Adelí Mathews
Llego al hotel y me dirijo a la recepción, según una de las setenta y cuatro personas que dijeron conocer a Monique, este es el lugar en el que se hospeda. Con lo que me ha dicho toda esa gente, Monique se la ha pasado de fiesta en fiesta, cosa que no se me hace tan extraña, sin embargo, creo que al pasarte por muerta lo menos que harías es salir a festejar.
Me dirijo hacia la recepcionista, al estar frente a ella, esta me mira en espera de que diga algo.
—Oh si...—rio al recordar—. Quería preguntar... ¿En qué habitación se hospeda?...—lo pienso un poco, no creo que James y Elizabeth sean tan idiotas como para poner la habitación a nombre de una supuesta persona fallecida—. James Black.
—Un momento...—la mujer de cabello color miel se pone a buscar algo en su computadora, segundos después se vuelve hacia mí nuevamente—. Suite Imperial, ¿Quiere que llame para avisarle que esta aquí?—dice tomando el teléfono.
—Oh no...—la detengo—. Prefiero que sea sorpresa, le dije que no llegaría hasta la otra semana—sonrió un poco para complementar mi mentira.
—De acuerdo, que tenga buen día—dicho esto vuelve a su trabajo.
Me dirijo hacia el elevador, en él se encuentran ya dos personas, un anciano y una mujer con uniforme. No me importa y entro sin problemas.
Un momento. ¿A qué piso debo ir?
Lamentablemente para cuando me doy cuenta las puertas del elevador ya se han cerrado. Ni loca bajaré de nuevo.
No me queda opción más que preguntar.
Examino a mis dos opciones, finalmente opto por el anciano que se ve mucho más amigable que la mujer con cara de pocos amigos a mi lado.— Disculpa...—le llamo, este me mira con una sonrisa—. ¿Sabe usted en donde está la Suite Imperial?—digo con delicadeza.
— En el último piso, al final del pasillo— dice sin quitar la sonrisa de su rostro.
—Gracias—le digo.
Las puertas del elevador se abren y la mujer a mi lado sale disparada hacia una de las habitaciones, antes de que pueda sacar la llave, la puerta se abre y comienza a salir espuma color rosa empapando su traje.
Una niña pequeña con risos castaños sale de la habitación con una enorme pistola de juguete en sus manos. La mujer, su madre supongo, limpia la espuma de su rostro con sus manos para después mirar a su hija de manera acusadora.—¡Hola Mami!—la adorable niña la abraza de las piernas.
—¿Otra vez tú y tu hermana hicieron esa llamada de broma?—recarga ambos brazos en sus caderas.
— Lo sentimos—esta hunde su cabeza entre sus piernas.
Una sonrisa automática tira de mis labios, agacho la cabeza en cuanto las puertas se han cerrado. Dos pisos más tarde el anciano sale del elevador, dejándome sola dentro escuchando la música barata que ponen.
Cuando al fin he llegado, camino hasta la enorme puerta al final del pasillo, toco un par de veces sin recibir respuesta. Me dedico a escuchar lo que ocurre dentro, se oyen susurros. Toco de nuevo, una y otra vez hasta que uno de ellos grita.
—¡Enseguida vamos!—es la voz de Elízabeth, se escuchan pasos acercándose hasta que la puerta es abierta—. Adelí...—dice a manera de saludo observándome de pies a cabeza—. Que gusto, ¿Qué haces aquí?
—¿En dónde está?—no la dejo terminar, sino que la esquivo y entro en la enorme habitación.
—A mí también me da gusto verte...—cierra la puerta como cerciorándose de que no haya nadie más cerca.
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The Creatures
VampirgeschichtenSarah Cooper creyó que su vida como estudiante en la Universidad de Mellow Ville estaría repleta de café, noches sin sueño y proyectos mortales, sin embargo, las cosas resultan diferentes al conocer a un chico de ojos azules del cual siente una mist...