Capítulo 54: Carter Blake

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Rihanna es claustrofóbica. No me había dado cuenta de ello hasta que comenzó a ponerse histérica al ver el gigantesco domo hecho de plantas que rodeaba el terreno de la casa. No tenía idea de que los vampiros pudieran tener fobias, supongo que el temer a algo es parte de la humanidad que conserva un depredador, o al menos la humanidad que la mayoría de ellos conserva. No podía incluir a Adelí Mathews en la lista de los vampiros con rastros humanitarios, era evidente que en su corazón―Si es que tiene uno―sólo hay maldad pura.

Andrew llega a mi lado con una taza de café humeante entre sus manos, eso me hace recordar que dejé mi desayuno sin terminar, pero no era tiempo de comer, además estoy segura que dentro de unos minutos el hambre se me quitará de nuevo, al igual que ha estado sucediéndome hace unos días, desde la charla con Pryscilla sobre los Selectos. Aquello me había obligado a no dirigirle la palabra a Alex, ni siquiera lo miraba, dolía demasiado y no puedo derrumbarme en medio de todo esto, no cuando todas las personas que amo están en peligro.

—¿Habías visto antes algo así?—pregunto a Andrew, quien mantiene la mirada fija en la ventana, atento a las raíces que nos rodean.

Toma a R y me indica que lo abra, le hago caso enseguida.

—Jamás—traga con dificultad—. ¿Podrías cambiarle a la página?—asiento.

Alex entra por la cocina, desesperado.

—¿Alguna noticia?—inquiere Andrew.

Miro a Alex por una fracción de segundo antes de volver la cabeza hacia R.

¿Por qué aún era tan incómodo?

La respuesta era obvia, pero pensar en eso ahora sólo me traería un problema más a mi lista de las cosas que no están bien, así que prefería ignorarlo por un tiempo.

—Esa cosa es indestructible—dice caminando en nuestra dirección, sus hermanos y Adelí le siguen por detrás.

El chico de cabello color zanahoria, Eric, aparece por las escaleras dando pasos tranquilos y se coloca junto a su mentora―Pésima elección si me lo preguntan―.

—Tal vez deberíamos verlo como algo bueno, alguna clase de escudo. Todos estamos a salvo—dice Alex con la mirada fija en la pelirroja.

—Yo lo veo como una prisión de la que no podemos salir—Adelí se coloca junto a la ventana de brazos cruzados.

—Eso aún no lo sabemos, pero tenemos que averiguarlo—digo sin mirarlo.

Han pasado ya cuatro días desde que está el domo, y aún no sabemos que es ni de dónde vino. Pero los vampiros frente a mí están hambrientos y no creo que puedan aguantar más.

Por un lado el que los vampiros tuvieran que mantenerse alejados de nosotros me beneficiaba, se había convertido en una excusa para no toparme con Alex. Pero eso no impedía que pensara en él, y el dolor regresaba cada vez más fuerte, como una especie de martilleo.

Me decía una y otra vez que era lo correcto, que era mejor dejarlo ir de una vez. Tenía que superar todo esto.

Después de todo estaba acostumbrada a perder a las personas que amo, pero creí que con Alex las cosas serían diferentes, fue estúpido de mi parte pensar que podría llegar a ser feliz con alguien.

Me vuelvo de nuevo hacia el grupo de vampiros que permanece junto a la ventana, pero no parecían estar observando lo que había fuera, más bien nos estaban dando la espalda, como si no quisieran que los miráramos, Rihanna estaba aferrada al marco de la ventana, sus perfectas uñas encajadas en la madera.

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