La Segunda Prueba

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-----Harry-----

La mañana había empezado de la peor forma posible: Draco no estaba a mi lado. Merlín, era como si me hubieran arrancado un pedazo de mi. El espacio frío a mi lado era una tortura constante. Me quedé mirando el techo por unos minutos, incapaz de procesar nada más que la ausencia de su calor. Todo me parecía jodidamente inútil.

Arrastré mi cuerpo fuera de la cama como si pesara toneladas y bajé al vestíbulo, donde ya me estaban esperando Pansy, Theo y Blaise.

—Bueno, al menos ya salió de su cueva —comentó Pansy, cruzándose de brazos, con su tono sarcástico habitual.

—Qué impresión, pensé que tendríamos que encadenarlo y arrastrarlo —añadió Blaise, riéndose con suficiencia.

—No estoy de humor para sus mierdas, ¿ok? —murmuré, frotándome la cara con frustración. Pero esos cabrones no me dejaron en paz. Literalmente me empujaron hasta el comedor.

—Si no comes, Draco corre peligro. ¿Eso es lo que quieres? ¿Eh? ¿Que se congele allá abajo porque tú no estás en condiciones de salvarlo? —Pansy, la maldita manipuladora profesional, me apuntó con el tenedor como si fuera una varita letal.

Solté un gruñido mientras me dejaba caer en la silla. Sabía perfectamente que me estaban manipulando, pero maldita sea, funcionaba. Agarré una tostada y comencé a comer.

—Eso es, Potty. Come. Necesitas todas las fuerzas para arrasar con ese lago helado —continuó Pansy con una sonrisa maliciosa, como si disfrutara de mi miseria.

—Merlín, Pansy, ¿por qué no te dedicas al chantaje profesional? —murmuré, mordiendo un pedazo de tocino con desgana.

—Lo haría, pero contigo es muy fácil, cariño —contestó con una sonrisa descarada mientras se llevaba una uva a la boca.

Entonces Theo decidió unirse a la fiesta de humillación. Extendió su tenedor y dejó caer más tocino en mi plato.

—Vamos, Harry, proteína. Vas a necesitar fuerza para no ahogarte y salvar a tu amorcito. No querrás que Draco piense que no estabas comprometido, ¿verdad? —me dijo con una sonrisita de lo más cabrona.

—Malditos cabrones, los odio —gruñí, metiéndome el tocino en la boca de mala gana. Blaise y Theo soltaron carcajadas, claramente disfrutando de mi miseria.

Blaise me dio una palmada en la espalda y sonrió con esa sonrisa suya que te hacía dudar de si te estaba felicitando o burlándose de ti.

—Vamos, héroe. Salva a tu príncipe y no la cagues.

Solté un gruñido, pero en el fondo, agradecía tenerlos. Aunque eran unos desgraciados.

Nos dirigimos hacia la orilla del Lago Negro, donde tendría lugar la segunda prueba. Una maldita estupidez, en toda regla. De verdad, ¿qué sentido tenía dejar a todos parados ahí como idiotas, mirando la superficie congelada del lago? Ni siquiera iban a lanzar un hechizo para mostrar lo que pasaba bajo el agua. Claro que no. Son unos imbéciles. ¿Qué mejor espectáculo que dejar a la audiencia observar un jodido lago inmóvil y cubierto medio de hielo? Brillante, Dumbledore. Brillante.

A lo lejos, vi a los gemelos Weasley, que estaban en su elemento: junto a una caja repleta de boletos de apuestas.

—¡Harry, tienes más admiradores que una estrella de Quidditch! —gritó Fred con entusiasmo.
—Han apostado una fortuna a tu favor, así que más te vale no cagarlas, Potty —añadió George, guiñándome un ojo con complicidad.

El Destino Fragmentado de DracoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora