Mar

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El mar estaba embravecido. Chocaba contra el rompe olas sin piedad. Por suerte a la piedra poco le importaba eso. Tal vez era porque ya anochecía o porque el mar, tan revuelto como estaba, no se notaba casi la diferencia de colores, esa que existe entre la parte profunda del mar y la parte no tan honda que esta más cercana a la orilla. No había fin. El azul oscuro dominaba todo el paisaje, aún cuando yo hubiese visto un barco en lo que pensaba que era el fin, ese barco a su vez veía muchísima mas agua, muchísimo mas mar. 

El mar continuaba. Sin dudar. Por kilómetros y kilómetros. 

Escuche a lo lejos las camionetas y carros con la música a un volumen demasiado alto, las personas bebiendo demasiado. 

Habrá muertos mañana, pensé con gracia. La muerte no me daba miedo. Yo ya estaba muerto. Yo ya estaba lejos y nadie por mucho que quisiera podía rescatarme. Perdido e inalcanzable, como el mar pensé con gracia nuevamente. 

Me gustaba el rompe olas. Los cangrejos que se escondían y salían cuando pensaban que no los estaba viendo todavía. Algunas personas son así, con miedo a salir delante de los demás, con miedo a mostrar que son y por eso se esconden. 

- Vaya.. Estoy hecho todo un filósofo hoy, debe ser toda esta situación pre-mortem que lo pone a uno pensativo...

Me levante y me estiré un poco. Abajo las olas seguían chocando implacables contra el rompe olas. 

Tenia nervios claro, como todos los que van a cometer un pecado del cual saben que no hay salvación. 

- Bueno, no hay porque alargar más las cosas...

Y me lancé, me lancé al mar que me esperaba ansioso con los brazos abiertos dispuesto a tragárme entero, al mar lleno de espuma y revuelto. 

Pensé que ójala no me fuese al infierno, que si Dios era bueno y misericordioso me permitiría quedarme en el lugar donde había elegido morir. 

El mar. 

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