Harry, aparcó su auto justo en frente de mi casa. Por alguna razón la recordaba. El bajo primero, para abrirme la puerta y ayudarme. Sentí todo a mi alrededor girar, me tambaleé un poco, pero Harry tomó mi cintura.
— ¿Estás bien, ____? —preguntó él, preocupado.
— Si te digo que sí, te estuviera mintiendo —contesté, tomándome la cabeza.
Harry cerró la puerta del auto y me cargó en sus brazos. Abrió la puerta de la casa como pudo y subió las escaleras hasta llegar a mi habitación. De casualidad, la puerta estaba abierta, entró y me recostó en la cama. Él se dio la vuelta para irse, pero lo detuve antes que lo hiciera.
— Harry —susurré.
— ¿Si? —se giró, acercándose a mi— ¿Necesitas algo?
— ¿Cómo nos conocimos? —le pregunté, una parte de mi quería saberlo. El mareo ya se me estaba pasando.
— ____, deberías descansar —insistió— Luego podemos hablar con calma.
— Quiero saberlo.
Él me miró por varios segundo y suspirando resignado, se sentó a mi lado.
— Bien —aclaró su garganta para empezar— Pertenezco a una banda muy famosa llamada One Direction, es por esto lo que viste en el hospital, y hace varios meses le compré la casa vecina a mi madre, pero decidí también vivirla. Soy tu vecino y quedaste en shock cuando lo supiste. Nos conocimos aquí, afuera. Yo me estaba mudando y tu desechabas la basura, pero por estar ligándome, tropesaste.
— No es cierto —dije sin creerlo.
— Oh, sí que lo es —sonrió— Luego de eso, pasaron días y te pedí que fueras mi novia porque la verdad que desde que te conocí no sales de mi mente, fue algo apresurado, pero aceptaste. Nos fuimos conociendo mejor y todo iba muy bien...
— Hasta el día del accidente —complete la oración por él.
— No —dijo. Frunci el ceño sin entender— Antes de que pasara todo esto, tuvimos una discusión en el estudio donde grababa con los chicos. Me enojé porque te vi hablando con Josh, nuestro baterista. Te fuiste muy molesta y no tuve el valor para disculparme. Soy un idiota por haber desconfiado de ti, tu eres diferente. Y más idiota me siento al disculparme y tu en estas condiciones. Lo siento mucho, ____.
Me quedé en silencio. No sabía que decir, pero sentía sinceridad en sus palabras. Se veía verdaderamente triste, culpable y desesperado. También, se le veía en la cara que no había podidp dormir muy bien en estos días. No me acordaba de nada, pero éste es el presente. Él estaba aquí, conmigo, apoyándome y nunca me dejó sola cuando estuve en el hospital. Se me ablando el corazón al pensar como se habrá sentido en todo éste tiempo. Él permanecía cabizbajo, esperando que dijera algo.
— No tienes que disculparte —hablé por fin— Creo que yo también me hubiera enojado en tu lugar —solté una risa ligera— Lo que paso, pasó. Estás aquí ahora.
Él sonrió e inesperadamente me besó la frente.
— Gracias —susurró— Descansa, vendré más tarde a ver como sigues.
Asentí, él caminó hacia la puerta y antes de marcharse me volvió a sonreír. Se notaba más tranquilo. Le devolví la sonrisa y cerré los ojos hasta quedarme profundamente dormida.
Mis ojos se abrieron de golpe al escuchar un ruido proveniente de abajo. La habitación estaba clara, por lo que supuse que ya era de día. Me frote los ojos y me puse de pie. Bajé con cuidado de no caerme, apoyándome de la pared. Aún no estaba del todo bien. Todavía escuchaba ruidos, así que me acerqué a la cocina, viendo a Harry con un delantar. Frunci los labios, alzando una ceja, se veía gracioso.
— Deberías estar acostada —habló sin ni siquiera mirarme.
— Hey, ¿cómo haz sabido que estoy aquí?
Se volteó para mirarme con una sonrisa.
— Siento tu presencia.
Procure no reírme. Entré y me senté en la encimera.
— Eres muy ruidoso.
— Lo siento, intentaba llevarte desayuno —puso cara triste.
— ¿Y qué paso? —pregunté al no ver ningún desayuno.
— Se me ha quemado —hizo puchero y explote a carcajadas. Al final, él también lo hizo— Joder, es hora de tus medicinas.
— ¿Eso es necesario? —bufé. Odiaba tomar pastillas.
— Es por su bien, señorita —dijo en tono de abuelo. Me entregó las pastillas y no me quedó más remedio que tomármelas.
— Muy bien —dijo él, como si hubiera hecho un buen trabajo— Al comedor.
Me bajé de la encimera para ir al comedor.
— Receta especial del gran chef Harold —dijo, colocando un plato con leche y cereal delante de mi. Volví a reír.
Él se sentó a mi lado, con otro plato de cereal y juntos desayunamos. Todo el desayuno se basó en chistes de Harry, eran malísimos, pero aún así ms daban gracia. Hablamos cosas sin sentido y que surgían de repente en la conversación. Dimos nuestra charla por terminada cuando Harry llevo los platos, ya vacíos, a la cocina.
— Harry, por Dios, no tenías que hacerlo —rode los ojos al ver que también los había lavado.
— Por supuesto que sí —insistió con broma. Me crucé de brazos, finjiendo estar enojada— No te enojes, bebé.
Se acercó a mi, envolviéndome en un abrazo. Sonreí ante eso. Bajó sus manos a mi cintura y la apretó levemente.
— Déjame cuidarte —susurró en mi oído. El vello de mi nuca se erisó al sentir su aliento chocar contra mi piel.
No fui capaz de moverme. Medio sonrió y se fue inclinando hacia mis labios. Sabía lo que pasaría y estaba dispuesta a hacerlo. Pero, como si un martillo le hubiera dado a un clavo a mi cabeza, me aleje de él.
— Agh —gemí, sosteniendo mi cabeza.
— ¿Qué te pasa? —preguntó Harry, alarmado, intentando agudarme.
— Me duele mucho la cabeza —contesté con los ojos apretados.
— Vamos a tu habitación —tomó de la cintura y del antebrazo y me ayudo a subir. Llegué y me acosté en la cama.
— ¿Qué fue lo qué te paso? —preguntó aún asustado.
— No lo sé —hice una mueca— Fue como si algo me hubiera pegado bien fuerte dentro de la cabeza.
— ¿Serán los recuerdos?
— No lo sé —volví a decir— Sigo sin recordar nada.
— Es mejor que descanses un poco más —dijo él. Se iba a ir, pero tomé su mano para que me mirara.
— Harry —tragué nerviosa— No te vayas. Quédate conmigo.
En su mirada vi como dudaba.
— Esta bien —accedió.
Me hice a un lado para hacerle espacio y también se acostara. Recosté mi cabeza en su pecho, podía escuchar sus latidos. Me comenzó a acariciar el cabello, lo cual me hacía sentir con sueño de nuevo.
— ¿Sabías que te amo? —preguntó de repente. Mi corazón paró para luego aumentar de velocidad— Sé que no puedes decir lo mismo, pero me conformo con que sepas que yo si lo hago.
Me quedé callada y no me atreví a mirarlo.
— Entonces, ayúdame —le rogué— Ayúdame a poder amarte como lo hacía antes.
Esperaba que con la pérdida de memoria le tuviera miedo a las personas que no recordaba, especialmente a Harry. Pero, en realidad es todo lo opuesto, confío en el y sé que sus palabras eran verdaderas. Con tan solo ver como me habla, me trata, su preocupación por mi, bastaba. Todo era como un lazo que nos unía y que me impedía alejarme de él.
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El Sexy Vecino (Editando)
Ficção Adolescente____ Smith, una chica normal de dieciocho años que vive junto a su madre y su hermano mayor en Inglaterra. Su madre es dueña de una agencia de modelaje, lo cual trabaja mucho y casi no le dedica tiempo a sus hijos. Un sábado por la mañana, hay una...