Preguntas y respuestas
Observa el tacómetro del carro. 92 Km/h. Mientras pisa el acelerador para poder llegar a los 100 se queda pensando en las mismas, eternas preguntas... ¿Por qué no le dijo que lo quería? ¿Por qué tenía tanto miedo?
Asir llega a la entrada de su apartamento y abre la puerta. Logra llegar hasta el baño y a oscuras abre la regadera. Se quita la ropa con movimientos mecánicos y se desnuda. Se mete debajo del chorro de agua caliente y permite que este borre los vestigios de todo lo que acaba de suceder. El recuerdo de su piel contra la suya la asalta y busca apoyo en la pared porque siente como flaquean sus piernas.
Él la arropa con todo su cuerpo y ella responde. Se funden en un abrazo y ella busca su frente para besarlo. En ese momento jura que le dirá, que no va a importar lo que él piense, ella le va a decir cuanto lo quiere. Pero la sombra del temor aparece y es incapaz de pronunciar una palabra... Un segundo después él ya se ha soltado y la ha dejado de lado. Asir mira entonces al techo prestando atención a los colores que cambian debido al reflejo del televisor. Piensa que quiere gritarle. Exigirle que la quiera, que se lo merece, que le de la oportunidad de demostrarle que ella es, sin duda alguna, el amor de su vida. Pero solamente lo piensa. Jamás sería capaz de pedirle nada. Pero le hubiese gustado decirselo o por lo menos decirle cuanto lo quería... Antes de irse para siempre.
Asir ya lo había pensado. No podía continuar encontrándose con él, simplemente no funcionaba. Era rozar el paraíso con los dedos para bajar en picada y estrellarse contra la realidad. Y el constante vuelo la había agotado.
Quería quedarse a vivir en el paraíso. Pero eso no era parte del trato, nunca lo había sido. Solamente podía aspirar a ese roce efímero. Y había descubierto que no le gustaba compartir. No su cuerpo, porque al fin y al cabo ella también daba su cuerpo a otras personas; no era más que una carcaza, una cortina de humo. Lo que no quería compartir eran sus secretos, sus anécdotas de la infancia, los pequeños detalles de su vida y las cosas que, en silencio, los hacían reír a ambos. Guardaba celosamente en su alma momentos brillantes a su lado y la idea de que alguien más lo hiciera la hacía sentirse sin valor.
Cerró el grifo y logró salir a tientas de la ducha. Se envolvió en el paño y se preparó una taza de té. Al sentarse en el sofá con las puntas del cabello todavía chorreando, la taza de té humeante sobre el posavasos en la mesa y encendiendose el primer cigarro en las últimas dos semanas respondió mentalmente a sus preguntas. Las mismas, eternas respuestas.
Por que él jamás le correspondería. Y porque si él llegaba a rechazarla ella no sería capaz de soportarlo.
M. Figuera
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Relatos Sin Nombre
Historia CortaRelatos Sin Nombre son una serie de relatos sin conexión entre si... ¿O si la tendran? Todos tratan sobre diversos temas como el amor, las relaciones, la muerte, el sexo, la lluvia, la violencia, entre otros. Si comentan significaría el mundo para...