Capítulo cuatro

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Había llegado la tarde y mi estómago comenzaba a rugir. Bajé a buscar a Roberta para preparar algo de cenar, pero no la encontré por ningún lado. Bien, esto de estar sola en casa se estaba haciendo costumbre.

Aproveché la ocasión para llamar a mis amigas, con todo lo que ha pasado me había olvidado un tanto de ellas. Cuando tenía el celular entre mis manos a punto de marcar, sonó el timbre de la puerta, entonces, decidí marcar más tarde. Al abrir la puerta Sara apareció allí con una gran sonrisa

— ¡Amiga! —chillo para luego darme uno de esos abrazos asfixiantes.

— Sa-Sara —intenté alejarla de mi.

—Oh, perdón —soltó una rista— Oye, tu nuevo vecino se me pareció a Harry —abrí los ojos. Aún no le había contado— Creo que de tanto que los amo hasta ya me estoy volviendo loca —se río mientras entraba a la casa. Cerré la puerta caminé detrás de ella.

— Sí, eso debe ser —reí nerviosa.

— ¿Estás sola? —se volteó para mirarme.

— Sí —me encogí de hombros— Fuiste como un ángel caído del cielo.

La tomé de la muñeca y subimos corriendo a mi habitación y nos tentamos en mi cama.

— Y... ¿Tú hermano no está? —preguntó timidez. Rodé los ojos. Aquí vamos de nuevo.

— No, Sara —me crucé de brazos— ¿Todavía te gusta? No lo puedo creer.

— Es que entiende ____, él es chico que toda chica desearía tener. Es perfecto —suspiro curvando una media sonrisa.

— Sara, entiende tú que mi hermano no es de una sola chica, es de varias. Además, sé que cualquier día encontrarás a alguien que verdaderamente te valore y te saque de la cabeza a mi hermano —ella asintió cabizbaja— Pero, no nos vamos a poner triste por eso, ¿de acuerdo? ¿Qué quieres hacer?

— Tienes razón. Llamaré a las chicas para encontrarnos en un Starbucks.

— Bien.

Se me ocurrió una brillante idea. Le hice señas a Sara de que haría algo rápido abajo. Ella asintió. Bajé trotando y salí de mi casa para ir a la de Harry. Quería prepararle una sopresa a las chicas. Toque el timbre varias veces, pero nadie abrió. Al parecer no había nadie. Giré el mango de la puerta y de causalidad estaba abierto.

— ¿Hola? —dije cuando me asomé. No hubo rrespuesta— ¿Alguien en casa?

Caminé con pasó lento. Todo lo que había era silencio. Me topé con las escaleras, así que subí. Habían varias habitaciones. ¿Cuál de todas sería la de Harry? Abrí la puerta de cada una hasta que encontré la de él. Estaba allí en su cama boca abajo durmiendo. Sonreí. Una fina sábana lo arropaba hasta mitad de su espalda, solo estaba en boxer. Me sonroje. Lo más lógico sería irme, pero no lo haría. Me acerqué a él agachándome a su altura. Dormía como un bebé. Tenía ceño levemente fruncido, el cabello revuelto y los labios entre cortados.

Me senté a su lado, comencé a enrredar mis dedos en su cabello, era tan suave. Entonces, pensé ¿que pasaría si me enamoro de Harry? Santo cielo, que cosas pienso. Alguien como él no se fijaría en alguien como yo. Yo soy muy normal y él es famoso, siempre perseguido por las cámaras. No debo imaginarme cosas que no pasarán jamás. Seguí admirándolo y acariciando su cabello, pero de un momento a otro me agarró de la cintura haciendo que me tumbara al lado de él.

Mierda.

— Harry, no, sueltame. Puede llegar alguien —susurré tratando de zafarme.

— Hmn —gimió adormilado.

Dormido y tiene toda la fuerza del mundo. Aunque no me molestaría despertar así con él todas las mañanas. Bueno, me calmo.

— Styles, levantate, vamos —dije entre dientes dándole palmaditas en la cara. Parpadeo varias veces quejándose. Cuando por fin abrió los ojos, me vio.

— ¡____! —gritó soltándome rápidamente. Yo me levanté de la cama— ¿Qué haces aquí?

Me miraba sorprendido y a la vez confundido, asustado. Oh Dios, a lo mejor cree que vine a violarlo. Aunque no es mala idea... Basta.

— Bueno, yo —por un momento no supe que decir. Me puse nerviosa— Toqué el timbre y nadie abrió, así que la puerta estaba abierta y entré. Llegué hasta aquí y no sé que soñabas, pero me tumbaste a la cama —mis mejillas se comenzaban a calentar.

— Disculpame, soy un idiota —dijo parasando una mano por su cabello, nervioso— De todas maneras, ¿me necesitabas para algo?

— No, digo, sí —verlo en boxer me desconcentraba— Verás es que mis amigas también son directioners y quería saber si los chicos y tu estarían libres hoy, quiero darles una sorpresa.

Una sonrisa se formó en sus labios.

— Estamos libre hoy. Dalo por hecho.

Sonreí y asentí. Pasaron algunos segundos.

— ¿Necesitas algo más? —preguntó con diversión.

— Y-yo, no, ya me iba —dije y salí disparada de allí.

Joder, me había olvidado de Sara. Corrí lo más rápido que pude hasta mi casa y llegué hasta mi habitación, por obra y gracia todavía hablaba por celular.

— ¡Sí!, en media hora te dije... Sí, esta bien. Chao —colgó y se volteó— ¡Ah, la puta madre! —gritó llevando su mano al pecho— Mierda, ____, pareces un jodido fantasma.

— Necesito coger más sol —me encogí de hombros. Me miró mal— ¿Quién era?

— Cristina, ya sabes, habla más que un discurso entero—ambas nos reímos— ¿Y tú dónde estabas? Estás agitada.

— Eh, yo estaba en... en el sótano y ya sabes, cuando apago la luz subo corriendo con miedo que me agarre un fantasma o algo. ¿Sabes esa sensación?

— Ajá —entre cerró los ojos— Bueno, vete a cambiar que se nos hace tarde.

Busqué en mi armario y me puse un jeans, con una camisa blanca de botones dorados enroyada en las mangas y unos zapatos cerrados. Bajé y Sara me esperaba.

— Lista —cogiendo mi bolsa.

Salimos de la casa hacia el Starbucks en el auto de Sara. Al cabo de unos minutos sonó mi móvil.

— ¿Diga? —contesté sin mirar quien era.

— ¿____? —preguntaron al otro lado.

— Sí, ella habla —frunci el ceño.

— Hola de nuevo, soy Harry—pude sentir su sonrisa. Mi corazón dio un brinco.

— ¿Quién te dio mi número de móvil?

—Oh, he cogido a tu hermano llegando a tu casa y se lo he pedido.

— Lo mato —murmure.

— ¿Decías?

— No, nada. Te enviaré los detalles por whatsapp —colgué.

— ¿Quién era? —preguntó Sara sin quitar la mirada del camino.

— Un amigo.

Empecé a hablar con Harry por whatsapp y le di los detalles de donde ibamos a estar, etcétera, el plan sopresa ya estaba hecho. Llegamos a Starbucks y allí estaban las demás chicas.

— ¡Holaaa! —saludaron todas a la vez.

— Extrañaba salir con ustedes —dijo Camila.

— Sí, yo también —admití. Estuvieron de acuerdo conmigo.

— Venga, entremos ya —dijo Cristina.

Casi no había nadie. Nos sentamos en una mesa que daba al cristal. Sara, Katie y Cristina fueron a pedir la orden.

El Sexy Vecino (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora