Loco por perrearte - Rauw Alejandro, De la Ghetto
¿Qué estamos haciendo?
¿A qué estamos jugando?
Tus piernas lloviendo
Yo en tu cuerpo nadando más
Hoy tengo ganas de más
Salí con ganas de ti
Siempre el deseo puede másPor fin, un respiro. Me había escabullido a la última cabina, mi rincón de paz en la estética, para dormirme un rato. Los tacones ya me estaban matando, y la minifalda rosada que elegí para el día no ayudaba mucho. Claro, la idea de venir "arregladas y temáticas" fue de mi jefa, pero no me quejaba... hasta que escuché los golpes en la puerta.
—¡Ey, siempre durmiendo, usted no cambia! —La voz de Richard me sacó de golpe del sueño.
Lo primero que vi al abrir la puerta fue su sonrisa arrogante. Él, con su aire confiado de siempre, sostenía una cajita de chocolates en la mano.
—Es por el día del amor y la amistad —dijo, guiñándome un ojo.
Lo odiaba por lo fácil que era para él desarmarme con una simple mirada. "Cálmate, es solo tu cliente favorito, nada más."
—Ay, no joda, Richard. Entrá, pues. Yo ya voy. —Tomé los chocolates, intentando que no notara el leve rubor en mis mejillas.
Cuando entré a la cabina, él ya estaba ahí, cómodamente recostado boca abajo, con la toalla en la cintura y su espalda perfecta esperándome. Tragué saliva y me acerqué con el aceite en la mano.
Estaba loco por perrearte, es que tú 'tás dura
Ese culito Dios lo guarde, báilame pura
Sigo pensando en ti; sigo con ganas de ti, mamá
Por fa, báilame así como si fuera la última—¿Por qué viniste así tan arregladita? Aunque no me quejo —Su voz era un susurro, pero cargada de esa maldita coquetería que me hacía temblar.
—Amor y Amistad, pues. Mi jefa nos pidió que viniéramos de estos colores. —Me hice la indiferente, concentrándome en esparcir el aceite sobre mis manos antes de tocarlo.
Sus músculos se tensaron al primer contacto, y no pude evitar perderme en los detalles de su piel. Cada movimiento de mis manos parecía tener un efecto en él; sus respiraciones largas y profundas me estaban poniendo nerviosa.
El masaje iba bien, hasta que él decidió voltearse.
—Seguíme por aquí al frente. —Sus ojos me desafiaban mientras señalaba su pecho.
"Ay, Dios..." Quería salir corriendo, pero en cambio me acerqué. Mis manos, pequeñas y temblorosas, comenzaron a recorrer su torso. Podía sentir su mirada clavada en mí, evaluándome.
—¿Así está bien? —pregunté, intentando sonar casual, aunque por dentro estaba perdiendo el control.
—Sí... pero hacelo más fuerte —dijo, tomando mi muñeca y guiándome hacia su abdomen.
Cuando mi mano rozó la toalla, me congelé.
—Richard, portáte serio. —Intenté sonar firme, pero mi voz tembló.
La cabina estaba en completa calma, con las luces bajas y el aroma a lavanda llenando el aire. Richard estaba tumbado boca abajo, relajado, con la toalla en la cintura. Yo me concentraba en sus hombros, aplicando movimientos firmes, pero no podía ignorar lo tensa que estaba mi propia respiración.
—Un poquito más abajo —respondió él, su voz ronca y pausada.
Deslicé mis manos hacia su espalda baja, sintiendo cómo su cuerpo respondía con pequeños movimientos a cada presión que aplicaba. "Concéntrate, solo es un masaje," me repetía en la mente, pero era imposible ignorar la electricidad que parecía recorrer el aire cada vez que nuestras miradas se cruzaban en el reflejo del pequeño espejo al fondo de la cabina.
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