No me gusta que me escriba así, siento que algo está ocurriendo.

Hyunjin asintió, su rostro serio.

—Entonces ve. Yo me quedo con los niños. Solo ten cuidado. Si necesitas algo, me avisas, ¿entendido?

Felix le sonrió agradecida, aunque no podía evitar sentirse tensa. Sabía que Miyeon no era alguien que tomara decisiones sin pensar, pero la manera en que le había escrito la dejaba con una sensación extraña. Se dirigió rápidamente hacia su habitación para cambiarse y salir de la casa, mientras Hyunjin se encargaba de calmar a los niños.

El viaje hacia la casa de Miyeon fue rápido, pero la inquietud crecía con cada kilómetro que recorría. Al llegar, fue recibida por su madre, quien la esperaba en la puerta con un rostro que combinaba preocupación y algo de desesperación.

—Felix, ven, tenemos que hablar —dijo Miyeon, tomándola de la mano y conduciéndola al interior de la casa.

Felix frunció el ceño y se sentó en el sofá junto a su madre. Miyeon se quedó en pie frente a ella, respirando hondo antes de hablar.

—Felix, no sé cómo empezar esto, pero... he estado recibiendo algunas amenazas últimamente. No son directas, pero estoy empezando a preocuparme. Alguien está observando nuestra familia, y no es algo que podamos ignorar.

Las palabras de Miyeon dejaron a Felix helada. ¿Quién estaría detrás de eso? ¿Qué querían de ellos?

—¿De qué amenazas hablas, mamá? —preguntó Felix, con la voz entrecortada.

Miyeon la miró fijamente, con una mezcla de miedo y resolución en su mirada.

—No lo sé, pero siento que algo se acerca, y no quiero que estemos en peligro. No quiero que les pase nada a tus hijos, Felix.

Felix se quedó en silencio, asimilando la gravedad de las palabras de su madre. Algo se cernía sobre ellos, y ahora era el momento de tomar una decisión que podría cambiar sus vidas.

LA OBSESIÓN DEL MAFIOSO//hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora