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La Recuperación y la Esperanza

La tranquilidad finalmente llegó a la casa Hwang, aunque la sombra de la batalla seguía presente en el aire. El sonido de la ciudad, siempre bullicioso, parecía haberse apaciguado después de la intensa lucha que marcó la noche. Los hombres de los Hwang, aunque victoriosos, estaban exhaustos. La guerra no solo dejó marcas físicas, sino también emocionales. Nadie salía ileso de un enfrentamiento como ese, ni siquiera los más fuertes.

Felix, a pesar de la fatiga que lo había envuelto, no podía dejar de pensar en su familia, en sus hijos, y en lo cerca que habían estado de perderlo todo. Aunque la situación había mejorado, aún había muchas cosas que necesitaban sanar.

Hyunjin entró en la habitación después de haber hablado con sus hombres, su rostro tan serio como siempre, pero con un cansancio evidente. Se acercó a Felix, quien se encontraba sentado en la cama, mirando por la ventana.

—Felix... ¿estás bien? —preguntó con voz suave, sin apartar la vista de él.

Felix, al escuchar su voz, se giró lentamente. Sus ojos reflejaban una mezcla de alivio y preocupación.

—Estoy bien. Pero lo que más me preocupa es lo que hemos perdido en todo esto —respondió con tristeza, mirando hacia el horizonte. La guerra había sido más que solo una pelea física; había sido un golpe a todo lo que habían construido juntos.

Hyunjin se sentó junto a él, tomando sus manos con firmeza. No quería que Felix se sintiera solo, especialmente en momentos como este. Sabía lo que había sufrido, lo que ambos habían vivido en esos días oscuros.

—Lo sé, Felix. Pero lo que importa ahora es que estamos vivos. Y juntos. —Hyunjin le dio un apretón en las manos, dándole la fuerza que tanto necesitaba. —Cada batalla que ganamos, cada cicatriz que tenemos, es un recordatorio de que podemos enfrentarlo todo.

Felix lo miró, sus ojos reflejando gratitud. No había nada que quisiera más que poder cerrar los ojos y descansar, pero no podía. Sabía que aún quedaba trabajo por hacer.

—¿Y los niños? —preguntó Felix, con una preocupación que no podía ocultar.

—Ellos están bien. Ahyeon y Eunchae están en su cuarto, protegidos por los mejores. Y el bebé... —Hyunjin sonrió, dejando que la conversación se tornara un poco más ligera. —No puedo esperar para ver sus caras cuando todo esto termine.

Felix asintió, una sonrisa triste se asomó en sus labios. Pensó en Jiwon, que aún no había nacido, pero cuyo nombre siempre le traía paz. A pesar de las dificultades, este bebé era un símbolo de esperanza, de un futuro mejor, no solo para ellos, sino para toda la familia Hwang.

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La noche pasó lentamente, y la casa finalmente cayó en un sueño inquieto. No había celebración, ni grandes festejos, pero la victoria estaba sellada. Al día siguiente, las cicatrices comenzaban a sanar, tanto en el cuerpo como en el alma.

Felix se despertó temprano, como solía hacerlo, pero esta vez, el día tenía un matiz diferente. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, y el aire parecía estar más claro. Todo parecía haber cambiado después de esa noche de terror, pero lo que más le importaba era saber que su familia estaba a salvo.

Con una sonrisa tranquila, se levantó de la cama y caminó hasta la habitación de los niños. Ahyeon y Eunchae aún dormían, ajenas a la magnitud de lo sucedido, pero pronto aprenderían a entender lo que significaba la paz y la lucha por mantenerla.

Luego, se dirigió a la habitación de Hyunjin, quien ya estaba levantado, con una taza de café en las manos, mirando pensativamente hacia el jardín. Al ver a Felix, su rostro se iluminó.

—Buenos días. ¿Dormiste bien? —preguntó Hyunjin, aunque ya sabía la respuesta. Ambos sabían que la noche había sido difícil para todos.

Felix asintió, pero no dijo nada. En su lugar, se acercó y le dio un suave beso en la mejilla. Había tanto amor en ese gesto, tanto agradecimiento, que Hyunjin no pudo evitar sonreír.

—Gracias por estar siempre a mi lado, Hyunjin. No sé qué hubiera hecho sin ti —murmuró Felix, mirando a los ojos de su pareja.

Hyunjin puso una mano en la espalda de Felix, acariciando suavemente su piel.

—No tienes que agradecerme. Estamos en esto juntos, siempre lo hemos estado, y siempre lo estaremos —respondió Hyunjin, con su voz suave pero llena de una firme convicción.

En ese momento, ambos sabían que las batallas venideras serían muchas, pero por primera vez, no sentían miedo. Juntos, podían enfrentar todo lo que se les presentara. La guerra, las heridas, los sacrificios, todo valdría la pena mientras estuvieran juntos.

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La vida volvió a tomar su curso en la mansión Hwang, aunque las cicatrices de la batalla permanecían. El tiempo se encargó de sanar, y poco a poco, la familia se reconstruyó. Las mujeres trabajaban juntas, organizando la casa, mientras los hombres seguían vigilando los rincones más peligrosos de la ciudad. El equilibrio había sido restaurado, pero todos sabían que la paz era algo frágil.

Felix y Hyunjin, ahora más que nunca, entendieron que la familia era lo único que importaba. Y aunque los desafíos continuaban, sabían que su amor sería la fuerza que los mantendría unidos.

Con el paso de los días, el bebé llegó al mundo, y su nombre, Jiwon, resonó con fuerza, simbolizando la nueva era de la familia Hwang: una era de esperanza, amor y renovación.

LA OBSESIÓN DEL MAFIOSO//hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora