Capítulo 41

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"Enséñame a vivir"

Ese día finalmente había llegado. Ilay, sentado en la cama del hospital mientras esperaba a que todo estuviera listo para su alta, sentía su pequeña cabeza a punto de estallar con tantas preguntas, dudas y miedos que se arremolinaban en su interior. Aún le parecía extraño que su tía Bárbara hubiera accedido a que él se fuera con Arián y Eros, aunque decidió no darle demasiada importancia.

"Seguramente ni le importa", pensó, encogiéndose de hombros. Siempre había querido irse de esa casa. No consideraba a Bárbara ni a John como su familia; para él, solo eran las personas con las que había tenido que vivir porque no tenía a dónde más ir. Ahora que tenía una oportunidad de escapar, no iba a desaprovecharla, aunque su corazón estuviera lleno de preguntas.

Mientras miraba a su alrededor, notó cómo Arián y Eros se movían con agilidad, organizando sus cosas, asegurándose de que no faltara nada. Ambos parecían tan tranquilos, pero Ilay sabía que ellos también debían estar nerviosos. Él intentó mantenerse sereno, aunque sus manos temblaban un poco.

"¿Cómo será vivir con ellos?", se preguntaba. "¿Qué pasará si no les gusta cómo soy? ¿Y si me arrepiento?".

Pero, a pesar de todas esas dudas, había algo que no podía ignorar: por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía respirar.

Arian se acerco a ilay con un conjunto de ropa, y viendo la negativa en el rostro de Ilay, no pudo evitar sonreír con algo de diversión. Sabía que el niño no estaba contento con la ropa, pero también sabía que necesitaba algo cómodo para el clima frío. Sin darle mucho espacio para protestar, se acercó con suavidad, pero de manera decidida, y comenzó a ponerle la ropa.

—Lo siento, Ilay, pero esto es por tu bien —dijo Arián, mientras con paciencia comenzaba a colocarle el conjunto. A pesar de la resistencia del niño, Arián lo hacía con cuidado, sin apresurarse, dejando claro que solo quería lo mejor para él, aunque no compartiera su opinión sobre la ropa.

Ilay intentó resistirse un poco, pero Arián, con una mezcla de firmeza y dulzura, no le dio oportunidad de que se escapara. Al principio, Ilay refunfuñó y cruzó los brazos, pero a medida que Arián lo vestía, comenzó a calmarse un poco. El calor de la ropa y el cuidado con el que Arián lo hacía lo hacían sentir, aunque un poco frustrado, más seguro y cuidado de lo que había estado en mucho tiempo.

—¡Esto es ridículo! —protestó Ilay, pero su voz sonaba menos firme que antes. Estaba claramente incómodo, pero en el fondo, sentía un pequeño alivio al ser cuidado por alguien que se preocupaba por él.

Arián lo miró con ternura, terminando de ajustar la capucha del conjunto con las orejitas de oso y le dio un leve toque en la cabeza.

—Te ves genial —dijo con una sonrisa amplia. No importaba lo que pensara Ilay, a Arián le encantaba verlo bien y, sobre todo, cómodo y protegido.—Es para que estés calentito, pequeño —dijo Arián con voz suave, intentando suavizar la situación. Pero se dio cuenta de inmediato que el conjunto de color verde con las orejitas de oso probablemente no era lo que Ilay tenía en mente.

Ilay frunció el ceño y bufó, claramente disgustado con la ropa. En su mente, eso era algo que solo los niños pequeños usarían. Él ya no era un bebé, no quería vestirse con algo tan infantil. 

No dijo nada por un momento, todavía con una expresión de desagrado. Pero al mirarse en el espejo, se dio cuenta de que, a pesar de lo infantil que le parecía la ropa, realmente se sentía bien. Era cálido y cómodo, y eso lo hizo sentir algo más tranquilo.

Eros se acercó con una sonrisa en el rostro, mirando a Ilay sentado en la cama, balanceando sus pies mientras hacía pucheros por el conjunto que llevaba puesto. El pequeño se veía tan tierno, con el traje de osito verde clarito que le habían puesto, que Eros no pudo evitar hacer un comentario juguetón.

—¿Qué osito más tierno tenemos aquí? Alguien ha visto a Ilay... creo que se lo tragó un osito de color verde —dijo Eros con tono divertido, mirando a su pequeño con ternura.

Las palabras de Eros hicieron que Ilay, a pesar de su mal humor por la ropa, no pudiera evitar soltar una risa. Su risa fue suave y tierna, algo que iluminó la habitación y suavizó el ambiente. Arián, que estaba cerca, también sonrió al escuchar la risa de Ilay, sintiendo una satisfacción inmensa al ver que, poco a poco, el niño comenzaba a relajarse y disfrutar de estar con ellos.

Ilay, aunque con una ligera mueca de vergüenza, no pudo evitar reírse. Esa risa, aunque pequeña, le dio una sensación cálida en el pecho, como si, por un momento, pudiera dejar de preocuparse por todo lo demás y disfrutar de la compañía de los dos adultos que, ahora, parecían quererlo de verdad.

—¡No me llamen así! —dijo Ilay entre risas, con una leve sonrisa que no pudo ocultar. Aunque todavía no le gustaba la ropa, el ambiente en la habitación le hacía sentirse algo más seguro y menos solo.

Eros se acercó, dándole una ligera palmada en la cabeza, y le dijo con cariño:

—No te preocupes, pequeño, se ve increíble. Pero siempre puedes hacerle un pequeño truco de magia y hacer que este "oso" desaparezca, si lo prefieres.

La risa de Ilay continuó, y esa pequeña interacción, aunque simple, marcaba un paso importante en su relación con ellos. Poco a poco, el pequeño se estaba abriendo a los cuidados y gestos de cariño, y aunque aún no lo aceptaba por completo, algo dentro de él comenzaba a cambiar.

Todo estaba listo para que se marcharan. Las cobijas estaban bien dobladas, sus juguetes ya estaban empacados en un bolso, y el ambiente en la habitación era una mezcla de emoción y nerviosismo. Ilay observaba desde la cama mientras Eros y Arián hablaban con el doctor, quien les entregó una bolsa con los remedios y vitaminas para él.

Ilay, sentado sobre la cama, abrazaba sus piernas con los brazos mientras miraba todo con una mezcla de curiosidad y algo de ansiedad. No podía evitar sentir un nudo en el estómago, pero al mismo tiempo, había algo de calma en ver a Arián y Eros preocupados por él, asegurándose de que todo estuviera listo para su partida.

Finalmente, Arián se acercó a él, con una sonrisa suave en su rostro. Se agachó a su altura y le habló con dulzura:

—Ya casi estamos listos para irnos, pequeño. ¿Cómo te sientes? —preguntó, con una mirada llena de cariño.

Ilay, un tanto confundido pero con una chispa de esperanza en sus ojos, levantó la cabeza y lo miró. A pesar de los nervios, algo en su interior le decía que era el momento de avanzar, de empezar algo nuevo.

—Un poco... nervioso —respondió, apretando su peluche con más fuerza. La idea de irse a un lugar nuevo lo asustaba, pero también lo emocionaba.

Eros le habían regalado un peluche de nemo de la película "buscando a nemo", días a tras ellos tres la habían visto, Ilay estaba tan emocionado por la película que no paraba de hablar sobre que parte le gustaba mas o que personaje era su favorito.

Arián sonrió y le acarició suavemente su meguilla.

—Lo entiendo, pequeño. Pero todo va a estar bien. Este es solo el comienzo de algo mejor.

El pequeño asintió, aunque su mente aún estaba llena de preguntas. Pero ver a esos dos adultos que lo cuidaban y lo hacían sentir especial le dio un atisbo de esperanza. Tomó la mano de Arián con un pequeño suspiro, y con ese gesto, sintió que, tal vez, por fin podría empezar a dejar atrás el dolor y la soledad que había sentido tanto tiempo.

Cuando estaba por cruzar la puerta miro hacía atrás y suspiro, se animo y espero de todo corazón no arrepentirse, no veía la hora de ver a Inti y ver como sería su nueva vida.

[......]

Bueno nos vemos mañana :) 

Vuelvo a Casa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora