Moody..

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--------Harry------

Me desperté lentamente, sintiendo una calidez familiar en mi cuello. Eran besos suaves, casi imperceptibles al principio, que se volvían más intensos a medida que mis sentidos se iban activando. Sentía los labios de Draco moverse con delicadeza sobre mi piel, dejando un rastro de fuego allí donde me tocaban. Cada beso parecía querer arrancarme de la bruma del sueño, trayéndome de vuelta a la realidad de una forma mucho más dulce de lo que podría haber imaginado.

Me giré ligeramente para mirarlo, y en ese instante sus labios encontraron los míos. El beso no era suave ni tímido, sino cargado de una pasión que me recorrió entero. Nuestros labios se movían con urgencia, como si lleváramos años sin vernos, y la presión de su cuerpo contra el mío me hizo sentirme vivo de una manera que solo Draco conseguía. El calor de su aliento se mezclaba con el mío mientras sus dedos se enredaban en mi cabello, tirando suavemente para inclinar mi cabeza y profundizar el beso. Sentía su necesidad, y también la mía, colisionando en ese momento como si nada más importara.

Su lengua rozó la mía con un toque tentador, provocándome un escalofrío que recorrió mi espalda. Lo atraje más cerca, pasando una mano por su cintura y la otra por la línea de su espalda, queriendo sentir cada centímetro de su cuerpo contra el mío. Era como si estuviera tratando de memorizar su calor, la manera en que sus labios se movían con los míos, la forma en que su respiración se aceleraba al mismo ritmo que la mía. Cada beso, cada roce de su piel contra la mía, me hacía sentir que éramos los únicos en el mundo.

Draco se separó de mis labios, apenas un segundo, y su respiración agitada acarició mi rostro antes de seguir dejando besos en mi mandíbula, mi cuello y finalmente, de nuevo en mis labios. Sus ojos grises brillaban con una intensidad nueva, como si estuviera decidido a dejar atrás todo el malestar de la noche anterior. Había algo en su mirada que me decía que había tomado una decisión, una que le permitía, al menos por ahora, dejar atrás sus miedos. Pero sabía que los fantasmas no se desvanecen tan fácilmente, y estaba dispuesto a demostrarle que yo sería su refugio. Que si hacía falta, haría arder el mundo entero para mantenerlo a salvo.

—Buenos días, amor —dijo Draco con una sonrisa, su voz sonando más ligera.

Le devolví la sonrisa, sintiendo una felicidad cálida y profunda que me llenaba el pecho. Sus manos bajaron por mis brazos, y lo atraje más cerca, dejándome perder en el brillo de sus ojos. Jugué con un mechón de su largo cabello rubio, enredándolo entre mis dedos, disfrutando de su suavidad.

—Buenos días, dragón. —Respondí en un tono cargado de cariño—. Qué hermosa manera de despertar. —Mis dedos trazaron una caricia suave en su mejilla, apreciando el calor de su piel—. Quiero despertar así toda la vida.

Draco me miró con una expresión tierna, una que pocas veces dejaba ver a otros. Se inclinó hacia mí para darme otro beso, esta vez más lento, como si quisiera saborear cada segundo. Mientras nuestras bocas se encontraban nuevamente, supe con absoluta certeza que lo protegería de todo, incluso de sí mismo si era necesario.

Al entrar en el Gran Comedor, la tensión era palpable. Sentí cómo todas las miradas se dirigían a Draco, miradas cargadas de deseo y lujuria. Era imposible ignorar los ojos que lo seguían mientras caminaba a mi lado, algunos con admiración y otros con envidia. Todos parecían querer un pedazo de él, pero Draco no estaba disponible para nadie más que para mí. La sola idea de que alguien pudiera siquiera imaginar que tenía derecho a mirarlo de esa manera me encendía una rabia interna que no podía controlar.

Sin pensarlo dos veces, lo tomé por la cintura y lo atraje hacia mí, dándole un beso aplastante. Fue un beso lleno de posesión, un mensaje para todos los que lo estaban mirando: Draco Malfoy me pertenecía. Mi boca se movía sobre la suya con una urgencia casi violenta, reclamando cada parte de él, dejando en claro que no había lugar para nadie más. Mordí ligeramente su labio inferior, provocando un gemido ahogado de su parte, mientras mis manos se aferraban a su cuerpo con fuerza, como si no pudiera soportar la idea de que se alejara de mí ni un solo centímetro.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora