Existe una ciudad, en la cual existen cientos de calles. En una de ellas hay un edificio, donde se encuentra un pequeño apartamento y en una de sus habitaciones estas tú. Te veo sentado en la silla de tu escritorio, escribiendo interminablemente, encadenando cigarro tras cigarro. Noto la tensión que atraviesa tu cuerpo y el cansancio que asola tu mente. Y desearía estar ahí.
Salgo a la calle todos los días con la esperanza de verte, de encontrarte... E imagino las cosas que te diré apenas te vea; cómo te voy a retar y te voy a pedir explicaciones sobre cómo terminaron las cosas entre nosotros. A veces simplemente imagino que al verte corro hacia ti, te sostengo entre mis brazos y te beso hasta que se nos acabe el aire. Otras veces corres tú hacia mi.
Pienso y anhelo ser el objeto de tus escritos, la inspiración que te mueve, aquello que siempre quise ser pero que nunca fui. ¿Cómo vuelvo a tenerte entre mis brazos, escuchando los cuentos que nacen en tu mente?
Pero recuerdo también que fui yo la que te pedí que no te quedaras y cuando me preguntaste el por qué simplemente contesté que mi barco se estaba hundiendo. Y tú, en contra de todo, te quedaste, a pesar de que te hacía daño y de que solamente podías encontrar sufrimiento a mi lado. Y yo lo permití porque... ¿Cómo no iba a hacerlo?... ¿Cómo no iba yo a aceptar tu compañía? Te buscaba cada vez que quería y jugaba constantemente contigo. Sentía celos de todo aquello que se atreviese a respirar cerca de ti, quería ser lo único en lo que pensaras, la única cosa que desearas. Y el precio que tuve que pagar por eso simplemente fue demasiado alto. Cuando me dijiste que te ibas no lo podía creer.
Recuerdo haberme burlado y luego también haber llorado, delante de ti, sin ninguna máscara. Pero era demasiado tarde. Mis lágrimas jamás podrían haber sanado esto.
Y luego, de la nada, vino el silencio. Me quede en un mundo donde no existía ruido. El sonido de tu risa se había apagado y las vibraciones sonoras que generaba constantemente tu cuerpo ya no estaban. Fue como haberse quedado sorda. De un momento a otro todo sonido había cesado. Ni la lluvia ni la nieve se oían al caer. Los carros solamente se desplazaban, sin oírse, apenas produciendo un murmullo lejano que a veces podía jurar, era imaginario.
Han pasado muchos días desde aquel en que te fuiste. No creo que te vuelva a encontrar porque aunque esté en esta ciudad, con sus cientos de calles, ninguna me conduce a ti. Me queda solamente esperar... Esperar que algún día los sonidos vuelvan, el murmullo aumente su volumen y que con eso, también regreses tú.
M. Figuera
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Relatos Sin Nombre
ContoRelatos Sin Nombre son una serie de relatos sin conexión entre si... ¿O si la tendran? Todos tratan sobre diversos temas como el amor, las relaciones, la muerte, el sexo, la lluvia, la violencia, entre otros. Si comentan significaría el mundo para...