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ÚNICO

No se tenía que ser un genio para saber qué era lo que West traía en manos.

No solo era un corredor muy eficiente, también era un dealer muy eficaz.

Al fin logré entender el porqué de sus largos paseos por todas las fiestas, el porqué de su carisma para con la gente y también por qué casi siempre lo veía discutir con gente poco consciente.

Y a pesar de todo esto, a pesar de nunca haber sido llamado por el consumo de drogas, no pude evitar buscarlo para que me dé más de lo que esa noche me ofreció.

La primera vez que me acerqué a él, West me recibió con una sonrisa triunfal. No sabía exactamente qué decir, él pareció notarlo y despidiéndose de sus clientes me arrastró afuera del local.

- ¿Qué pasó, amiguito? - A su lado me sentía inexperto, no encontraba palabras, me sentía pequeño.

No respondí, él sonrió de lado y simplemente sacó del bolsillo de su chaqueta una bolsita con muchas pastillas de colores - Sírvete - Y otra vez, no hice nada más que mantener la mirada fija en él - ¿No me digas que si era tu primera vez? - Vuelvo a callar, West ríe y dirige su mirada a las pastillas - ¿Quieres que te ayude? - Toma una de las pastillas de la bolsita, me la enseña de nuevo, siempre acompañando con una sonrisa, la pone en su boca - Que no se te haga costumbre - Dice con diversión antes de acercarse, tomarme de la nuca y plantarme otro beso que no tardó en responder.

Este no es brusco, ya no hay tanto choque de dientes, pero tampoco es suave. Siento como la pastilla se va deshaciendo, como el beso se va intensificando y ya no me basta con que solo el me sujete, yo ahora soy el que tiene que sostenerlo. Una de mis manos se va a su nuca y la otra a su cintura, presiono y antes de poder decir que tengo suficiente, West se separa.

- No te creas especial, hago esto con todo el mundo - Dice mientras se aleja de mí y me regala otra sonrisa. No me importa no ser el único, me basta con lo que podría tener.

Yo también sonrío, al fin logro no sentirme tan intimidado - ¿Cuánto te debo? - Le pregunto mientras saco mi billetera. Y antes de que pueda responderme, le doy un billete de cien - Quédate con el cambio - Y sin más, esta vez soy yo quien se va, tan rápido como el latir de mi corazón.


Ella es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora