4. || Deudas ||

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—¿Asustada? —susurró con una voz grave y algo ronca.

Tragué saliva sin comprender exactamente por qué sentía aquellos corrientazos de adrenalina bajar por mi abdomen. Debía ser miedo, pensé, sin embargo, lo que estaba sintiendo en ese momento era algo totalmente diferente.

—¿De qué? —Solté con la poca seguridad que quedaba en mi cuerpo.

—De perder—Agregó separándose de mi cuello para dejar su rostro justo frente al mío.

—Yo jamás pierdo— alegué chasqueando y enseguida subiendo ligeramente mi rostro con los ojos cerrados y una postura autodidactica.

Tan pronto como lo hice, casi como si hubiese estado esperando por la inoportuna aparición de mi orgullo, una de sus manos se posicionó en mi mentón para culminar con la presión que la otra ejerció en la parte trasera de mi cabeza. Su cuerpo completó el involuntario movimiento del mío dejando que estos chocaran en un instante y de inmediato mi razón se vio perdida en el momento.

Siendo yo la que de alguna manera había permitido su experimentada maniobra, sus labios se posicionaron con agilidad sobre los míos en un movimiento sensual y suave. Mis manos volaron a su pecho intentando separarle, pero tan pronto como lo hice su pierna se posicionó estratégicamente entre las mías, reafirmando su posición y su agarre. En menos de lo que creí mi resistencia disminuyó y el calor comenzó a subir de una manera volátil por cada centímetro de mi cuerpo mientras, en algo casi involuntario, mis manos se posicionaron tras su nuca acariciando el cabello que allí se encontraba. Mi boca se abrió lentamente estimulada por los profundos movimientos de la suya, dando paso a una sensación indescriptible provocada por las hábiles pero delicadas caricias de su lengua que con una paciencia estratégica había comenzado a juguetear con la mía

Esto jamás lo sentiste, ¿Entendido?

Justo en el momento en que mi labio inferior fue ligeramente mordido, mi garganta emitió un sonido al que ciertamente le tenía desprecio, pues me recordaba a Vanessa en todos los sentidos: un horrible gemido, que traté de opacar, salió provocando que diera un traspié y cayera a los pies de Mell. Claro, no sin antes llevarme a Ryan conmigo.

Traté de quitarlo de encima de mí, pero incluso con mayor rapidez una sonrisa de satisfacción se cruzó por su rostro. Mell se levantó de inmediato, viéndonos en una posición bastante comprometedora, y con un dedo acusador y una mirada que oscilaba entre pervertida y pérdida nos señaló para exclamar —: Con que para esto querías la habitación vacía.

Su voz sonaba más clara, lo que me mostraba que los minutos de sueño le habían servido para recuperar un poco la sobriedad y a mí para de alguna manera perderla.

—No, es decir... ¡Ugh! — gruñí y enseguida miré a Ryan logrando quitarlo de sobre mi cuerpo— Es tu culpa, Evans, así que serás tú quien le explique.

Rodó los ojos echándole un vistazo a Melanie, al parecer no la había visto en su estado de zombie tan sólo unos minutos antes cuando recién llegó.

—Deudas—sentenció con una expresión socarrona.

—¿Deudas? —Preguntó ella entrecerrando un poco lo ojos, pero aún más despierta.

—Deudas— Confirmó —la pequeña excitada a mi lado ha perdido una apuesta y estábamos a punto de cuadrar cuentas.

—Yo no te debo nada— Chillé sentándome mientras Mell se acomodaba como si se tratase del mejor entretenimiento.

—¿Me vas a decir que no causé nada en ti? Porque aquel sonido dijo todo lo contra...—lo empujé callándolo de una vez por todas y poniéndome en pie de un golpe culminé.

Sin reglas ni principiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora