Capítulo 37: La desventaja de ser un Selecto

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—Sé que no debería decirte esto, no debo ayudar a mis enemigos pero...—prosigue—. Cuando una persona está en trance, o sea hipnotizado por un vampiro selecto, el color de sus ojos se vuelve más claro, sus pupilas se dilatan, y demás...—me informa con sutileza—. Lamento decirte que Tobías si es un suicida psicópata después de todo...—dicho esto se desaparece de mi vista.

Me quedo perpleja ante su explicación.

¿Está diciéndome la verdad?

Podría ser...

¿De qué le serviría hipnotizarlo?
No le conviene en lo absoluto. Sin embargo, si Tobías no estaba hipnotizado por Elízabeth ni por ningún otro selecto, eso significa que estaba dispuesto a matarme. Lo cual sonaba aterrador y de una persona enferma de la cabeza, pero con mi experiencia de estar en constante peligro, sé que debería sentirlo como algo normal, una persona más en la lista de los que me quieren muerta. Pero la verdad era que no podía evitar sentir una pequeña punzada al saber que Tobías, mi mejor amigo, estaba entre esas personas.

Ya había perdido a mi mejor amiga...

Ahora mis dos mejores amigos querían asesinarme...

Unos golpes en la puerta hacen que me sobresalte, saliendo de mis cavilaciones, me acerco rápidamente hacia ella para abrirla. Me encuentro con el angelical rostro de Alex, este me inspecciona con la mirada lentamente apreciando cada detalle de mi rostro. En estos momentos, estuviera casi derritiéndome por la forma en que me mira, lamentablemente la ira y el coraje que siento ahora son más fuertes, así que lo único que hago es evitar la mirada de Alex para esquivarlo bruscamente y salir de su habitación. Él solo me mira extrañado y preocupado por mi actitud, lo noto cuando lo miro por encima de mi hombro, pero no me importa, aun así sigo con mi camino.
Bajo las escaleras rápidamente y sé que Alex va detrás de mí ya que siento como me pisa los talones, supongo que presiente que algo malo pasará.

Diviso a Tobías de pie frente al sofá del salón, me planto frente a él para captar su atención. Este arquea una ceja ante mi gesto de autoridad, pero aun así esboza una sonrisa divertida. No puedo evitar sentirme algo estúpida ante mis fallidas acciones de infundirle miedo, pero disimulo no estar afectada, no le iba a dar aquel gusto.

—Dime que no es verdad—más que una orden, se escuchó como si fuera una súplica.

— ¿El qué?—cuestiona desconcertado.

Trago con dificultad mientras las posibilidades de que Elízabeth haya dicho la verdad aumentan.

— ¿Estabas o no hipnotizado por Elízabeth Rose?—interrogo con voz firme.

La sonrisa que antes iluminaba su rostro ahora es un gesto de miedo y preocupación, no responde, me examina de pies a cabeza, como si no creyera en lo que estoy diciendo.

— ¿Contestarás?—digo con un tono de voz elevado.

La sala empieza a llenarse de personas, todos miran la escena expectantes, todos excepto Alex, que está igual o más nervioso que Tobías.

— ¿De qué estás hablando?...

— ¡No me vengas con tonterías y dime ya!—grito—. ¿Estabas o no hipnotizado...Eras tú el que casi nos mata?

— ¡Por supuesto que no Sarah!—dice con un tono de nerviosismo, rascando la parte inferior de su nuca.

— ¡Eres un mentiroso!—le señalo— ¡Casi nos matas!

-— ¿Y qué querías que hiciera Sarah?... ¿Entregarles el libro a ti y a tú asqueroso novio chupasangre?—exclama.

— ¡Eres un maldito enfermo!—le grito— ¡Psicópata!

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