Las Cortinas Cerradas

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creo que necesitaran pañuelos......

------Harry------

Llegamos rápidamente a las habitaciones de Severus, y él, al notar mi prisa, no dijo nada cuando aceleré el paso. Su silencio era su forma de aprobar mi urgencia, y lo agradecí. Cada segundo lejos de Draco me pesaba como una piedra en el pecho. Apenas entramos, ahí estaba mi papá, esperándonos. En cuanto lo vi, todo lo demás se desvaneció por un momento.

Corrí hacia él y lo envolví en un abrazo fuerte, sintiendo el calor familiar y reconfortante de su cuerpo contra el mío. Él me dio un beso suave en la frente, y su sonrisa me hizo olvidar por un momento la inquietud que bullía dentro de mí.

—Te ves realmente bien, cachorro —dijo con ese tono despreocupado—. Seguramente el pequeño Malfoy no te quitó las manos de encima, ¿eh? —Guiñó un ojo con picardía, haciendo que soltara un resoplido de diversión mientras rodaba los ojos.

—Al que no le quitaban la mirada de encima era a él. —Respondí rápidamente, con una mezcla de emoción y ansiedad. Solo pensar en Draco volvía a encender en mí esa sensación de urgencia. Tenía que regresar con él cuanto antes—. Deberías haberlo visto, papá... Era casi irreal.

Sirius rió por lo bajo, pero su expresión se suavizó un poco al notar mi impaciencia.

—Bueno, solo quería verte un momento y darte esto —dijo, extendiendo una pequeña caja envuelta en papel rojo, con un moño dorado que parecía gritar "Gryffindor".

Tomé la caja con curiosidad creciente y la abrí rápidamente. Dentro, descansaba una navaja negra, brillante, con detalles intrincados que parecían esculpidos por manos expertas. Cada parte de la hoja estaba decorada con delicados grabados que parecían runas antiguas, y el mango, suave y perfectamente equilibrado, tenía el escudo de los Black tallado con precisión. Había algo en la textura y en la forma que hacía que pareciera más que una simple navaja; era un artefacto que había pasado por manos de generaciones.

—Ha pertenecido a varias generaciones de nuestra familia, cachorro —dijo Sirius, su tono más serio ahora—Es tu turno de tenerla. Espero que la uses con cuidado. No es un juguete.

Sostenerla en mis manos me dejó sin palabras. La navaja no solo era hermosa; era un vínculo tangible con mis antepasados. Un pedazo de historia familiar que ahora me pertenecía. La cerré cuidadosamente y, sin decir nada más, me lancé hacia Sirius en otro abrazo, sintiendo una mezcla de gratitud y emoción.

En ese momento, Severus se acercó, con su mirada habitual de calma, pero había algo cálido en sus ojos. Extendió otra caja hacia mí, esta vez envuelta en papel sencillo.

—Este regalo es de ambos, Harry —dijo con esa voz baja y solemne que utilizaba para los momentos importantes.

Abrí la caja con manos temblorosas, y dentro encontré una foto. Era una imagen encantada de los tres: Sirius, Severus y yo, tomada en mi último cumpleaños. La imagen mostraba a Sirius riendo mientras Severus intentaba mantener una expresión seria, aunque al final no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Yo estaba en medio de ambos, con una sonrisa amplia, como si en ese momento todo en el mundo fuera perfecto.

Una lágrima solitaria rodó por mi mejilla al ver la foto. Era más que un simple regalo; era un recordatorio de lo que habíamos logrado como familia, a pesar de todo. Sin pensarlo dos veces, me giré hacia Severus y lo abracé. Al principio se quedó rígido, como siempre, pero luego devolvió el abrazo, envolviéndome con una firmeza inesperada.

Sirius no tardó en unirse, abrazándonos a ambos con la energía que siempre lo caracterizaba. Los tres nos quedamos así, en un abrazo silencioso, dejando que ese momento de unión se grabara en mi memoria. Era uno de esos momentos que jamás olvidaría. Por un breve instante, el mundo se sintió completo..

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora