Capítulo 33: No pueden matarla

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Adelí Mathews

— ¿Vas a entrar o voy yo?—repite.

—Ya te dije que me des un minuto—suspiro exasperada.

—Pues será mejor que te apures—dice en tono de reprenda.

Rodo los ojos, tratando de ignorar a la chica a mis espaldas.

— ¿Quieres que te de un empujón?—dice ahora colocando sus manos en mi espalda.

— ¡Pryscilla!—exclamo—. No necesito que me des un empujón, ve a dárselo a tu novio...—señalo al chico que está a casi un kilómetro de nosotras.

La chica sonríe y se vuelve hacia donde apunto, resoplo asqueada y miro de nuevo hacia mi objetivo.
Me preparo mentalmente, sacudo mi cabeza para aclarar mis ideas y saber lo que estoy a punto de hacer.
No sé de donde reúno las fuerzas para saltar dentro de su ventana pero al fin lo hago.

Es la primera vez que estoy en su habitación sin su permiso, y no puedo evitar sentir lo divertido de evitar que te descubran. Decido inspeccionar las cosas que se encuentran en ella y cuando estoy a punto de tomar uno de los libros de un enorme librero, un ruido hace que me ponga alerta.

Sigo el sonido que viene del baño de la habitación, camino con sigilo, hasta llegar a la puerta y ver a un chico lavándose manos y rostro.
Lo observo con delicadeza, cada facción de su bello rostro, y cada detalle de sus manos de porcelana, me detengo en una en especial. Ahí, en su brazo derecho, justo en su muñeca, yace el tatuaje con las iniciales "SD".
Siento un nudo formarse en mi garganta, y una punzada de celos invade mi interior.

Se ha enamorado...se ha enamorado de verdad...y no de ti...

Trago fuerte, intentando ignorar las apuñaladas en mi estómago que no dejan de irritarme, cierro los ojos decidida a hacer sólo lo que me ordenaron que hiciera.

—Eso no es algo que se quite con agua y jabón—permanezco recargada en la puerta de brazos cruzados.

Me mira de reojo por el reflejo del espejo y continúa enjuagándose.

— ¿Qué haces aquí?—dice Alex de manera seca. Tal vez, sólo tal vez, eso me haya hecho sentir mal.

—Hola Adelí...tiempo que no te veía —digo de manera burlona.

—La verdad es que no tenía ganas de verte nunca más—da media vuelta y me esquiva caminando hacia su armario.

—Auch—hago una mueca de dolor falso y me vuelvo hacia él—. Créeme que yo no quería venir...me obligaron—le informo.

— ¿Quién?—murmura secando su rostro con una pequeña toalla para después arrojarla a su cama.

—Robert―le digo.

—Pues dile a tu padre que se vaya a la mierda.

—Eso ya se lo he dicho demasiadas veces y créeme...no hace caso— le digo, poniendo los ojos en blanco.

De la nada me encuentro acorralada por Alex, su rostro a pocos centímetros del mío. Su mirada azul se clava en mí como cuchillas

—Te diré una cosa Adelí...si aún no te he asesinado es porque no soy como tú—dice entre dientes—. No quiero ensuciarme las manos de la manera en que tú lo has hecho—escupe.

—Creo ser más fuerte que tú como para defenderme—contrataco.

—Si en realidad fueras tan fuerte como dices hubieras tenido el autocontrol para no haber bebido sangre humana—Golpe bajo.

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