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Un Nuevo Desafío

El día siguiente comenzó con una sensación de calma inusitada. El sol se filtraba suavemente por la ventana de la habitación de Felix, donde ella despertó temprano, como era costumbre. A su lado, Hyunjin dormía profundamente, su respiración regular y tranquila, pero los pensamientos de Felix no podían descansar con tanta facilidad.

Se levantó cuidadosamente para no despertarlo, y salió al salón donde los niños estaban comenzando a despertarse también. Ahyeon, como siempre, la primera en saltar de la cama, corrió hacia su madre con una gran sonrisa en su rostro.

-¡Buenos días, mamá! -gritó Ahyeon, abrazándola con fuerza.

Felix sonrió y le acarició la cabeza, sintiendo una mezcla de ternura y preocupación por lo que se avecinaba. Aunque el día se presentaba tranquilo, sabía que no podían evitar que los problemas de salud mental de Eunchae continuaran afectando la dinámica familiar.

Mientras tanto, Taeyang, el pequeño de cuatro meses, despertaba en su cuna, haciendo los típicos ruidos de bebé que siempre ponían una sonrisa en el rostro de Felix. Felix lo levantó cuidadosamente y lo abrazó contra su pecho.

-¿Cómo está mi pequeño? -susurró mientras acariciaba suavemente su cabeza.

Taeyang miró a su madre con sus grandes ojos curiosos, moviendo las manos y haciendo ruiditos adorables. Felix se sintió abrumada por el amor que sentía por sus hijos. Pero había algo en su corazón que aún no lograba superar, algo relacionado con el bienestar emocional de Eunchae.

La niña había estado lidiando con una ansiedad cada vez más presente, y Felix no podía quitarse la sensación de que algo no estaba funcionando bien. Aunque su familia parecía estar bien, esa preocupación sobre su hija mayor la perseguía constantemente.

-¿Dónde está Eunchae? -preguntó Felix, mirando alrededor mientras trataba de calmar a Taeyang, que ya comenzaba a inquietarse en sus brazos.

Ahyeon miró a su madre, un poco confundida, y señaló hacia el jardín.

-Está afuera. Se ve triste -respondió con un tono suave.

Felix sintió un nudo en el estómago. Sabía que Eunchae se estaba distanciando más de lo que deseaba. No solo de ella, sino de todos. Desde los últimos episodios de ansiedad, la niña había tendido a retirarse más, buscando momentos de soledad. Felix había intentado ser comprensiva, pero le preocupaba que la carga emocional fuera demasiado para su hija de solo siete años.

Decidió que era hora de hablar con ella, de tratar de entender lo que realmente estaba pasando en su interior. Después de todo, como madre, sentía que era su responsabilidad ayudar a Eunchae a superar sus temores y ansiedad.

-Voy a hablar con ella -dijo Felix a Ahyeon, que se había sentado en el sofá jugando con sus muñecos-. Mantente cerca de Taeyang, por favor.

Ahyeon asintió con una sonrisa, mientras Felix caminaba hacia la puerta del jardín.

El aire fresco de la mañana la recibió al abrir la puerta, y vio a Eunchae sentada en una banca, mirando al horizonte. La niña no parecía notar su presencia, completamente absorta en sus pensamientos.

Felix se acercó con paso suave, no queriendo asustarla. Cuando estuvo cerca, se agachó frente a Eunchae, quien, al escuchar el ruido de sus pasos, levantó la vista, pero rápidamente volvió a mirar hacia el suelo.

-¿Te pasa algo, cariño? -preguntó Felix con suavidad, sentándose junto a ella.

Eunchae no respondió de inmediato. Parecía estar luchando con sus emociones, como si no supiera cómo explicarlas. Finalmente, con una voz quebrada, habló.

-No me siento bien... No sé por qué... Pero a veces... siento que no puedo respirar bien -dijo Eunchae, sus palabras acompañadas por una leve sollozo.

Felix sintió que el corazón se le encogía al escuchar eso. Sabía que la ansiedad de Eunchae había empeorado, pero nunca imaginó que pudiera llegar a sentirse tan abrumada.

-Eunchae, cariño -dijo Felix con ternura, tomando la mano de su hija-, sé que es difícil. Pero siempre estaré aquí para ti. Si necesitas hablar, o si algo te preocupa, puedes decírmelo.

Eunchae levantó la mirada, los ojos llenos de lágrimas, y finalmente habló.

-Mamá, siento que todos me miran... pero no sé cómo decirles lo que siento. No quiero que me vean como una niña que no puede controlar su miedo. No quiero hacer que todos estén tristes.

Felix suspiró profundamente, sintiendo cómo un peso se levantaba al escuchar las palabras de su hija. Eunchae no solo lidiaba con el miedo, sino también con el sentimiento de culpa. Un miedo que no solo era interno, sino también social.

-Eunchae -dijo Felix con firmeza-, todos tenemos miedo. Todos enfrentamos algo que nos hace sentir inseguros. Pero lo más importante es que no tienes que enfrentarlo sola. Estamos juntos en esto, ¿entiendes? Tú no eres un problema, eres mi hija, y eso es lo único que importa.

Eunchae miró a su madre, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió tímidamente.

-Gracias, mamá.

Felix abrazó a Eunchae, apretándola suavemente contra su pecho. Sabía que las cosas no se resolverían de inmediato, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que había dado un paso en la dirección correcta.

Mientras tanto, desde la puerta del salón, Hyunjin observaba la escena con un suave suspiro de alivio. A pesar de las dificultades, estaba agradecido de que Felix siempre tuviera la paciencia y el amor necesarios para guiar a sus hijos en momentos tan difíciles.

Sabía que aún quedaba mucho trabajo por hacer, pero al ver esa pequeña sonrisa en el rostro de Eunchae, se dio cuenta de que no había nada que no pudieran superar, siempre que permanecieran juntos como familia.

El día continuó con su ritmo habitual, pero con una nueva sensación de esperanza en el aire. Aunque los desafíos seguirían presentes, Felix, Hyunjin, y sus hijos sabían que el amor sería la fuerza que los mantendría unidos, incluso en los momentos más oscuros.

LA OBSESIÓN DEL MAFIOSO//hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora