— Tu —murmure.
El chico alzó su mirada conectándose con la mía. Con sus manos a las espaldas, se mecía hacia delante y hacia atrás, incómodamente. Poco después una sonrisa torcida apareció en sus labios.
— Hey —fue lo único que salió de su boca— Lamento venir a ésta hora. ¿Podemos hablar?
Abrí los ojos, sin esconder mir incredulidad hacia él. No podía ser más cínico.
— ¿Qué? —solté— Okay, primero: acabas de interrumpir mi sueño a las cuatro de la mañana y segundo, no tenemos nada de que hablar.
Empuje la puerta para cerrarla, pero el lo impidió con la mano.
— ____, por favor —suplicó— No puedo más con esto, necesito hablarte.
Hale la puerta nuevamente. Tenía cara de perro regañado. Me crucé de brazo alzando una ceja.
— ¿Cargo de conciencia?
Él soltó un largo suspiro.
— ¿Puedo pasar?
Lo dudé por un momento, pero tontamente terminé accediendo.
— Que tu discurso sea rápido. Tengo sueño.
Cuando entró a la casa, cerré la puerta. Él se volteó hacia mi quedando frente a frente. Junto sus manos, las frotó buscandl caliente en ellas, pensando por donde empezar.
— Vine a pedirte perdón.
— ¿Perdón? —dije, fingiendo estar asombrada. Él asintió— ¿Después de tanto tiempo vienes a pedirme perdón? Ni en tus sueños.
— ____, si no te explique en aquel tiempo fue porque no tuve el valor. Me sentía muy culpable y todavía me sigo sintiendo de esa manera, aunque no fue mi culpa.
— ¿Qué quieres decir con que no fue tu culpa? —reí entredientes con sarcasmo.
— Aquel día, Catherin llegó a mi departamento llorando desesperadamente porqué supuestamente había peleado con su "novio". Al yo tratar de ayudarla o consolarla, aprovechó ese momento para besar y por desgracia tu llegaste en ese momento —volvió a suspirar— ____, yo jamás te engañe. Todo fue un error, un truco de Catherin.
— No te creo.
— ¿Qué?
— Que no, que no te creo —me encogí de hombros— Yo vi perfectamente como le correspondías el beso. No soy estúpida, Daniel —lo miré con total aburrimiento— Ahora, ¿terminaste con tu discuso? Quiero dormir.
Relajó los hombros.
— ____, escuchame —se acercó a mi, pero di un paso hacia atrás— Ella quería separarnos.
— ¿Y porqué querría hacer eso?
— ____, tu misma me has dicho que ella siempre te ha odiado y envidiado. Todo hace sentido —dijo— Por Dios, yo jamás te enganaría y tu lo sabes mejor que nadie.
Por un momento, me quedé callada. Podría ser verdad, ya nada me sorprendía de Catherin.
— Sigo sin entender porque me lo dices hasta ahora.
— Te fuiste muy dolida de mi departamento al ver esa escena, no supe como hablar contigo, no quería herirte más —cayó y desvió su vista al suelo— Días después tuve que viaja a Estados Unidos, habían ingresado a mi madre en un hospital.
— ¿Cómo? —dije, sobresaltada— ¿Ella está bien?
Negó con la cabeza, nostálgico. Sus ojos comenzaron a brillar debido a que lágrimas estuvieron a punto de salir.
— Murió de cáncer —dijo con la voz quebrada, como si algo estuviera atrapado en su garganta.
Llevé mi mano hacia mi boca, sorprendida. Fue una señora muy buena y especial. Recuerdo que cuando la íbamos a visitar a Estados Unidos, me recibía con los brazos abiertos y una de las más sinceras y cálidas sonrisas.
— Daniel... Lo siento mucho —susurré— Debió ser muy duro para ti.
— Lo fue —dijo— Y lo sigue siendo.
Repentinamente, me encontraba abrazándolo. En estos momentos podría pensar que estaba utilizando ese pretexto para hacer que lo perdone, pero de la forma en que Daniel amaba a su madre, jamás haría algo como eso. Él se aferró a mi espalda, como si hubiera necesitado de un abrazo hace tiempo.
— Gracias —susurró— Perdóname.
Cerré los ojos. Sé como es Catherin, de alguna u otra forma algo me decía que Daniel tenía la razón. Si lo perdono, de todas formas, no volvería con él. No guardaba ningún rencor después de todo. Una persona había llegado ya a mi vida para darle luz, amor y felicidad.
— Te perdono —me separé de él, funciendo los labios.
— ¿En serio?
Asentí.
— Gracias, ____ —sonrió aliviado— No sabes como eso me haces sentir.
Sonreí.
— Bien —dije, dándole una palmada en el hombro— Ahora, largo, voy a dormir.
Él rió.
— Buenas no... —pausó para corregirse así mismo— Buenas madrugadas. Y siento de nuevo haber venido a estas horas.
Rodé los ojos.
— Ya pasara de disculparte —me queje— Buenas madrugadas, Daniel.
Sonriendo, salió de la casa. Cerré la puerta a sus espaldas, me recoste en ésta mirando hacia el techo. Solté un bufido. ¿Podría pasar algo más? Somnolienta, subí a mi habitación, metiéndome entré las sabanas de mi cama. Habían pasado tantas cosas en una sola semana que me sentía aturdida, enrredada. Solo esperaba desperar aclarada y más relajada.
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El Sexy Vecino (Editando)
Novela Juvenil____ Smith, una chica normal de dieciocho años que vive junto a su madre y su hermano mayor en Inglaterra. Su madre es dueña de una agencia de modelaje, lo cual trabaja mucho y casi no le dedica tiempo a sus hijos. Un sábado por la mañana, hay una...