29. Condiciones.

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Tragué en seco notando como cambiaba su agarre a una sola de sus manos y aun así lograba sujetarme. Levantó la otra lentamente y mandándola a su espalda agarró un arma diferente a la que le había visto cargar, una dorada que aunque se veía había sido trajinada por los años lucía casi intacta para cualquier observador.

— ¿Acaso actúas en una película de Hollywood?— Pregunté al notar una sonrisa de autosuficiencia cruzando por sus labios.

— Tan solo una respuesta y  no descargaré ni una sola bala— Espetó en un tono lento y demandante — ¿Crees que si te disparo desde este punto, con esta G17, lograría atravesarte?

Fruncí el ceño mirándola con escepticismo y luego soltando una carcajada.  ¿Enserio creía que me iba a engañar con una pregunta así?

— ¿Crees que soy estúpida?— Hice una pausa disfrutando el conocer sus artimañas — Claro que sin importar cual sea el arma  atravesaría la cabeza de cualquiera.

Apretó los labios casi en un gesto de decepción mezclado con resignación y tan pronto como soltó su agarre aproveché para tomar uno de los cuchillos más grandes que habían caído luego de mi acto de torpeza y de un solo impulso me abalancé sobre él cambiando nuestras posiciones.

Levantó ligeramente el rostro al notar como la cuchilla quedaba en el punto exacto donde un solo corte desangraría a cualquiera.

— ¿En realidad deseas sacarme la información así?— Inquirí con algo de rabia por su bajo truco — Y si te hubiese dicho que esa no es una G17 sino una afamada Dessert eagle ¿Me disparas o alegas que eres coleccionista?

— Lo sabía— Musito cuidando de no gesticular demasiado y rozar mi improvisada arma.

Me alejé unos centímetros permitiendo que me mirara y  enseguida me levanté con precisión para que imitara mi acción y aun así dejando el cuchillo entre ambos.

— ¿Que habías esperado para decírmelo?— Solté avanzando hacía él — Y créeme que no me refiero al hecho de que me persiguieses de por vida.

Se irguió  un segundo dejando que la sonrisa desapareciera y apuntándome con su arma casi al instante.

— Entonces recordaste que ocurrió cuando te llevaron.

El calor comenzó a subir hacia mis mejillas al escuchar de su propia boca que sabía lo que habían hecho de mi en ese lugar desde un principio. Probablemente todo había sido una pantalla.

— Y jamás te dignaste a decírmelo.

— No era necesario— Alegó sin dejar un milisegundo entre mis palabras y las suyas.

— ¿Y enterarme de esta manera fue lo mejor? ¿Dejar que yo misma fuese la portadora de mi odio? Saber que no me cuidabas sino los cuidabas de mi.

— Puedo explicarlo— Comenzó, pero en un impulso ya me encontraba encima de él y su mano vendada comenzaba a teñirse de un ligero rojo mientras sujetaba la cuchilla.

— Inténtalo— Gruñí con la mano temblorosa ante la fuerza rechazada mientras de alguna manera me arrebataba el cuchillo y lo aventaba hacia un lado para acto seguido hacer lo mismo con su arma.

— Ninguno aquí debe hacerse daño— comenzó levantando sus manos como si ya sin armas se pusiera a mi disposición — Hago... parte de una institución, desde la muerte de mi hermano. Fui entrenado para cuidarte.

Hizo una pausa esquivando una de mis patadas y agarrando mi pierna en el aire para enseguida empujarme sobre la improvisada cama.

— Maldita sea— Gruñó comenzando a enfadarse — ¡Déjame hablar de una vez por todas!. No te mentí, intenté decírtelo muchas veces.

Sin reglas ni principiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora