Ella es mía

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VACACIONES

Las vacaciones eran mi momento de brillo porque el estar lejos de la escuela, de mi mamá, de mis hermanos, podía hacer lo que me venga en gana, papá no era de interesarse mucho por mí y más cuando viajábamos juntos lejos del país.

Hasta ahora no llego a entender porque me llevaba siquiera, había momentos en los que sentía que no me toleraba, pero a pesar de su obvia incomodidad no podía negarme a ir con él, son vacaciones después de todo, conocer otros lugares sin supervisión de adultos suena demasiado genial.

Las vacaciones pueden ser vistas como la gran oportunidad para realizar cambios drásticos sin que la gente se entere.

Debido al poco tiempo que tenía y a la curiosidad que me embargaba el conocer otros rincones oscuros, como esos a los que Ryan y yo solíamos frecuentar en casa, no me andaba con rodeos y de lleno me hacía de conocidos con los que podría conocer ese lado oscuro que toda ciudad tiene.

Conocí muchos lugares, muchas ciudades, el trabajo de papá nos obligaba a moverse constantemente por todo el país americano, me hice de muchos amigos en ese trayecto. El verdadero lío fue cuando nos quedamos más de lo debido en una ciudad.

Papá tenía muchos asuntos que atender en ese lugar, y por ende yo tuve más tiempo para adentrarme en las aguas turbias.

Llegué a conocer a una chica que me llevó a ver las carreras que invadían las noches de esa ciudad. No recuerdo el nombre de la chica, solo sé que ella era una especie de promotora de esos eventos, y como buena persona involucrada conocía a todos ahí, y uno a uno me los iba señalando y diciendo sus nombres. Lo único malo de esa presentación era que ninguna de ellas venía con una advertencia, en ningún momento la pelinegra me menciono el posible peligro de acercarme demasiado.