¿Ya puedo tocarte?

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---Harry---

No podía procesar lo que acababa de escuchar. Las palabras de Draco flotaban en el aire, demasiado buenas para ser verdad, casi como si fuera un sueño que temía romperse al más leve movimiento.

—Draco, cariño... no es necesario que hagas esto si no te sientes listo... —le dije, esforzándome por mantener la calma, cada fibra de mi ser gritándome que le diera espacio, que me asegurara de que realmente quería esto. No podía imaginar presionarlo en algo tan importante, no quería lastimarlo ni un poco.

Draco me miró, pero su expresión se tornó insegura, y susurró en un tono apenas audible, casi como si le costara pronunciar las palabras:

— Pero ya me siento listo.. oo no quieres? Te doy asco supongo...—La duda en su voz me desgarró. Si no hubiera estado tan cerca de él, en el silencio absoluto de la habitación, no habría escuchado ese murmullo. ¿Cómo podía pensar algo tan absurdo? Ese pensamiento me partía en mil pedazos. Sin darle tiempo a seguir torturándose con ideas equivocadas, me acerqué a él y tomé su rostro entre mis manos, obligándolo a mirarme directo a los ojos.

—¿Asco? —le dije con voz firme—. Jamás, Draco. Tú eres lo mejor que me ha pasado... Desde aquel día en la librería, cuando te vi por primera vez, mi vida cambió. Lo transformaste todo, llenaste mi mundo de algo que nunca supe que necesitaba. Eres increíblemente hermoso, fascinante... No puedo dejar de mirarte, y cada pensamiento que tengo es tuyo. Te amo, Draco, te amo tanto que a veces siento que me duele, de tanto que me importas..

No necesitaba que me respondiera. Antes de que pudiera decir cualquier cosa, sellé el espacio entre nosotros y lo besé. Sus labios eran suaves, frágiles, y el contacto era una mezcla perfecta entre deseo y ternura. Draco abrió la boca para mí, y sentí cómo se entregaba en cada movimiento, en cada roce de nuestras bocas. Profundicé el beso, acariciando sus labios, saboreando cada rincón, como si necesitara memorizarlo. Mi lengua se deslizó sobre la suya, explorando lentamente, jugando, entrelazándose en un baile que nos iba envolviendo en una intensidad creciente. Cada respiración se mezclaba, y en ese instante, todo lo demás desapareció. Era solo él, solo nosotros.

Sin dejar de besarlo, lo guié hacia la cama, dejándonos caer sobre ella con cuidado. Draco quedó tumbado boca arriba, mirándome con aquellos ojos llenos de vulnerabilidad y deseo. Me coloqué sobre él, sosteniéndome sobre mis brazos mientras acariciaba suavemente su mejilla, mirándolo como si fuera el tesoro más valioso que hubiera tenido jamás.

—Voy a venerarte, Draco, a cada segundo de mi existencia. Eres mi oxígeno, mi razón de ser... lo único que realmente me importa —le susurré, manteniendo nuestros rostros tan cerca que podía sentir el calor de su respiración, la suavidad de sus labios casi rozando los míos.

Sin prisas, continué besándolo, recorriendo cada contorno de su rostro y sus labios, dejando un rastro de caricias cálidas sobre su piel. Sentí cómo sus suspiros se entrelazaban con mis respiraciones mientras bajaba lentamente por su cuello, dejando suaves lamidas y pequeños mordiscos en su piel, saboreando cada centímetro. Con cada mordida, sus gemidos se intensificaban, y sus manos se aferraban a mis hombros, como si con ese contacto intentara mantener el control. Poco a poco, deslicé mis manos por los botones restantes de su camisa, abriéndolos uno a uno hasta que tuve acceso a su pecho, besando y recorriendo cada parte de él, embriagándome de su suavidad.

De repente, algo capturó mi atención: una pequeña cicatriz en su pecho ligeramente del lado izquierdo, ya completamente cicatrizada, su tono blanquecino contrastando ligeramente con su piel pálida. No recordaba haberla visto el año anterior, y el corazón me dio un vuelco de preocupación. Draco se tensó al ver que me detenía y observaba la cicatriz.

"El Destino Fragmentado de Draco"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora