Capítulo 45: Peor que él

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Adelí Mathews

— ¡Robert!—abro la puerta de la oficina de mi padre con brusquedad y camino hasta su posición dando enormes zancadas—. ¡Teníamos un trato!

—Adivino que ya te enteraste―suspira―. Tú lo dijiste, teníamos, tiempo pasado, ¿Estas segura de que asistes a la universidad?—dice prestando su total atención al estúpido libro en sus manos.

— ¡Yo te obedecí, hice mi parte del trato, ¿Por qué tú no?!—replico.

No contesta. Cuando se acaba mi paciencia opto por pasar mi brazo por encima del escritorio ocasionando que todo lo que había encima caiga directamente al suelo, sin embargo no es suficiente ya que a él no parece importarle que sus cosas estén regadas a su alrededor. Acto seguido coloco cada una de mis manos a las orillas del escritorio y de un solo movimiento lo empujo hacia un lado deslizándolo por el suelo, este choca contra los estantes, que caen al suelo junto con el enorme librero a un lado de estos. Ahogo un grito de desesperación.

— ¿Acabaste con tu berrinche?—dice de la manera más cínica que he visto.

—Me mentiste—la ira comenzaba a crecer y crecer dentro de mí y sabía perfectamente que no pararía hasta arrancarle la cabeza—. Prometiste que Sarah no tendría nada que ver en esto-.

—No es mi culpa cariño que no tengas el suficiente cerebro como para saber que Sarah es tan necesaria como ella—cierra el libro, se pone de pie y camina hasta el escritorio arrumbado en la habitación, para después guardarlo con cuidado en uno de los cajones.

—Un trato es un trato—espeto, furiosa.

—No puedo creer que después de todo lo que ha pasado no hayas aprendido, a pesar de todo lo que la gente ha dicho...—camina hasta estar a un metro de mí—. No puedes confiar en mí— se da media vuelta en dirección hacia su silla—. ¿Por qué aún lo haces?

—Porque a pesar de todo...—trago con dificultad, preparándome para lo que voy a decir—. Sigues siendo mi padre.

Él se queda un segundo en silencio para después comenzar a reír. Suelta carcajadas por un par de minutos más hasta caer recargado en su silla, observándome de manera burlona.

— ¿Y?—dice entre risas.

— ¿Y?—repito, totalmente incrédula—. Se supone que eso hacen los padres normales, se ganan la confianza de sus hijos y luego les compran caramelos y consolas de videojuegos.

Me mira divertido.

—En primera no somos normales, ninguno de los dos lo es, yo soy un hechicero de cinco mil años y tu una vampira; tú no puedes comer caramelos y por último, ¿No crees que eres demasiado grande para una consola de videojuegos?—entrecierra los ojos.

—Nunca se es viejo para los videojuegos, sólo si se está demasiado ocupado tratando de acabar con una especie que jamás se extinguirá—me cruzo de brazos—. ¿Cuál es tu plan?, ¿Ir ciudad por ciudad asesinando vampiros?—Robert tensa su mandíbula y me mira atento—. La noticia de que un idiota hechicero intenta acabar con nuestra especie se extenderá y llegará hasta el rincón más remoto, entonces querrán hacer algo—doy un paso al frente—. Nosotros podríamos formar un ejército en segundos, sólo se necesita una mordida para reproducirnos, mientras que con los hechiceros es por descendencia.

—De no ser porque eres una mujer, te habrías convertido en un magnífico hechicero—comienza a hablar de nuevo, esta vez conmovido.

Rio amargamente.

—Te equivocas—digo negando con la cabeza—. Yo jamás... escucha, ¡Jamás! Sería como tú...

En ese momento creí haber ganado la batalla de insultos, haber terminado con la discusión, dejándolo con la boca cerrada de una vez por todas. Pero al verlo aplaudir con aquella sonrisa ancha que tanto temía de pequeña, supe que no era así.

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