UN DOLOR AGUDO

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Seguí arrastrándome hasta que dejé de notar la madera del armario bajo mis manos por tierra. Me levanté y disfruté de lo que tenía frente a mis ojos.

Un paisaje completamente frente a mis ojos. Montañas a lo lejos rodeaba aquel hermoso pueblo que distaba a pocos metros de mí.

Sin dudar, emprendí la marcha mientras no paraba de contemplar aquel sitio que parecía sacado de un cuento. La gente me miró extrañada a la vez que pasaba por las calles tan transitadas de aquella zona.

Pero, saliendo de lo maravillada que me encontraba, me acordé a lo que había venido: Dorothie. Debía encontrarla y ni siquiera sabía por donde empezar a buscarla.

-Perdone -paré a una mujer que iba con bolsas de la compra- ¿Sabe dónde vive Dorothie? -sus ojos se abrieron de par en par al oírme decir ese nombre.

-No eres más que una mundana -me arrastró a los segundos a un callejón menos transitado y me sujetó del cuello- ¿Cómo sabes de Dorothie? -me preguntó cabreada.

-Suél... -tosí- Suélteme, por favor -intentaba respirar- Me está haciendo daño -la mujer se lo pensó y me soltó. A pesar de ello, no iba a dejar que me fuera hasta que le respondiera a su pregunta- Ella me ha criado junto a mi madre -le expliqué cuando recuperé el aire- Ha sido como mi hermana mayor... Ella... Vino y me dijo que tenía que irse. Que se iba a California... Y mi madre me ha dicho que en realidad se escondía en un pueblo llamado... Maderok, si -recordé.

-¿Cómo sé si fiarme de ti? -entrecerró los ojos, evaluándome.

-Como usted ha dicho, sólo soy una mundana -le respondí inteligentemente sin saber mucho a que se quiso referir con eso. ¿No era ella acaso también humana?

-Está bien. Sígueme -y comenzó a andar delante mí a un paso bastante rápido para ser tan mayor. Al igual que la fuerza con la que me sujetó.

Llegamos a una casa que parecía ser más grande que las demás y que se encontraba más apartada.

-Aquí es -iba a llamar a la puerta cuando aquella pesada mujer me paró otra vez- Pero, ¿para qué la necesitas?

-Eso algo que debe saber ella, y no usted -me solté de su fuerte agarre- Muchas gracias por traerme -y llamé a la puerta. Cuando le giré, la mujer había desaparecido. ¿Qué coño...?

-¿Si? -preguntó una vocecita detrás mía. Me volví a girar hacia la puerta.

-Em, hola -saludé a esa joven niña- ¿Está Dorothie? -la niña, de unos doce años, me miró de arriba a abajo.

-¿Quién eres?

-Soy una muy conocida suya. ¿Puedo pasar? -iba a pasar al lado suyo, pero me empujó de nuevo afuera.

-Tu nombre -me dijo seria. Joder, qué mala leche tenía la fama de por allí.

-Karen -le respondí. Derek... ¿Por qué lo sentía tan cerca?- Por favor, necesito pasar -la niña seguía mirándome, sin responderme.

-Mimmy, ¿quién es? -oí preguntar a una conocida voz. De pronto, Dorothie apareció al lado de la niña- ¿Karen? -ahogó un gemido de sorpresa.

-¡Dorothie! -y me tiré a abrazarla.

-¿Qué haces aquí, pequeña? -pasó sus manos por mi rostro, sin creerse que estaba allí.

-Yo... he venido a pedirte ayuda.

-¿Ocurre algo Karen? -me preguntó preocupada. Yo tragué saliva ante aquella pregunta. ¿Qué debía responderle?- Vamos adentro y me lo cuentas -llegamos a un salón muy acogedor donde nos sentamos ambas en un mismo sofá- Dime. Cuéntamelo.

ESCLAVA DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora