Sorpresa, sorpresa

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Los dias fueron largos, entre entrenamiento y entrenamiento, pero lejos de desagradarme, me encantaba. Mis patines estaban ya ablandados y hacian tan facil el movimiento en pleno hielo... sin pensarlo, pasaron dos semanas. La competencia era en unos dias y no podia estar mas emocionada.
Mamá tendria una cena en casa con unos amigos y -lamentablemente- tendria que estar presente. No me habia percatado del compromiso hasta que una llamada interrumpio mi entrenamiento.
- ¿Hola?
-Mi chiquita, espero no hayas olvidado la cena de esta noche.
-Ehhh... ¿no?
-Magnifico, te espero antes de las ocho en casa duchada y vestida, en lo posible con uno de tus vestidos.
-Mamá, yo no...
-Ep, ep, ep, nada que mamá, es una cena importante y mas te vale estar antes de las ocho aqui.
Corte la llamada cansada de estas situaciones. Mi madre estaba obsecionada con prepararme citas con hijos de sus amigos, gracias a ello ya habia tenido que salir con chicos vanidosos y superficiales que se creian mucho por el dinero que sus padres poseian. Era mas pequeña, y desde que uno de ellos intento enamorarme y sobrepasarse conmigo, les dije que ya no soportaria mas sus falsas citas para mantener su fortuna y su supuesta reputacion.
A pesar de todo ello, mi madre lo intentaba, pero mas discretamente.
Mi entrenadora se acerco, mirandome severamente.
-Falta poco para el gran dia.
-Si, lo se.
Agradeci la sonrisa que se extendio en sus labios, Rosa, era mas que una entrenadora, el gran apoyo que me mantuvo atraida enormemente a los patines. En mi ciudad habian personas de todas razas y creencias, a pesar de lo pequeña que era. Rosa era mexicana y me encantaba ver lo que eso implicaba. Sus facciones, su cabello, su colorida ropa, todo. Tambien habia cierto encanto en las festividades a la que me invitaba, su familia me conocia y me mostraba las costumbres que habian arrastrado con ellos a mi querida ciudad.
-Vamos, muestrame la rutina por ultima vez y podras irte.
Sonrei poniendome en posicion inicial... la melodia del cello resono en mis oidos y comenzo el movimiento. Los saltos eran fluidos, lo sentia, las poses, los movimientos... senti el encanto del hielo inundandome y... eso era lo que mas amaba.
Llegue a casa y corri a ducharme. Sali del baño y agradeci que aun eran veinte para las ocho.
Me vesti sin mucha ceremonia, y debo admitir que con mucha suerte tuve el tiempo de secarme el cabello.
A las ocho en punto estuve en el comedor, relativamente bien presentada, al menos lo suficiente para que mi madre no enloqueciera.
A las ocho con diez minutos sono el timbre. Mi padre vestido en su mejor traje fue quien abrio la puerta mientras yo esperaba junto a mi madre al pie de la escalera.
Un grupo de tres personas se acerco, me mantuve con la cabeza agachada, para ocultar lo tedioso que esto me resultaba. Asi estaba bien, hasta que mi padre tosio claramente para que me enfocara en las presentaciones que venian.
-Querida- se refirio a mi madre- Ellos son la familia Accault. Alphonse es dueño de la cadena de joyeria del mismo nombre, Amélie es su esposa y el es su hijo André.
Me detuve a observarles... sus nombres eran franceses y eso era exactamente lo que ellos reflejaban, en una belleza y elegancia algo agresiva para mis ojos, al menos en la pareja que estaba tomada del brazo y que miraban a mi padre con una sonrisa delicada. El señor tenia el cabello liso en mechones dorados que acompañaban un rostro de facciones bien repartidas y ojos verdes parecia ser bastante amable. Su esposa parecia serlo tambien, ademas de ser muy bonita, quede impresionada por el encanto que demostraban sus ojos azules y el cabello castaño rizado que decendia por ambos hombros hasta el limite del chal que llevaba puesto.
No me habia atrevido aun a observar al joven y, -no sin cierto miedo a que fuera otro de esos mujeriegos que mi madre solia presentarme- me arme de valor para encontrar ante mi a un muchacho que... sin duda me quitaba el aliento.
Sus ojos eran de un penetrante azul marino, su piel era casi tan clara como la mia, sus facciones realmente encantadoras... su cabello en suaves ondas que llegaba hasta cubrir sus orejas de un suave tono castaño con brillo dorado... parecia atletico, y torcia sus labios en una sonrisa encantadora que no pude menos que imitar.
-Ellas son mi hermosa esposa Mary y mi pequeña...
Fue interrumpido por Nana que entraba al salón, quien saludo cortesmente y se posiciono a mi lado.
-Ella es mi querida madre, Katherine.
Me senti contrariada cuando mi nombre paso desapercibido, de alguna manera estaba aliviada pero, asi mismo, una.parte de mi estaba ansiosa porque ese hermoso hombre parado ante mi supiera de mi existencia.
Me encogi de hombros- claro que discretamente- y nos acercamos al comedor para que la señora Maritza, nuestra asesora de hogar, sirviera la comida.
Maritza era tambien mexicana, cosa que realmente me agradaba. Sobretodo que, aunque yo preguntaba demasiado, ella respondia mis preguntas sobre sus costumbres, festividades y tradiciones.
Nos sentamos a la mesa con cierta ceremonia innecesaria, listos para probar las delicias que Maritza nos habia preparado.
La verdad era que estaba realmente hambrienta, vivir a base de ensalada aun era dificil para mi, y contaba con el permiso de Rosa para comer lo que quisiera- aunque solo por esta noche-. Me costo mantenerme frente al humeante plato de pollo relleno, arroz arabico y ensaladas varias que se repartian a lo largo de la mesa.
Mire un momento a mamá, que vestia un traje de dos piezas de un color coral que le daba cierta vida a su palido rostro. Rei ante lo mucho que se habia arreglado para presentarse elegantemente a las visistas que hoy nos acompañaban. Y yo... que jamas podria compartir la elegancia que la caracterizaba segun sus amistades.
Me observe un momento en el dorso de la cuchara de plata... alli estaba yo, con un vestido en azul marino que mantenia mis hombros descubiertos, por lo que tuve cuidado de al menos de cubrir uno con mi cabello.
Sonrei al notar que mi padre daba la partida a la cena y comence a degustar- con cierta detencion forzada- el plato que tenia ante mi.
Mis padres y lo señores Accault se mantuvieron en festiva conversacion, lo que de alguna manera me hizo feliz. Me gustaba verlos compartir, sentirse plenos y felices.
Al levantar mi vista para espiar un poco al joven Andre, me paralice al notar que el ya lo estaba haciendo.
Me ruborice casi al instante mirandole, asi nos mantuvimos un momento hasta que el decidio romper el silencio.
-Disculpe, no escuche su nombre.
Casi senti que me derretia por su voz honda y su hermoso acento. Me recompuse al momento y me dispuse, nerviosa, a contestar.
- Mi nombre es Alice, es un placer.
-El placer es mio.
El corazon me dio.un vuelvo cuando vi la sonrisa que desplegaba, tan dulcemente.
Sin saber como, me vi sonriendo de la misma manera, llena de simpatia por el muchacho que se hallaba alli.
-¿A que se dedica señorita Alice?
-Por favor, solo Alice- Sonrei para hacerle sentir comodo ante mi peticion.
-Entonces usted solo llameme André.
-Estudio Nutricion y dietetica ¿y usted?
- Yo me dedico a dirigir las finanzas de la compañia de mi padre, soy ingeniero comercial.
-¿Puedo preguntar su edad?
Rio de buena gana antes de contestar.
-Tengo 23 años. ¿Y usted?
- Yo tengo un poco menos- Me detuve riendo- 19 años.
Me miro con simpatia y me dio tiempo de probar unos cuantos bocados.
-¿Que tal es su carrera?
-Pues... bastante buena, me agrada bastante. ¿Que tal son las finanzas?
- Digamos que no es tan malo como suena.
-¿No hay algo mas que le guste?
- Pues... me gusta dibujar- Se acerco un poco- pero es un secreto, mis padres no lo saben.
Sonrei. Esta charla era mas amena de lo que jamas pense.
-¿Y usted?
Me paralice un momento, dudando.
- No puedo decirselo... no hasta conocerle mejor.
Una mueca de confusion se dibujo en sus labios y no pude evitar sonreir ante este inocente gesto.
-Mm... esta bien, pero al menos digame si tiene novio, no quiero ocasionar problemas si intento verla otra vez.
-Para su comodidad, no.
Rei un poco hasta percatarme que no debia ser tan abierta con un completo desconocido, por muy guapo que fuera.
-¿Y usted?- Pregunte temblando en mi fuero interno.
-Tampoco, las mujeres suelen huir de quienes nos ocupamos de las finanzas por alguna razon nos ven como los cobradores bancarios.
Ambos reimos y nos mantuvimos charlando en medio de la cena, cosa de la que nuestros padres no se percataban, gracias al negocio que ambos señores planeaban para sus compañias.
Fue agradable la calidez que se desenvolvia entre nosotros... pero esto tendria un fin. Eso era lo doloroso de aceptar. Por mucho que me agradara... el no se dedicaria a pretender a una chiquilla como yo.
Suspire al notar en lo que me estaba metiendo.
El postre me reanimo, agradeciendo el pase libre para comerlo con todo el deleite que me habia estado reservando.
Luego de la cena, mamá y papá invitaron a los Accault a pasar al salon para servirse un café o algun licor. Agradeci que aceptaran encantados.
Mientras ellos se sentaron al centro del salon, junto a la chimenea, yo me ubique en un rinconcito que daba a la ventana.
Maritza se acerco con las tazas en una bandeja plateada y, un canastillo de galletas y dulcecitos para acompañar.
Sonrei cuando mi madre me llamo.
-Alice, ¿Puedes servirle el te de jazmin a la señora Accault, por favor?
Asenti en silencio, desplegando una sonrisa. El te era otra de mis pasiones, y mi coleccion era tan amplia, que a la semana no alcanzaba a probarlos todos. Era una delicia tomarlos y que mis padres se acordaran de mi ampliando mas y mas mi coleccion en sus viajes.
Me acerque con cuidado y un intento de elegancia que no sabria decir si funciono, y me ubique casi arrodillada junto a la mesa de té, tome la cajita de madera que Maritza habia traido y extraje una bolita que puse en la taza de la señora Accault.
-Por favor, observen la bolita en la taza-Dije, casi en un susurro.
Nana me miro sonriendo, mientras los demas se inclinaban para observar, mientras vertia el agua hirviendo y se habria el capullo dando lugar a una hermosa flor.
Estaba por levantarme cuando una voz llamo mi atencion.
-¿Podria servirme un poco a mi tambien, por favor?
André me miraba con los ojos brillantes, cuando asenti, repitiendo el procedimiento.
Al final de la cena sonrei ante la sorpresa que me habia llevado esta velada... ya queria que se repitiera...

Huellas en el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora