3. || chicos malos, buenas fiestas ||

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—Bueno, sólo quería decir algo —Levanté las cejas sabiendo que tan sólo quería demorarme.

—Bueno, pues habla.

—Es que en realidad me sorprende— se quedó callado y... ¡y ya!

sí, claro, Es que yo soy una adivina ¡No más mírenme la cara de bruja!

—¡¿Qué rayos te sorprende Evans?!—Grité.

Ni siquiera sabía cómo es que a ese punto no lo había sacado de la casa. Y peor aún, como es que él se había acostumbrado tan rápido a un nuevo hogar.

—En realidad me sorprende...—¡Ja! Lo podía ver. Podía ver en esa sonrisa arrogante como lo disfrutaba. — Me sorprende que uses ropa, con base en nuestros dos últimos encuentros creí que no era algo para ti.

Rodé los ojos poniendo una de mis manos en su pecho para empujarlo y debo admitir me sorprendió lo tonificado que estaba. Finalmente, tan pronto como mi fuerza hizo su efecto eliminé cualquier pensamiento de mi cabeza y continué mi camino.

—¿A dónde vas Taylor?

¿Saben que me molesta? Que me llamen por mi apellido. La verdad es que Vanessa jamás se casó con mi padre, de hecho, jamás se casó con nadie y esa fue la razón por la que así mismo yo solo cargaba con el apellido de su familia. Y estaba bien, ella me había educado por su cuenta desde que nací, sin embargo, el que me dijeran "Taylor" me recordaba que estaba hecha su imagen y semejanza, y que así sería siempre.

¡No quería ser llamada como ella! No quería que me catalogarán como una Taylor más: bonita, estúpida, mimada y egocéntrica. ¡No! Esa no era yo y es por eso que valoraba tanto el nombre que de alguna manera nos diferenciaba.

—Cinthia, Por lo que más quieras llámame Cinthia.

Sí, dicen que llamar por el nombre es dar confianza... Pero prefería darle un poco de confianza que perder el respeto y la dignidad que me quedaban.

—¿Cinthia? —Asentí complacida de escuchar mi hermoso nombre de esos hermosos labios. Es decir... No ¿Yo Dije eso? —No me gusta... Suena tosco.

—No es si te guste o no, ese es mi nombre.

—Bueno, pues... ¿Qué te parece...? —Puso la mano en su barbilla a lo que negué rotundamente —Sin.

—¿Sin?

¿Sin, qué? ¿Sin ganas, sin madre, sin futuro?
¡Oh no! Debía estar bromeando.

—No, no, no. Es un rotundo no —Chillé modificando mi expresión.

¿Que no se le ocurrió Thia como a cualquier persona normal?

Entonces, cuando estaba a punto de soltar otros cientos de negaciones, interrumpió —: Oh, claro. Es perfecto para ti, te define en todos los sentidos.

¿De qué rayos estaba hablando? ¿Acaso me caracterizaba la ausencia de algo?

—¿Como por qué?

—¿Que no sabes inglés? —Me encogí de hombros. ¡Pero claro que se ingles cariño! ¿Qué no ves que todos me hablan en aquel idioma? —Bueno, pues busca en un diccionario Ms. Perfecta— sentenció al notar mi falta de respuesta y expresión ironica.

Puse los ojos en blanco y bufé tomando la puerta para enseguida abrirla con más fuerza de la necesaria.

—No me has dicho a dónde vas— recalcó dejándome ver su figura de reojo.

Sin reglas ni principiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora