Palabras Afiladas

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----------Sirius---------

Salimos del túnel en un silencio sepulcral. Nadie se atrevía a decir una palabra. Remus llevaba a Pettigrew amarrado, como si fuera un saco de huesos temblorosos, mientras Severus caminaba al frente con Harry, Draco y Hermione. Yo iba al final del grupo, observando la distancia que me separaba de ellos, la pesada sensación de la culpa hundiéndome más con cada paso.

Cuando al fin salimos a la luz del castillo, sentí un leve alivio al ver las torres de Hogwarts recortadas contra el cielo oscuro. La seguridad del castillo era una contradicción para mí, como si ese lugar pudiera brindarme consuelo, cuando lo único que me esperaba era incertidumbre.

Intenté acercarme a él, desesperado por al menos una mirada que no estuviera cargada de odio. Pero apenas di un paso hacia él, Severus se detuvo abruptamente y me lanzó una mirada que podría haber congelado el infierno.

—Sirius —la voz de Harry rompió el silencio. Me volví para mirarlo, esperando alguna señal de comprensión, pero lo que vi en sus ojos fue algo diferente. Protección, furia contenida, pero sobre todo decepción—. Una persona no daña lo que ama —me dijo, su voz firme y dura como una sentencia. Cada palabra golpeaba como una bofetada—. Lo que hiciste... aunque dijeras que era por su bien, eso no te daba el derecho de lastimar a Severus. Si lo hubieras amado realmente, no habrías permitido que sufriera así. Las excusas no cambian el daño que causaste.

Sentí un nudo en la garganta, pero no pude decir nada. Lo único que podía hacer era asentir lentamente, reconociendo que Harry tenía razón. Las lágrimas quemaban en mis ojos, pero no las dejé caer. Sabía que, después de lo que había hecho, no tenía derecho a buscar consuelo.

Harry dio un paso atrás, sin apartar su mirada de mí, y yo entendí que su protección ahora estaba firmemente del lado de Severus. No podía culparlo por ello. Simplemente me mantuve en mi lugar, alejado, con las palabras de Harry resonando en mi mente: una persona no daña lo que ama.

En ese momento, todo en mi interior se desgarraba. A pesar de lo que había hecho y dicho, en aquel tiempo pensé que era lo mejor para Severus. Creí que al alejarme de él, lo protegería de una vida condenada a estar al lado de un prisionero de Azkaban. Lo había hecho por amor, o al menos eso me decía a mí mismo, aunque sabía que lo había destrozado con mis palabras. Pero ahora, cada segundo que pasaba me daba cuenta de lo equivocado que había estado. Si de algo estaba seguro, era que compensaría a Severus cada maldito día de mi vida. Le demostraría que lo amo, más que a todo y a todos. Si tenía que suplicarle su perdón hasta el último suspiro, lo haría. No importaba cuánto me costara.

Mientras esos pensamientos me corroían, vi a Draco inclinado sobre Ron, junto a Hermione, haciendo su mejor esfuerzo para curarle la pierna destrozada con hechizos. La piel de Ron estaba pálida, y aunque los cortes y golpes habían empezado a sanar, su pierna seguía torcida en un ángulo antinatural, hinchada y amoratada.

Me acerqué a ellos. Sentía que debía disculparme, aunque las palabras me supieran a polvo en la boca.

—Lo siento, Ron —murmuré, mi voz rasposa de culpa—. No quería lastimarte... Solo quería atrapar a la rata.

Ron me miró, aún dolorido, pero con una expresión que me sorprendió.

—Sí... está bien —respondió, su tono suave, aunque el dolor era evidente en sus ojos—. Supongo que yo hubiera hecho lo mismo si fuera tú.

Al menos, pensé, alguien no me odiaba completamente.

Draco me observaba en silencio, con esos ojos grises tan parecidos a los míos, evaluándome, desnudándome el alma. No decía nada, pero su mirada lo decía todo. Me sentí expuesto, como si cada fibra de mi ser estuviera bajo escrutinio. Pero antes de que pudiera procesar esa sensación, un grito desgarrador resonó por el claro.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora