Vida In-Acabada

22 2 0
                                    

Te intentaba alcanzar pero no podía. Te desvanecías cada vez que lograba estar cerca de ti. Aparecías más adelante, con los hombros desnudos pidiéndome que te salvara, que llegara a ti. Nunca te alcanzaba y te perdías para siempre en la inmensa noche. Despertaba asustada y con el corazón a cien. Me levantaba suavemente de la cama y buscaba agua. Veía la foto que tenía de ti en la nevera y la besaba. Y deseaba con todas mis fuerzas que nunca hubieses sido tú, sino yo.

Los recuerdos me asaltaban. El sabor de tus labios, el aroma de tu cabello cuando estabas recién bañado y la textura y calor de tu piel. Tenías pequeñas ampollas en las manos porque estabas colocando tu mismo la cerámica nueva en la casa... Odiabas que extraños entraran en nuestro mundo privado.

Aquella noche habíamos salido y como siempre habíamos peleado. No era algo inusual entre nosotros. Tu siempre habías sido Cáncer y yo Aries. Completos opuestos. Habría deseado jamás haberte dicho las cosas que te dije, desearía haberte amado aquella noche y tal vez hoy, aún estarías en mis brazos. Me molesté tanto contigo que me fui con una amiga y te dejé. Primer error, aquel que había jurado nunca cometer. Abandonarte. Dejarte solo a merced del mundo sin mí a tu lado. ¿Quién iba a esperarse el desenlace que sucedió aquella noche? Te fuiste caminando solo a la casa, sin un rastro de alcohol en la sangre. Nunca dudé de eso. Sabía que no habías tomado y luego la autopsia lo confirmó. Nunca tomabas sin mí; era una especie de acuerdo tácito que teníamos. De aquellos que existen pero que no se tienen que decir.

Nos comunicábamos así. Con acuerdos en silencio, miradas comprensivas, pellizcos, mordiscos y besos. Muchos besos. Creo que nunca nadie beso a otra persona tanto como lo hiciste conmigo. Me besabas a toda hora. Así yo estuviese molesta o enferma, triste o feliz, tú siempre me besabas. Y besarte era la luz.

Tomaste una ruta oscura. Siempre tan temerario, buscando riesgos innecesarios. Pero yo te comprendía. Si yo me encerraba en mi misma e implosionaba hacia dentro, tú lo hacías hacia afuera. Sé que peleaste con todas tus fuerzas, pero también sé que no hay fuerza capaz contra un arma de fuego. Cuando el casquillo toco el suelo, tú ya no eras parte de este mundo. Te dejaron tirado al lado de una cuneta. Tardaron casi 12 horas en encontrarte. Debí haberlo imaginado en el momento cuando despertándome, no vi ninguna llamada tuya. Tuve que ir a la morgue a reconocerte y no me dejaron ni siquiera acomodarte un mechón de cabello que caía sobre tu rostro.

A decir verdad no recuerdo nada de esos días. Mi mente lo ha ido borrando poco a poco. Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados que no podía haber previsto jamás. No sabía cómo continuar. Y sigo, sigo sin saber cómo continuar. Sigo sin saber que hacer sin ti. A veces llamo a tu teléfono solo para volver a escuchar tu voz. No puedo borrarte. No puedo borrar las fotos, las notas de audio, los recuerdos. Estas grabado en mí. A fuego.

No puedo cambiar lo que paso. No puedo recuperarte. No puedo volver a tenerte. Daría mi alma por volverte a tener un solo día, por volverte a ver, por volver a escuchar tu risa y recrearme en tu cuerpo. Decirte lo mucho que te amo, lo mucho que te adoro.

No sé cómo avanzar. No puedo abrir la puerta por el temor a que venga un oficial uniformado. "¿Podría pasar? Lamento mucho lo que tengo que decirle, sería mejor que nos sentáramos...". ¿Cómo se continua? ¿Qué se supone que haga sin ti? Una vez te dije que no quería respirar si ese aire no era compartido contigo. Creo que duele tanto porque por fin estábamos alcanzando todas nuestras metas. Por fin estábamos construyendo una vida... Nuestra vida.

Nuestra vida que ahora no es más que un sueño roto en un mar de olvido. Tu vida acabada y la mía in-acabada. 



Relatos Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora