NUNCA

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Desperté oyendo unos constantes pitidos. Fuí abriendo los ojos pasando de una imagen borrosa a una más nítida. Entonces me dí cuenta: estaba en el hospital. Traté de incorporarme, pero no pude debido al dolor que me causó el movimiento de la aguja clavada en mi brazo. Qué asco.

Alguien entró por la puerta: Derek acompañado de una doctora. Se asombraron al verme despierta y la doctora llamada Annie, como pude ver escrito en su bata, se acercó para comprobar mi pulso y mi respiración. Derek miraba atento todo lo que me hacía la doctora. Cuando esta terminó, se preparó para irse pero la cogí del brazo para pararla.

-Por favor, no se vaya -le pedí en voz baja mirando atemorizada a Derek. Ella siguió mi mirada hacia él y volvió a mí.

-Vendré en cuanto pueda -me dió unas palmaditas en la mano y se salió de la habitación. Derek cerró la puerta tras ella y se colocó al lado de mi camilla sin parar de observarme.

-Has estado a punto de acabar con tu vida -dijo tras unos minutos de silencio. Levanté la cabeza para mirarle.

-Lástima de que no haya sido así -puse la boca de lado. Sinceramente, si tenía que estar dándole mi sangre a un maldito vampiro durante el resto de mi vida... Prefería morir.

-¿Por qué hiciste eso? -se cruzó de brazos con las cejas levantadas. Un cosquilleo caliente invadió mi cuerpo.

-Creéme, morir atropellada no es algo que me haga mucha ilusión -no paraba de apretar la sábana que me cubría. No quería estar a solas con él, no después de lo que me había hecho.

-Digo el escapar -se sentó en la butaca que había al lado del monitor con las piernas abiertas y ambos codos apoyados en las rodillas.

-Quería volver a mi casa -apoyé la cabeza en la almohada agotada de aquella conversación.

-Voy a decirte algo -una oleada de viento pasó por mi lado dejando a Derek a escasos centímetros de mi oído- No te vas a librar de mí tan fácilmente -me susurró mientras que notaba una sonrisa pegada en mi oído. La puerta de la habitación se abrió dando paso a la doctora Annie. Para entonces, Derek, con su velocidad vampírica, ya había vuelto a sentarse en la butaca actuando como si no hubiera pasado nada.

-Bien, señorita Karen, ya tengo los resultados de sus pruebas -se acercó a mí con una carpeta entre sus manos- Por suerte, no tiene nada grave. Como puede comprobar, la pierna la tiene rota, pero en dos semanas la tendrá perfectamente -me sonrió dándole palmaditas a la escayola que rodeaba mi pierna izquierda- Respecto a las heridas generalizadas tanto en la cara como en el cuerpo, comenzarán a cicatrizar en cuatro días más o menos -después de examinar una vez más la hoja, dejó la carpeta en la mesa y se aproximó a mí- Puede volver a casa -y comenzó a quitarme las intravenosas. Se supone que cualquier persona encerrada en un hospital, se debe alegrar cuando le dan el alta, pero en mi caso, no era así.

-Doctora -la arrimé a mí- Por favor, no me deje irme, y menos con él -le supliqué sollozando mientras que señalaba a Derek con la mirada. Parecía que no se estaba dando cuenta.

-¿Por qué? ¿Que le pasa? -me cogió la mano preocupada.

-Él... me tiene secuestrada. Por favor, ayúdeme -Derek miró en nuestra dirección y me miró cabreado. Vino hacia nosotras y se colocó al lado de la doctora Annie.

-No le haga caso a mi hermana, doctora -sus ojos se tornaron rojos, iluminándose, mirando fijamente a los de la doctora- Es muy... bromista -gruñó por lo bajo. A la doctora se le iluminaron los ojos por una fracción de segundo.

ESCLAVA DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora