El príncipe problemático Novela

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"Tumba de la Flor"

El baño estaba en silencio, salvo por el ruido de las salpicaduras de agua y los sirvientes arrastrando los pies, nadie se atrevía a hablar mientras Erna se bañaba.

Erna se sentó en silencio en medio de la bañera, mirando los pétalos que flotaban en su superficie y esperó a que pasara el tiempo. En el período previo a su regreso había estado muy aterrorizada, pero ahora que estaba aquí, se sentía tranquila en un territorio familiar. No sabía por qué hizo tanto alboroto por regresar al palacio.

—Su Alteza —dijo Lisa, lanzando una mirada preocupada a su señora—, si no le apetece, señora Fitz...

—No, Lisa —dijo Erna, levantando la cabeza—.

Lisa vio la sombría aceptación en el rostro de Erna y bajó la cabeza sin decir nada más.

Después del baño, Erna se preparó para la noche, cubriendo su frágil cuerpo con un vestido largo y recogiendo su cabello en cintas.

"Que tenga una noche tranquila, Su Alteza", dijeron los sirvientes al partir.

Erna se quedó en medio de la habitación, escuchando el crujido de la leña en la chimenea. Tal vez se debía a la nueva decoración, pero no se sentía familiarizada con la habitación en la que había pasado el último año.

—Un año —se susurró a sí misma mientras se sentaba en el borde de la cama—.

Ahora que lo pienso, esta era la temporada en la que se había casado. Erna trató de contar los días que faltaban para su aniversario de bodas, era solo una semana, tal vez diez días. Ella dejó escapar un suspiro de resignación. Confinada como estaba en el palacio, había perdido por completo la noción de los días.

Había sido un día que había estado esperando durante tanto tiempo. Hizo grandes planes para celebrar con Bjorn, con la esperanza de que no estuviera demasiado ocupado para poder pasar todo el día con ella. Se rió para sí misma, sintiéndose infantil en sus expectativas.

Erna decidió que por la mañana le preguntaría a la señora Fitz la fecha exacta. Probablemente Bjorn no se tomaría en serio el aniversario, pero era su deber como su esposa celebrar todos los días especiales en familia.

Mientras miraba alrededor de la habitación desconocida, sus ojos se fijaron en dos vasos de cristal colocados a un lado y los recuerdos de su primera noche juntos salieron a la superficie, antes de ser rápidamente tragados por las turbias profundidades de su mente de nuevo.

Sabía que, como su esposa, se esperaba que proporcionara placer a su marido en el dormitorio. Tal vez ese era su papel más importante, pero se preguntaba cuánto tiempo iba a poder mantener el interés de Bjorn.

Con los ojos somnolientos y la mente nublada, Erna miró el reloj en la repisa de la chimenea, era casi la hora del regreso de Bjorn.

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Leonid dejó su vaso de agua, con una sonrisa maliciosa en su rostro. La reunión de los príncipes se había prolongado mucho más de lo que ninguno de los dos había querido, todo debido a que Alexander Hartford no quería irse. Se quedó como un mal olor.

Parecía tan preocupado por la comodidad de su hermana, por cómo iba a ser capaz de vivir el resto de su vida con una reputación tan manchada. Después de dar voz a sus pensamientos, rompió a llorar. Quería apelar a la comprensión de Bjorn, pero al final fue inútil. ¿Cómo podía apelar a la simpatía de un hombre incapaz de sentir simpatía?

—¿Qué te parece, Leonid? La sonrisa torcida de Bjorn se sentía como la de un tiburón. "Pagaré por la guerra". La molestia de Bjorn era palpable.

"Si vas a pagar por ello, entonces tal vez también te gustaría considerar la violación de los tratados internacionales, el aislamiento diplomático y las reparaciones". —dijo Leonid con el ceño fruncido, devolviéndole la broma a Bjorn—. "Ahora que está lo suficientemente borracho, se rendirá casi de inmediato".