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Horas pasaron como si fueran días. Felix permanecía en la sala de espera, sus ojos hinchados y enrojecidos por el llanto. Cada sonido de pasos o puerta abriéndose la hacía saltar, con la esperanza de que alguien viniera a darle noticias sobre Hyunjin.

Finalmente, un doctor se acercó, con una expresión seria que hizo que el corazón de Felix se detuviera por un instante. Se levantó de un salto, sintiendo cómo sus piernas temblaban.

—¿Hyunjin? —preguntó, con la voz rota.

El doctor suspiró antes de hablar, como si cada palabra pesara una tonelada.

—La cirugía fue complicada, pero logramos estabilizarlo. Está en estado crítico y necesita vigilancia constante. Las próximas 24 horas serán decisivas.

Felix soltó un suspiro entrecortado, una mezcla de alivio y miedo. Se llevó las manos al pecho, como si tratara de contener su corazón roto.

—¿Puedo verlo? —preguntó, con la voz apenas audible.

—Por ahora solo unos minutos —respondió el doctor—. Pero es importante que mantenga la calma.

Felix asintió, limpiando las lágrimas de sus mejillas mientras seguía al doctor por los pasillos hasta la habitación de Hyunjin. Al entrar, la visión de su esposo en la cama, conectado a máquinas y cubierto de vendajes, hizo que el aire se le escapara de los pulmones. Se acercó lentamente y tomó su mano con suavidad.

—Hyunjin... —susurró, mientras las lágrimas volvían a caer—. Por favor, vuelve a mí. Las niñas y yo te necesitamos.

La habitación estaba en silencio, interrumpido solo por el sonido constante de los monitores. Felix se inclinó y besó la frente de Hyunjin, dejando que su llanto silencioso llenara el espacio.

En la casa de los Hwang, Dahye y Miyeon trataban de calmar a las niñas. Ahyeon, con ojos llorosos, miraba a Eunchae, quien aún temblaba en los brazos de su abuela. La noche parecía eterna, marcada por la incertidumbre y el miedo que se apoderaba de todos los corazones.

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Al amanecer del día siguiente, el sol apenas iluminaba la habitación del hospital cuando Felix entró. El corazón le latía con fuerza, una mezcla de alivio por saber que Hyunjin estaba estable y miedo por lo que le esperaba al verlo. Las máquinas emitían un pitido rítmico, y el aire tenía ese inconfundible olor a desinfectante.

Hyunjin estaba allí, con los ojos entreabiertos, observando el techo con una expresión vacía. Cuando Felix se acercó, tomó su mano temblorosa y trató de sonreír, pero la sonrisa se desvaneció al ver que él la miraba con una confusión abrumadora.

—¿Hyunjin? —susurró Felix, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse—. Soy yo, Felix.

Hyunjin frunció el ceño, tratando de enfocar su mirada en el rostro de ella. Un silencio tenso llenó la habitación hasta que, finalmente, él habló con una voz ronca y cansada.

—¿Quién eres? —preguntó, con una sinceridad que hizo que el mundo de Felix se desmoronara en un instante.

Felix sintió cómo su pecho se comprimía hasta hacerle doler. Cada palabra de Hyunjin era como un golpe que la dejaba sin aliento. Se esforzó por mantener la calma, aunque por dentro se sentía como si estuviera cayendo en un abismo.

—Soy Felix... tu esposa —respondió, con la voz quebrada, tratando de mantener la compostura. Las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, silenciosas e implacables.

Hyunjin la miró, desconcertado, como si estuviera tratando de encontrar fragmentos de recuerdos en su mente, pero solo había un vacío.

—Lo siento... —dijo, apartando la mirada—. No lo recuerdo.

Felix sintió que el mundo giraba a su alrededor. Quiso decir algo, explicarle, suplicarle que recordara, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta. Se llevó las manos al rostro, tratando de controlar el temblor que se apoderaba de su cuerpo. Las promesas de que todo estaría bien parecían ahora tan lejanas.

—Está bien... —murmuró, más para convencerse a sí misma que a él—. Lo resolveremos juntos, Hyunjin. No importa cuánto tiempo tome.

Hyunjin volvió a mirarla, esta vez con una mezcla de tristeza y frustración. Parecía percibir el dolor de Felix, aunque no podía entenderlo por completo. Y, aunque su corazón estaba lleno de confusión, una parte de él deseaba poder aferrarse a esa voz quebrada que lo llamaba "amor".

Felix se quedó allí, sosteniendo la mano de Hyunjin y prometiéndose a sí misma que no lo dejaría solo. Aunque el camino por delante estaba lleno de incertidumbre, su amor por él seguía siendo tan fuerte como siempre, y eso sería suficiente para empezar.

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La tensión en la habitación del hospital era palpable. Felix permaneció junto a Hyunjin, sosteniendo su mano, esperando que algún destello de reconocimiento apareciera en sus ojos. Sin embargo, la mirada de él seguía perdida, como si estuviera atrapado en una niebla densa y confusa.

El médico entró, interrumpiendo el silencio, y asintió cortésmente a Felix antes de dirigirse a Hyunjin.

—¿Cómo te sientes hoy, señor Hwang? —preguntó con voz suave, intentando evaluar su estado mental.

Hyunjin parpadeó varias veces antes de responder con un tono apagado:

—Estoy... confundido. No recuerdo muchas cosas. Y ella... —miró de nuevo a Felix, intentando encontrar una respuesta en sus propios pensamientos—. Ella dice que es mi esposa, pero no la recuerdo.

El médico observó a Felix con empatía y luego volvió a mirar a Hyunjin.

—Es normal sentirse así después del trauma que has sufrido. La pérdida de memoria puede ser temporal y, con el tiempo, podríamos recuperar esos recuerdos —explicó, tratando de ofrecer esperanza a ambos.

Felix tomó una respiración profunda, intentando anclar su fortaleza en aquellas palabras. Se acercó un poco más, sus dedos entrelazados con los de Hyunjin, buscando ese vínculo que parecía haber desaparecido.

—Hyunjin, te prometo que no importa cuánto tiempo tome, estaré aquí para ti. Juntos vamos a superar esto —dijo, con una firmeza que enmascaraba su propia fragilidad.

Hyunjin observó su expresión, intentando sentir algo, algún vestigio de la conexión que Felix describía. Pero todo lo que encontraba era un vacío. Asintió lentamente, como si aceptara su oferta de ayuda, aunque por dentro sentía una creciente frustración.

—Gracias —murmuró al fin, desviando la mirada hacia la ventana, donde la luz del día comenzaba a filtrarse con suavidad.

El sonido de pasos pequeños y rápidos rompió la tensión. Eunchae, que había logrado convencer a las abuelas de que la dejaran ver a su padre, se asomó a la puerta. Al ver a Hyunjin despierto, sus ojos brillaron con una mezcla de alegría y alivio.

—¡Papi! —gritó mientras corría hacia la cama, aferrándose a él con la intensidad de alguien que teme perderlo de nuevo.

Hyunjin la miró con sorpresa y, por un momento, la barrera que lo separaba de sus recuerdos se tambaleó. Aunque no sabía por qué, el abrazo de la niña hizo que una lágrima solitaria rodara por su mejilla.

Felix observó la escena, y por primera vez en horas, una chispa de esperanza encendió su corazón.

LA OBSESIÓN DEL MAFIOSO//hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora