Filo Protector

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------------Harry-----------

El frío en mi interior no desaparecía. A pesar de que mi corazón latía desbocado, mi mente estaba nublada por la furia. Draco sangraba, y cada gota de sangre que veía caer parecía aumentar el fuego dentro de mí. Ese maldito hipogrifo.... Las manos me temblaban mientras lo sostenía, mi cuerpo entero rígido, y no por el peso de Draco apenas y pesaba algo, sino por la rabia que bullía en mis venas.

Debía mantenerme sereno. Lo sabía, pero mi respiración era irregular, la ira queriendo escapar a cada paso que daba. La gente se apartaba rápidamente al verme avanzar por los pasillos con Draco en brazos, su cuerpo pálido contra el mío, su rostro desencajado por el dolor. Estaba cubierto de sangre, su brazo goteaba a través de mis manos, empapando mi túnica y los estudiantes no podían apartar la vista. Me importaba una mierda lo que ellos pensaran, o cómo me miraran. Solo quería que se apartaran, que desaparecieran, que no estorbaran. Mis ojos encontraban los suyos y les lanzaba miradas que helaban la sangre. No pronunciaba ni una palabra, pero mi mensaje era claro: aléjense.

Cada paso hacia la enfermería me parecía una eternidad. Podía sentir la respiración entrecortada de Draco, su cuerpo frágil en mis brazos, como si pudiera desmoronarse en cualquier momento. No podía permitirlo. Lo apretaba más fuerte contra mí, tratando de convencerme de que mi agarre lo mantendría a salvo. No iba a perderlo.

Al llegar a la enfermería, prácticamente derribé la puerta con mi cuerpo, y la desesperación finalmente salió en un grito ahogado.

—¡Pomfrey! ¡Venga, rápido! —mi voz salió más rota de lo que esperaba, una mezcla de autoridad y súplica.

La enfermera apareció en un abrir y cerrar de ojos, sus ojos abiertos como platos al ver el estado de Draco. Su cara se tornó pálida al instante, pero no perdió tiempo. Comenzó a trabajar con una precisión meticulosa, sus manos moviéndose rápido mientras conjuraba hechizos de curación y arrancaba vendajes de un armario cercano.

—¿Qué demonios ha pasado? —preguntó, aunque su tono no tenía espacio para el reproche, solo preocupación. Yo no respondí. No podía. Las palabras se ahogaban en mi garganta.

Lo deposité con cuidado en una de las camas, y Pomfrey comenzó a tratar la herida frenéticamente. Vi cómo sus manos temblaban por la gravedad de la situación, cómo la sangre manchaba las sábanas blancas, extendiéndose como una mancha oscura. Mi mente seguía nublada, pero mi vista no podía apartarse de Draco.

Draco estaba demasiado quieto, apenas gemía, pero yo podía ver el dolor en cada respiración agitada que tomaba, cómo su pecho subía y bajaba de manera irregular. Su piel, normalmente pálida, ahora parecía traslúcida bajo las luces de la enfermería, salpicada de rojo brillante. Mi corazón se hundió. Cada segundo que pasaba sin verlo abrir los ojos era como un golpe directo en el pecho.

Pomfrey conjuró varios hechizos, pero vi la frustración en su rostro cuando los hechizos no funcionaban con la rapidez esperada. Se volvió hacia mí, su expresión cargada de preocupación.

—Harry, este no es un rasguño cualquiera. El hipogrifo es una criatura mágica oscura, y sus heridas... no responden bien a la magia común ni a las pociones habituales. —Su voz se tornó más grave—. Las criaturas oscuras como el hipogrifo tienen un veneno natural en sus garras. No es letal, pero dificulta la curación. Tendré que trabajar más para neutralizarlo antes de poder cerrar la herida.

Mi corazón latió más rápido. Oscuro. Esa palabra resonó en mi mente como una maldición. Las criaturas mágicas oscuras eran notoriamente difíciles de manejar, y Pomfrey tenía razón. Hechizos de sanación comunes no serían suficientes para curar a Draco rápidamente. No podía soportar verlo así, con su sangre esparciéndose a través de la cama, su piel pálida, su pecho tembloroso al respirar.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora