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El Dolor de la Separación

La casa de los Hwang estaba en completo silencio, aunque el aire estaba cargado de tensión. Hyunjin y Felix se habían sumido en una nueva discusión, las palabras lanzadas entre ellos fueron como dagas, cada una más afilada que la anterior. La frustración, el dolor y las viejas heridas que nunca sanaron se desbordaron en gritos y acusaciones.

Felix, herida por las palabras de Hyunjin, se echó atrás, respirando agitadamente. Hyunjin, por su parte, estaba completamente desbordado por la situación. Las palabras de Felix lo habían tocado de una manera que no esperaba, hirieron su alma, y la rabia, junto con la tristeza, lo consumieron por completo. Sin poder soportarlo más, salió de la casa, buscando un respiro, un escape de la tormenta emocional que los había atrapado.

Pero cuando llegó al umbral de la puerta, una pequeña voz lo detuvo en seco.

—No... no otra vez, papi, no te vayas.

Eunchae, con los ojos llenos de lágrimas, corrió hacia su padre. Sus manos temblaban mientras se aferraba al brazo de Hyunjin, y su pequeño cuerpo se estiró en un esfuerzo por alcanzarlo. Hyunjin se detuvo en el umbral, sin poder avanzar ni retroceder, mientras sus propios ojos se llenaban de lágrimas. Miró a su hija, a la niña que tanto amaba, y la desesperación en su pecho creció aún más.

—Eunchae... —murmuró con voz quebrada, mientras sus lágrimas comenzaban a caer sin poder detenerlas. Miró hacia atrás, buscando a Felix, quien no estaba lejos, pero las palabras que había dicho anteriormente se seguían repitiendo en su cabeza. —Amor, de verdad no puedo seguir así... esto me está matando por dentro.

Eunchae, con una fuerza que solo una hija podía tener, no lo soltó.

—Si te vas a ir, llévame contigo... no quiero que te alejes de mí otra vez. —La pequeña gritó entre sollozos, su corazón roto ante la perspectiva de perder a su padre de nuevo. No entendía por qué todo parecía desmoronarse, pero no quería que su familia se separara.

—Papá, no... —susurró, aferrándose con más fuerza a su brazo, mientras sentía el dolor de una posible separación desgarrándole el alma.

En ese momento, Ahyeon, quien había estado observando la escena desde el umbral de la sala, corrió hacia ellos. La niña, sin pensarlo, se plantó frente a ellos, mirando a ambos con una intensidad que solo los niños tienen cuando algo les preocupa profundamente.

—¡Deja de discutir con papá, mami, por favor! —gritó Ahyeon, su voz llena de angustia. —No quiero que se vayan. ¡Por favor! —Sus ojos, grandes y llenos de lágrimas, se clavaron en Felix, pidiéndole, suplicándole que dejara de pelear.

El ambiente en la habitación se volvió aún más tenso, pero en ese momento, el dolor de ver a sus hijas tan desesperadas caló hondo en el corazón de Hyunjin. La rabia y la tristeza seguían latentes en él, pero el sufrimiento de sus hijas, las mismas que habían sido su razón para seguir luchando, lo hicieron detenerse.

Con un profundo suspiro, Hyunjin miró a Felix, buscando una respuesta, una solución a todo el caos que habían creado. Pero las palabras parecían eludirlo, y la única cosa que sentía era un vacío absoluto.

—No quiero irme, pero... no sé cómo continuar así —susurró, su voz apenas un suspiro, mientras observaba a sus hijas aferradas a él.

Felix, de pie en el mismo lugar, escuchaba las palabras de Hyunjin y sentía cómo su propio corazón se desmoronaba al escuchar esa confesión. La situación había llegado a un punto sin retorno, y aunque no quería que él se fuera, no sabía cómo hacer que las heridas sanaran.

Eunchae, al escuchar esas palabras de su padre, sintió que el suelo bajo sus pies se desvanecía. Lo soltó de repente, incapaz de procesar el significado detrás de sus palabras. Antes de que pudiera reaccionar, Hyunjin salió de la casa, sin mirar atrás.

—¡Papi, no, no, no... no te vayas, te necesito! —gritó la pequeña, su voz rompiéndose con cada palabra.

Pero sus súplicas quedaron en vano. La escena que siguió ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Un auto apareció de la nada, y un sonido ensordecedor llenó el aire cuando el vehículo impactó contra Hyunjin. Todo pareció moverse en cámara lenta mientras Eunchae miraba, paralizada por el horror. Sus ojos se agrandaron y el silencio fue roto por el eco de un grito desgarrador.

Felix, al escuchar el impacto y ver lo que había sucedido, sintió que una parte de ella se desmoronaba lentamente. Su corazón latía con fuerza mientras corría hacia la calle, gritando con toda la fuerza que su voz le permitía.

—¡Hyunjin!

Se arrodilló junto a su esposo, temblando mientras sus lágrimas caían sin control sobre su rostro. Hyunjin yacía en el asfalto, su cuerpo inmóvil, y Felix, entre sollozos, trataba de mantener la esperanza viva.

La ambulancia llegó momentos después, sus sirenas rompiendo el tenso silencio que se había apoderado del lugar. Dahye, la madre de Hyunjin, llegó justo a tiempo junto a Miyeon, la madre de Felix. Ambas mujeres se acercaron rápidamente y tomaron a las niñas, consolándolas con abrazos mientras el caos se desarrollaba a su alrededor. Felix, sin soltar la mano de Hyunjin, subió a la ambulancia, con la vista fija en él, rogando en silencio que no la dejara.

Eunchae seguía llorando, su cuerpo sacudido por la ansiedad que la atacaba con más fuerza que nunca. La respiración se le hacía difícil, y pronto las arcadas se hicieron presentes, precediendo al vómito que brotó de su pequeña boca. Ahyeon, quien se había quedado dormida después de tanto llanto, despertó de golpe al escuchar los ruidos de su hermana. Sus ojos, aún hinchados por las lágrimas, se abrieron con preocupación al ver a Eunchae en ese estado.

—¿Eunchae...? —susurró, asustada, mientras se acercaba para intentar consolarla, aunque el miedo en su interior seguía latente.

Dahye y Miyeon se apresuraron a calmar a las niñas, pero el peso de lo ocurrido parecía demasiado para sus pequeños corazones.

Dahye sostuvo a Eunchae en sus brazos, tratando de calmarla mientras la pequeña seguía sollozando, su cuerpo temblando descontroladamente. Miyeon, con Ahyeon en brazos, intentaba mantener la calma, aunque la preocupación y el miedo eran evidentes en sus ojos.

—Todo estará bien, pequeñas, todo estará bien —murmuró Dahye, acariciando el cabello de Eunchae, aunque su propia voz temblaba con cada palabra.

Eunchae, entre jadeos y lágrimas, logró balbucear:

—¿Papi... va a estar bien? —Su voz era apenas un susurro, cargada de miedo y dolor.

Dahye no supo qué responder de inmediato. Se limitó a abrazar a la niña con más fuerza, deseando poder darle una respuesta que aliviara su angustia. Ahyeon, aún en los brazos de Miyeon, miraba a su hermana mayor, incapaz de comprender completamente lo que estaba sucediendo, pero sintiendo el peso de la tristeza en el ambiente.

Mientras tanto, en la ambulancia, Felix sostenía la mano de Hyunjin con fuerza, sus dedos entrelazados como si de esa manera pudiera evitar que él se escapara de su lado. La sangre manchaba su ropa y sus lágrimas caían sin cesar, pero su mente solo repetía una y otra vez: No me dejes, por favor, no me dejes.

La ambulancia llegó al hospital y los paramédicos rápidamente llevaron a Hyunjin a la sala de urgencias. Felix intentó seguirlos, pero una enfermera la detuvo en la puerta.

—Señora, tiene que esperar aquí.

—¡No! ¡Déjenme pasar! ¡Es mi esposo! —gritó Felix, luchando por soltarse, pero la enfermera insistió, tratando de calmarla.

—Haremos todo lo posible por él, pero necesita esperar aquí.

Felix, derrotada, cayó al suelo, sus manos cubriendo su rostro mientras los sollozos sacudían su cuerpo. Se sentía impotente, rota, como si una parte de su alma hubiera sido arrancada en el momento en que vio a Hyunjin caer.

LA OBSESIÓN DEL MAFIOSO//hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora