Comenzando el viaje de mi vida.

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Durante el trayecto pude conversar un poco con Alvín, parecía ser un buen chico, realmente era muy inteligente, y a él le gustaba verse como era. Porque usaba el cabello peinado, y utilizaba lentes grandes, lo que me gustó él, es que siempre te regala una cálida sonrisa.

—¿Entonces vienes aquí por una carta que escribió tu difunta madre? —preguntó Alvín mirándome fijamente, yo simplemente asentí —Eso suena bien, es bueno que quieras tener una buena educación y un buen futuro.

—Gracias. Supongo que es la mejor decisión que pude tomar —suspiré y me acomodé un poco en el asiento, es claro que no le había contado toda mi historia a Alvín, porque era un desconocido. Pero me gustó poder conversar un rato con él —¿Tú vas por obligación? —pregunté curiosamente. Él abrió un poco más sus ojos, y acomodó sus lentes.

—Realmente vine hasta aquí por gusto —respondió —La verdad es que vine a acompañar a un amigo que es como mi hermano. Él se llama Max, y es un buen skiador. Lo castigaron por no hacer sus tareas, y por nunca querer ayudar en casa, sólo le importaba divertirse, entonces... tuvo que venir aquí contra su voluntad —Alvín suspiro —Y como los dos somos como hermanos, decidí que no podía dejarlo aquí solo.

—Eso suena realmente tierno, es bueno tener amigos así de cercanos —sonreí. Hubiese sido lindo tener una mejor amiga, o una hermana, supongo que así no me hubiese sentido tan sola en la mansión Mitchell.

—Sí, siempre fuimos muy unidos —respondió Alvín —Detrás de ti, en los últimos asientos puedes ver a mi hermana mayor, Aby —me dí vuelta y vi a una chica rubia que llevaba audífonos, se veía realmente molesta —Ella no quería venir, pero cuando yo dije que vendría a acompañar a Max, la obligaron —explicó —Aunque sé que se acostumbrará, porque todos somos unidos.

—Sí, hay que darle tiempo —observé mi reloj y noté que ya habíamos cumplido cinco horas de viaje. Llevábamos cinco horas enteras conversando, eso me pareció un verdadero récord. Normalmente nadie hablaba tanto conmigo —¿Estamos cercanos a llegar? —pregunté con curiosidad.

—En unas dos horas ya estaremos en la estación —respondió —Pero después de la estación falta tomar otro transporte para llegar al internado, que se encuentra lejos cómo para ir a pie —me explicó. ¡Maldición! Había gastado la mayor parte del dinero en pagar el boleto del tren, ¿cómo podría pagar un taxi ahora? Ahora sí que estaba en problemas —Yo te llevaría, pero tengo el inconveniente de que el auto ya está lleno. Es simplemente un taxi, pero con las maletas, mi hermana, mi hermano y yo... creo que tenemos un espacio muy reducido.

—No te preocupes —sonreí con sinceridad —Encontraré la forma de llegar a tiempo.

—Te recomiendo no llegar tan pronto.

—¿Por qué? —pregunté confundida —¿Ocurre algo malo?

—Es que irás a un internado, tienes que disfrutar unos cuántos momentos de libertad antes de tener que estar encerrada todos los días de tú vida.

Suspiré. Observé la ventana y pude ver casas llenas de personas, paisajes hermosos llenos de árboles en los cuáles podría trepar durante horas. Entre tantas cosas, vi a algunos niños que corrían. Es cierto, renunciaría a toda la libertad, sólo para tener educación y así después convertirme en una persona útil, una triunfadora. ¿Valía la pena tanto sacrificio? Claro que sí, es lo que mamá hubiese querido.

—Tienes razón —le sonreí de nuevo —Gracias por tú consejo.

—La verdad es que yo tampoco quería renunciar a la libertad, atrás dejé muchas cosas. Pero creo que el futuro es algo que uno tiene que formar desde la juventud, por eso es bueno ser responsable.

—Sí, por eso hay que sacrificarse —ambos suspiramos y empezamos a mirar por la ventana. Yo estaba llena de pensamientos, me sentía completamente confundida... ¿los cambios siempre serían completamente buenos? No lo sé, sólo espero estar haciendo las cosas bien.

—...—

Alvín tenía tanta razón. Habían pasado dos horas desde que nuestro tren llegó a la estación. Al bajar nos despedimos con un "Te veré luego". Tuve que llevar mi maleta por entre medio de mucha gente, agradecía que era una maleta con ruedas. Lo único extraño es que la estación estaba completamente llena. ¿Acaso Londrés siempre era tan transcurido? ¿Cuántos compañeros habría en ese lugar? No lo sé. Observé que había unas cuántas tiendas, en algunas vendían comida —dulces sobretodo—, y en otras ropa —donde se veían muchos vestidos en la ventana— y en otras creo que pude ver cuadernos. Que era lo que me faltaba... simplemente llevaba uno, pero bueno... supongo que con eso me bastaría.

Seguí caminando, vi como pasaban las tiendas y veía algo de civilización. Pude ver que aparecían árboles, y no había tanto movimiento. Al ver que no venía ningún auto, decidí correr hacia uno de los árboles más grandes, para poder llegar a la cima. Empecé a correr, pero tuve que detenerme en seco. Porque de un momento a otro, ¡casi me atropellaban!

—¡Fíjate! —grité llena de miedo y de rabia. Pero como siempre... ¡con ganas de pelear!

—...—

Mi madre me había obligado a ir a ese maldito lugar, ¿bajo que precio? No lo sé. Pero tanta insistencia me pareció anormal. Tuve que ir con un GPS instalado en mi auto de color negro. Había sido un regalo de cumpleaños. Tuve que manejar durante horas, mi con malhumor. Realmente, no veía sentido a manejar si teníamos un avión privado. Pero Stormie había insistido tanto que no me quedó otra opción más que aceptar esa oferta. La verdad es que, siento que ella trama algo, y siento que en ese internado no encontraré nada más que desgracias, que todo saldrá mal. Creo... creo que tendré una sorpresa.

Decidí tomar un poco de Coca—Cola después de unas cuántas horas manejando, porque realmente, la furia me daba sed, y como no veía a nadie en las calles. Me agaché y saqué una lata de bebida, pero en eso... ¡alguien se atraviesa en la calle! Pude haber matado a esa persona, pero alcancé a frenar justo a tiempo.

—¡Fíjate! —gritó esa persona.

No pude creer quién era, pero desde ese momento, era una chica irreconocible. Ya la conocía un poco, así que... suspiré con resignación. ¿Qué hacía ella en Londrés?

Bajé la ventanilla del auto, y ella me miró sorprendida.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó mirándome fijamente —¿Acaso me seguiste, pervertido? —me quería golpear con su maleta, pero alcancé a cerrar la ventana. Ella seguía golpeando mi auto, creo que por el susto, pero podía escuchar levemente sus maldiciones, realmente era una chica graciosa.

Cuando vi que ella se calmó un poco, volví a bajar la ventanilla.

—No te he seguido, ni siquiera sabía que tú estarías aquí. Creo que los dos nos hemos tomado por sorpresa —dije con tranquilidad, acercando el auto un poco más a la esquina, ya que empezaban a pasar más autos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó ella.

—Simple, vengo al colegio.

—¡¿Qué estás diciendo?! —ella pareció gritar, eso me causó gracia. ¿Por qué estaba tan alterada? —Por favor, no me digas que vas a un Internado llamado Santo Tomás, por favor dime que no.

—No... —respondí, ella suspiró —Vine a aprender a comunicarme con los extraterrestres, porque dicen que es algo fácil de hacer —dije con sarcasmo —Claro que vengo a ese internado, es el mejor de por aquí —respondí frunciendo el ceño. Pero... ¿cómo es que ella sabía de ese internado? Si ella no es millonaria, no tiene tanto dinero como yo. Mm... algo no huele bien.

—¡Im-po-si-ble! —gritó ella con melodrama y tiró su maleta al suelo —¡No puedo creer que seremos compañeros! —pateó una roca.

Con esa revalación, me tiré contra el manubrio provocando que la bocina comenzara a sonar sin detenerse. ¿Ella y yo estaríamos tan cerca? ¡Mierda! No es que Laura me caiga mal, es sólo que... es odiosa, aunque en ocasiones puede ser simpática. Simplemente, es extraña.

Creo que éste sería un largo —larguísimo— año.

Un amor de ensueño.Where stories live. Discover now