Relatos Sin Nombre

Demasiado tarde

Demasiado tarde

Se dio cuenta demasiado tarde de su error. Había permitido que su presencia calara hondo en su cuerpo y toda su esencia había tomado posesión de su sistema. Se encontraba pensando en ella a menudo, cuando estaba solo sentado en su oficina. La veía a ella sentarse frente a él y tomarle la mano mientras le dedicaba una de esas miradas que la hacían parecer más vieja. Se había jurado a si mismo que él no servia para eso, que el amor en pareja era uno de esos misterios que, aunque había intentado resolver, se le presentaban imposibles, y había elegido con paz en el alma, encontrar el amor pasajero en cualquier amante de turno que le proporcionara una anatomía en la cual deleitarse y una conversación mas o menos productiva. Pero con ella las cosas eran diferentes; sus silencios en persona lo desconcertaban, su inteligencia en el fondo lo atemorizaba y esas miradas puras de amor que le dedicaba lo asqueaban, lo hacían sentirse sucio.

Siempre se había regodeado y alimentado con el amor y la admiración que los demás le conferían pero en sus ojos jamas encontraba eso. Solamente era capaz de ver fuego y hielo. Por dentro su cuerpo quemaba por el calor y su humedad lo recibía como la vieja amiga que era. Por fuera también su contacto quemaba por el frío que emanaba y ella parecía siempre suspendida en un eterno cuadro de hipotermia.

Decidió alejarse de ella para protegerse, sus razones y argumentos egoístas. Y ella como siempre comprendió. No lo busco en la oscuridad y encontró refugio en otros brazos que no eran de él. Y a él no le importo como no le importaban demasiadas cosas en la vida.

Pero había momentos donde recordaba aquella ultima conversación que había tenido con ella y la piel se le erizaba.

. . .

-¿Te has enamorado alguna vez? — Había preguntado ella.

- ¿Sí y tu?

- También. Cientos de veces.

- Eres muy joven para haberte enamorado cientos de veces.

- Es lo que hay.

- No has vivido suficiente.

-Imposible. Imposible vivir suficiente cuando siempre has estado muerta.

. . .

Continuaba sentado en su oficina meditando, pensando, que si le hubiese dado la oportunidad tal vez ambos podían haber vivido muertos en vida juntos.

M. Figuera