Maldiciones imperdonables

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-----------Harry---------

Draco estaba arrodillado en el suelo, hecho un ovillo, como si quisiera desaparecer. Su cuerpo temblaba, y los sollozos silenciosos que sacudían su pecho me rompían por dentro. La desesperación en su rostro me ahogaba, la forma en que se aferraba a sí mismo, como si intentara contener el dolor, era desgarradora. Mi corazón latía desbocado, como si intentara escapar de mi pecho para llegar al suyo, para protegerlo de cualquier cosa que le pudiera hacer daño.

Me arrodillé a su lado, queriendo desesperadamente alcanzarlo, pero me detuve. Sabía que no podía forzarlo, que si lo tocaba ahora, tal vez se quebraría aún más. Tomé aire y con la voz más suave que pude reunir en ese momento, le pregunté:

—¿Puedo tocarte, Draco?

Lo vi levantar el rostro, sus ojos grises estaban enrojecidos y llenos de lágrimas. Parecía tan perdido, tan roto. Su voz era apenas un susurro cuando habló, pero las palabras eran como un puñal clavándose en mi pecho.

—¿Aún quieres tocarme? —me preguntó, su voz temblando, como si la mera idea de que alguien quisiera acercarse a él le resultara imposible de creer.

Lo miré con intensidad, con todo el amor y la devoción que tenía dentro de mí. ¿Que si quería tocarlo? Carajo, quería sostenerlo entre mis brazos para siempre, quería borrar cada lágrima de su rostro y asegurarme de que nadie volviera a hacerle daño nunca más.

—Amor... —dije con la voz entrecortada, acercándome un poco más, pero dejando aún un pequeño espacio entre nosotros—. Quiero tocarte, quiero estar contigo... siempre, Draco. No hay nada que me importe más en este maldito mundo que tú.

Su expresión cambió; el dolor se convirtió en algo más, una mezcla de incredulidad y desesperación. Negaba con la cabeza, como si intentara rechazar mis palabras, como si no mereciera lo que le estaba diciendo.

—No... —su voz se quebró en un sollozo—. No deberías... No deberías pedirme permiso para esto... No deberías estar con alguien como yo... —Las palabras salían apresuradas, como si necesitara sacarlas todas de golpe—. Esto no está bien... Yo... Yo estoy roto, Harry... Todo lo estoy haciendo mal... No deberíamos estar juntos... —Dejó escapar un gemido ahogado—. ¿Por qué dejé que esto llegara tan lejos? ¡Deberías odiarme! ¡Deberías alejarte de mí ahora, antes de que sea demasiado tarde!

Cada palabra me llenaba de furia y desesperación. ¿Cómo podía siquiera pensar en alejarme de él? ¿Cómo podía creer que había algo en este mundo que pudiera hacerme dejar de amarlo? Me acerqué más, con la ira latiendo en mis venas, ardiendo en mi pecho.

—¿Qué mierda estás diciendo? —le solté, mi voz baja y peligrosa. Me incliné hacia él, obligándolo a mirarme, a enfrentarme—. Tú me perteneces, Draco. Yo te pertenezco. Y no permitiré que digas que no podemos estar juntos, porque te juro por todos los malditos dioses que nadie va a separarnos... ni siquiera tú.

Draco retrocedió un poco, sorprendido por la intensidad de mis palabras. Pude ver el conflicto en sus ojos, la forma en que luchaba contra lo que yo le decía, como si intentara rechazarlo. Pero no se lo iba a permitir. No cuando había llegado tan lejos para protegerlo, para estar con él.

—Puedes derrumbarte una y mil veces —le dije, mi voz volviéndose más feroz con cada palabra—, y yo estaré ahí para sostenerte, para levantarte. Te daré lo que sea, el maldito mundo si es lo que deseas, pero no me pidas que me aleje de ti, porque no va a pasar. —Sentí cómo la rabia y la desesperación se entrelazaban en mi voz—. No me importa lo que sea... —continué, acercándome tanto que nuestras respiraciones se mezclaron—. Si me pides que mate, que torture, que reduzca todo a cenizas, lo haré. Si me pides que queme este maldito mundo, arderá.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora