Mira como corre el río. Ve el agua deslizándose sobre las piedras y sabe lo helado que está. Se voltea y mira la tienda en la cual acampó la noche anterior. Siente una punzada en el corazón y se lo achaca a una arritmia que ella jura tener pero sabe que es inexistente. Comprueba en el reloj la hora y empieza a recorrer el camino de regreso a la tienda o se le hará tarde. Esta noche tiene guardia.
Cristina llega a su casa cansada, se desnuda y se mete en la cama. La corroe la culpa y la verguenza; siempre le pasa después de haber acampado. Mira su reloj de nuevo y coloca una alarma para dentro de dos horas. Saca un pequeño cuaderno que guarda debajo del borde del colchón y anota algo, un guión y un pequeño corazón al lado; lo guarda de nuevo. Se queda profundamente dormida. Sueña con sangre y se ríe en el sueño; la risa atraviesa la barrera onírica y de sus labios brota una risa suave, casi melodiosa.
Lleva seis de las doce horas de guardia que tiene que cumplir. Por ley le toca un descanso de media hora pero no lo necesita. Sigue revisando a los pacientes en el ala de oncología del hospital. Comprueba los micro y macro goteros, que las vías estén bien tomadas y que los enfermos estén bien abrigados. Algunos le agradecen, otros se molestan de ser interrumpidos y otros, no muchos (gracias a Dios piensa Cristina) ni siquiera se dan cuenta de que ella ha entrado en la habitación. Al terminar la ronda se sienta en la sala de descanso vacía y decide que vera las fotos que tomo de su ultima acampada. En la primera foto de una vez la asalta la culpa. Y también la fatiga. Tiene cuarenta y ocho años y siente que ya esta demasiado vieja para esos trotes. Al contemplarse las manos se da cuenta de que debajo de una de las uñas tiene un poco de sangre seca. Se la mete en la boca y se la limpia con los lengua y al hacerlo, los recuerdos le llegan como una avalancha y cierra los ojos para saborearlos mejor. La dulce carne deslizándose entre sus dedos manchados de sangre, los gritos estridentes convertidos en leves murmullos, los ojos que, empañados de lagrimas, suplican misericordia por una ultima vez... La saca de sus cavilaciones el fuerte pitido que emite el busca personas. Corre a la habitación indicada y entre un equipo completo logran reanimar al paciente. Por primera vez desde que llego a la habitación observa el rostro casi azulado de la persona que tiene enfrente. Un hombre, de unos veinte a veinticinco años, blanco; tiene una sombra debajo de la barbilla por una barba de por lo menos dos días. Cuando todos se retiran ella se queda para poder revisar mejor su historia. No tiene ningún familiar, ningún amigo. Otra alma perdida a la buena de Dios. Ni siquiera figura un número telefónico o una dirección. Lo observa con mas detenimiento. Es precioso, piensa para si misma. Cuando termina la guardia se dispone a movilizarlo y le dice a sus compañeros que le dará un baño. A nadie le importa y mas bien se alegran ya que a nadie le gustaba bañar. Lo aseó y le acarició los cabellos. El, con un fino hilo de voz le dio las gracias. Ella le contesto que le daría un paseo por la ciudad, que su guardia había terminado. El aceptó de buena gana. Lo colocó dentro de una ambulancia y empezó el largo recorrido de la noche. Al final, parados enfrente de un puente se besaron. Luego en la parte de atrás de la camioneta hicieron el amor. Ella preguntó que si le importaba que fuesen al bosque, el dijo que no.
Ella observa como corre el río. Ve como el agua se desliza por sobre las piedras. Coge con la mano un poco de agua y se la lleva a los labios. Helada. Llega a su casa y se desnuda, saca el pequeño cuaderno y vuelve a anotar. Algo, guión, pequeño corazón. Antes de dormir prende la tv y mira el noticiero. Observa como en grandes letras negras con un fondo amarillo dicen que el asesino serial del momento ha vuelto a atacar, dejando otra víctima en los límites del bosque. Aparece un oficial de policía diciendo que tienen un perfil bastante seguro del asesino. Comienza a dictarlo. Hombre, blanco, de entre 30–40 años, posiblemente musculoso ya que los actos que comete requieren de gran fuerza física. Apaga la tv y se ríe. Se toca su clítoris, como asegurandose de que esta ahí, observa el color moreno de su piel y se toca las costillas por sobre la franela. Comprueba el reloj y no coloca ninguna alarma. Esta noche no le toca guardia. Si alguien la estuviese viendo, vería como Cristina se ríe dormida.
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Relatos Sin Nombre
Cerita PendekRelatos Sin Nombre son una serie de relatos sin conexión entre si... ¿O si la tendran? Todos tratan sobre diversos temas como el amor, las relaciones, la muerte, el sexo, la lluvia, la violencia, entre otros. Si comentan significaría el mundo para...