Silencio Roto

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-------------Sirius-----------

Me quedé congelado, con el aire atrapado en los pulmones, como si todo en mi interior hubiera dejado de funcionar por un segundo. Severus estaba ahí, de pie frente a mí, y su mirada... esa mirada que alguna vez me derritió con su calidez, ahora me aplastaba con un frío que nunca había sentido antes. No había rastro del hombre que me había amado, de ese Severus que me miraba con devoción. Lo que quedaba era odio, resentimiento puro, una herida tan profunda que sentí cómo algo en mí se desmoronaba solo al verlo.

Intenté hablar, pero mi voz apenas salió como un susurro quebrado. Sentía el corazón latiendo frenéticamente, y las palabras se ahogaban en mi garganta.

—Sevy, por favor... escúchame —dije, apenas encontrando la fuerza para hablar.

Sus ojos, esos ojos oscuros que alguna vez me ofrecieron consuelo, ahora me atravesaban con un desprecio que no sabía que pudiera existir.

—¿Escucharte? —Su voz era áspera, cargada de un odio tan profundo que dolía escucharlo—. ¿Por qué te escucharía ahora, después de todo lo que hiciste? ¡Te escuché hace doce años! —Se acercó un paso, y vi la rabia palpitando en sus manos, en su mandíbula tensa—. ¿Acaso te has olvidado, Black? ¿Te has olvidado de cómo me dejaste para pudrirme en este infierno?

Sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. Su voz, llena de un resentimiento amargo, me dejó sin aliento. Lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, cayendo por mi rostro sucio. Pero él no mostraba compasión, ni una pizca de la ternura que una vez me ofreció. No, todo lo que quedaba era un hombre roto que ahora me devolvía ese dolor con cada palabra que salía de su boca.

—Por favor... todo tiene una explicación, te lo ruego —dije, mi voz quebrándose.

Pero Severus soltó una carcajada seca, hiriente.

—¿Una explicación? —repitió, su tono era venenoso, como si se burlara de cada palabra que yo intentaba decir—. ¡Hace años te rogué por una maldita explicación! ¡Te supliqué que me dijeras la verdad! ¿Y qué fue lo que recibí a cambio? ¡Que solo era un maldito agujero al que follar! —Su voz se elevó en un grito furioso, lleno de años de dolor acumulado, y me quedé allí, temblando bajo su mirada.

No podía respirar. El dolor de sus palabras era insoportable. Era cierto, todo era cierto. Pero lo había hecho por él, lo había hecho para protegerlo, para liberarlo de una vida atada a un hombre que sería encarcelado para siempre. Nunca quise que sufriera así. Pero ahora, parado frente a él, me di cuenta de lo egoísta que había sido. Intenté acercarme, pero en cuanto di un paso, sentí la varita de Severus presionarse con fuerza contra mi garganta.

—¡No te atrevas a moverte! —gruñó entre dientes, su mirada llena de furia. Estaba a punto de romperse. Lo había perdido. Y lo peor de todo era que sabía que la culpa era mía.

El Destino Fragmentado de DracoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora