Relatos Sin Nombre

Choques Estelares

Cuando una diminuta partícula explotó y el mundo fue creado, yo ya te amaba. Y, cuando los planetas colisionaron y los primeros agujeros negros empezaron a existir, yo ya era completamente tuyo.

Recuerdo haberte divisado a lo lejos en el infinito espacio y recuerdo también que quise chocarme contra ti. En aquel momento, donde el caos se esparcía y el orden intentaba poco a poco abrirse paso entre nosotros, yo ya quería estar a tu lado, y, sin saber muy claro si ella me oía o no, le pedí con todas mis fuerzas a la estrella en la cual estaba que me llevara junto a ti.

Al parecer mi estrella me oyó porque se encaminó directamente hacia la tuya. Cada momento que pasaba sentía que estaba mas cerca de ti y hervía de emoción cuando pensaba en que podría acariciarte en muy poco tiempo.

Claro... Lo del tiempo es relativo. Llegar hasta ti me tomó muchísimo tiempo si lo colocamos en las medidas que hoy en día se manejan. Sería correcto decir que me tomó algunos millones de años llegar a ti. Pero en aquel momento el tiempo era un concepto que todavía no se había inventado, así que, a mi todo me parecía rápido y alucinante. Eramos los primeros en presenciar lo que era el mundo, lo que era una estrella y lo que era todo un universo... ¿qué iba a importar un tiempo que solo nos iba a limitar la existencia?

Por fin después de lo que pareció una eternidad y al mismo tiempo unos pocos segundos llegué a tu lado. ¡Cuánto dolor sentí al ver que jamás podría tocarte! Que tonto fui al pensar que uno solo puede agarrar y salir de su estrella así como así. Pero tú no te amedrentaste. Me preguntaste directamente quién era y de dónde había venido. Te respondí; dije que venía de más o menos "de por allá" y señalé en la dirección de la cual yo creía que había venido.

- ¿Y por qué has venido?

- Porque... el amor que siento por ti sobrepasa mi existencia completa. - Respondí con toda la franqueza que puede poseer alguien atrapado en una estrella.

- ¿Amor? ¿Qué es el amor?

- Lo que siento por ti.

- Descríbelo.

¿Cómo iba yo, un simple ser en el nacimiento de su existencia, saber explicar lo que era el amor? Pero te lo intenté explicar de la mejor manera.

-¿Ves el caos a nuestro alrededor?

- Si.

- Eso es lo que siento por ti. Como si millones de planetas y partículas me sacudieran cada vez que te veo. Como si todo el fuego y el hielo del universo se anidara en mi interior e irrumpiera en mí cada vez que pienso en ti.

Recuerdo que la estrella en la cual estabas tomó una tonalidad rojiza y me pregunte a mi mismo, azorado, que significaría eso. Te pusiste cerca de mi, todo lo que las estrellas permitieron y con voz trémula me hablaste.

- Yo siento algo parecido. Pero no sabría como explicarme porque las palabras para esto todavía no han sido inventadas. He permanecido aquí, en este rincón lejano porque no quiero colisionar con nada. No quiero que nada me golpee y me convierta en otra cosa. Pero contigo... Contigo siento que podría chocar una y mil veces y nada en este nuevo mundo me haría más feliz.

Hoy te vi en la tienda donde compro los artículos para el hogar en rebaja. Sentí que el mundo temblaba bajo mis pies y por un momento creí que ocurriría un terremoto. Pero no, porque nadie más pareció notar el terremoto. Solo yo. Observé tu cuerpo y sus curvas, tus facciones y el color de tu cabello. Pero no estuve totalmente seguro hasta que tus ojos se encontraron con los míos. Fue ese el momento en el cual sentí que nuestras estrellas por fin chocaban de nuevo y como todas mis dimensiones se desmoronaban. Me sonreíste... (Luego me confirmaste que tú también habías sentido lo mismo que yo.)

Veníamos del mismo polvo y agua. Los planetas observaron nuestra colisión en silencio, asintiendo de la misma manera que lo habían hecho miles de millones de años antes. Estábamos destinados a estar juntos, porque así lo habíamos decidido cuando el mundo todavía estaba comenzando. Estábamos destinados a estar juntos porque veníamos de estrellas que habían chocado y que jamás iban a dejar de chocar.