Problemas Matutinos

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Este es un capitulo cortito es poco..pero es trabajo honesto... espero les guste!




------Harry------

El día del baile había llegado y, con él, la sensación surrealista de que mi vida tenía algo parecido a una familia real. Mi padre me había comprado todo lo que necesitaba para el baile: túnicas, zapatos, e incluso algún regalo sorpresa. Era extraño saber que ahora tenía a alguien que se preocupaba tanto por esos detalles. Severus siempre había estado allí para mí, cuidándome durante años, pero ahora, con Sirius en la ecuación, todo era más tangible, más cálido, como si finalmente encajáramos como una verdadera familia... aunque aún no me atrevía a llamar a Severus "papá". La palabra seguía atrapada en mi garganta cada vez que pensaba en ella.

Draco estaba acurrucado contra mi pecho, su respiración era lenta y constante, como si estar conmigo fuera su lugar seguro. Su cabello platino estaba esparcido por mi cuello y hombros, y sus dedos estaban enredados en la tela de mi pijama. Todo en él era tan perfecto que me dejaba sin aliento, pero ese mismo confort era mi problema.

Tenía una maldita erección que no cedía, y con Draco pegado a mí, las cosas se estaban poniendo cada vez más complicadas. Intenté moverme con cuidado, deslizarme fuera de la cama sin despertarlo. Pero, por supuesto, fallé miserablemente.

—Mmm, Harry... quédate un poco más —murmuró Draco con su voz ronca por el sueño, enterrando su rostro más cerca de mi cuello. El maldito sonido de su voz me hizo estremecer.

"Genial. Fantástico. Exactamente lo que necesito", pensé.

—Voy al baño, amor. Regresaré enseguida —traté de convencerlo en un susurro.

Draco hizo un puchero tan encantador que casi me quebró allí mismo.

—Hace frío... quédate. Eres tan cálido —murmuró, pegándose aún más a mí. Cada movimiento suyo empeoraba la situación. Su cuerpo se amoldó perfectamente al mío, y la fina tela de mi pijama no hacía nada por ocultar lo que estaba pasando debajo. Su cadera se frotó justo en el lugar equivocado, o más bien, el lugar perfecto, y mi autocontrol estaba a punto de explotar.

Draco se movió de nuevo, buscando más calor, y luego se quedó completamente quieto, muy muy quieto. Maldita sea. Sabía exactamente lo que había descubierto.

—¿Me dejarás ir al baño? —le susurré contra su cabello, dándole un beso en la cabeza, esperando que no quisiera discutirlo.

Draco asintió en silencio, pero el ligero temblor en sus labios me dijo que no estaba ni remotamente tan dormido como fingía.

Finalmente, logré salir de la cama, dejando a Draco envuelto en las sábanas. Entré al baño y encendí la ducha, ajustando el agua al máximo frío que mi cuerpo pudiera soportar. Tal vez eso calmaría la puta erección matutina. Pero antes de que pudiera darme un respiro, la puerta se abrió lentamente con un chirrido suave.

Allí estaba Draco.

Se quedó en el umbral, con el rostro ruborizado desde las mejillas hasta el cuello, y con su cabello platinado cayendo en mechones perfectos por su rostro y hombros hasta sus muslos. Llevaba un camisón blanco que le llegaba hasta las rodillas, y estaba descalzo, con los pies delicadamente alineados en la fría piedra del baño. Tenía un aspecto que no ayudaba en nada a mi problema; era como un sueño hecho realidad... o una tortura.

Mi respiración se detuvo. Evité mirar hacia abajo, porque sabía exactamente lo que encontraría si lo hacía: una tienda de campaña perfectamente erguida en mi pijama.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora