Encierro

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Miles de manos amenazaban con cogerme. Corría a través de metros y metros de un pasillo interminable y cada vez que me volteaba la enorme masa de manos negras parecía estar más cerca. De la nada me vi en otro lugar, una ciudad sin nombre que se abría a mi vista. La masa ya no estaba. 

Comencé a recorrer la ciudad. Una ciudad común y corriente llena de cosas y personas comunes y corrientes. El cielo estaba de un gris sucio y en la lejanía se podían escuchar los sonidos que indican que una tormenta se viene. Entré en lo que parecía un edificio abandonado y llegue a un jardín.

Rosas y lirios estaban por todas partes. Podía ver un pequeño charco y un pequeño puente. Hacia los lados habían bancos y prácticamente no podía ver el final. Me pregunté como un lugar así existía dentro de un simple edificio.

Me senté en uno de los bancos y comencé a admirar el paisaje. Un verde dominante que estaba manchado de pequeños puntos de colores. El rojo y blanco de las rosas. Lirios de todos los colores. Tulipanes rosados. Amapolas y margaritas sobre todo. Aquello era una verdadera obra maestra que alguien había plantado. Cerré los ojos recostándome del banco y me deje abandonar a un ligero dormitar que no debió durar mas de unos minutos. Cuando abrí los ojos lo primero que pude observar fue la oscuridad. Todo estaba oscuro. 

Al comenzar a darme cuenta donde estaba vi que seguía en el jardín, excepto que este ahora era infinitamente largo y que parecía no tener fin. Y el otro detalle es que ya no era hermoso ni resplandeciente. Estaba en llamas.

Nubes de polvo, cenizas y humo subían hacia un cielo totalmente negro en el cual no había ninguna estrella que pudiese salvar el horrible paisaje. 

Y entonces lo note. La masa de manos descansaba a mi lado en el mismo banco que yo, parecía que estaba durmiendo. Intente levantarme lo más silenciosamente posible de aquel banco y salir a correr fuera del alcance de ese monstruo. Al comenzar a levantarme la masa se quejo pero pareció que seguía durmiendo así que seguí incorporándome en silencio y con una calma apurada. Al terminar de levantarme y despegar el ultimo centímetro de mi cuerpo del banco este crujió. Crujió tan fuerte que hasta en el otro lado del mundo lo pudieron haber escuchado.

La masa despertó y la vi, dispuesta a enfrentarla. Cuando hablo con su boca llena de dientes blancos me asuste al escuchar que su voz era mi voz.

- Hola. - Me dijo sin mirarme a la cara. Si es que esa cosa tenia cara. 

- Hola...  - Respondí por lo bajo.

- ¿Como has seguido? ¿Encerrada todavía?

- Bien y si, encerrada todavía. 

- ¿Y cuando piensas salir?

- Estoy en eso...

- Me temo llevas demasiado tiempo en "eso".

Intente balbucear una excusa pero una de las manos me tomo firmemente y me alzó completa hasta quedar delante de la boca de la masa. 

- No puedes seguir en "eso".

- Lo se, necesito más tiempo es todo.

- No, para ti ya no hay más tiempo. 

Me acercó hacia su boca y me engulló; grité y pateé pero sentí que las mil manos que tenia me golpeaban desde afuera hacia adentro y de la nada, deje de sentir. Ahora estaba perdida en la oscuridad de la masa. Escuche a lo lejos su risa y como se relamía los labios. 

Me desperté sobresaltada y asustada. Un sudor frio me recorría todo el cuerpo aunque no tenía forma de secarmelo. Me sople los mechones pegados de la cara sin mucho éxito. Tarde poco mas de minuto y medio en darme cuenta de en donde estaba. Estaba en mi torre encerrada. Vi sin mucho cariño la camisa de fuerza que tenía puesta y decidí que debía portarme mejor para hacer que me la quitaran pronto. Vi por la ventana que entrada un poco de luz de los faros con los cuales iluminaban las salidas del sanatorio donde me encontrada, famoso por sus maravillosos resultados y su "maravillosa" lobotomía. Me volví a acostar en mi cama con un calor fastidioso pero pronto me dormí. 

Al día siguiente el médico fue a verme, a mi su paciente mas "inestable" como les gustaba llamarme. La verdad es que les hubiese gustado llamarme loca y psicópata, términos que hasta yo misma sabia que me encajaban a la perfección. 

- ¿Cómo te sientes hoy? - Me preguntó en un tono de amabilidad infinita.

- Todo bien aunque sigo encerrada en la camisa de fuerza.

- Todo a su debido tiempo, pronto podrás salir y estarás mejor, como los otros pacientes en el camino al éxito. 

- Menudo camino al éxito si apenas recuerdan quienes eran después de las "intervenciones" suyas. - Respondí con todo el odio que pude reunir. 

- Intervención que tu ya habrías recibido si no fuese por tu tutor que todavía creé que hay algo salvable en ti. - Me dijo con condescendencia, como si quisiese hacerme ver que todo era mi culpa.

- Salvable nada, dinero. Dinero que no le da la gana de pagar por que Ud me meta un clavo en un ojo directo a mi cerebro. 

No respondió. No era necesario. Me cambio el tema. 

- Sabes que todo esto se puede resolver. ¿Has hecho los ejercicios que te he mandado?

- Estoy en eso...

- Me temo llevas demasiado tiempo en "eso"...

Me sobresalté al escuchar que eran las mismas palabras de la masa de mi sueño. Una coincidencia nada mas, no era para que me pusiera paranóica. Mientras pensaba eso, escuché algo que me heló la sangre.

- No puedes seguir en "eso". 

No respondí, sabia que si me quedaba callada todo pasaría, el sueño pasaría y todo estaría bien. Porque tenia que ser un sueño. Porque era imposible que dijese las mismas palabras.

- Me temo, que se te ha acabado el tiempo. 

Lo miré. Vi que ya no era el mismo. Miles de brazos salían de el, miles de manos dispuestas a atraparme. Una de ella me agarró. Forceje con ella hasta que me rendí. Maldita camisa de fuerza, pensé con amargura. 

- Dame más tiempo, mejoraré lo prometo. 

- Para ti, ya no hay más tiempo. - Sentencio. 

Y esta vez ella no me engullo a mi sino yo a ella. La masa se metió en mi y se dejo caer, creándose un hogar dentro de mi. Ahora yo seria la masa, la ejecutora. 

Y me di cuenta de que no estaba soñando y que jamás, jamás había estado soñando. 

Relatos Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora