ESCLAVA DE SANGRE

DESESPERACIÓN

-Amo, ¿me llamaba? -entré en su despacho colocándome en el centro de este.

-Si -se levantó y se puso detrás de mí. Me apartó el pelo y pasó su nariz por mi cuello. Yo suspiré de placer, y justo en ese momento, Derek me atrajo fuertemente de mis caderas mientras notaba como sus colmillos subían y bajaban por mi yugular, decidiendo donde encajarlos- ¿Qué tal con tu madre? -me preguntó mientras tanto.

-Muy bien -giré mi rostro al suyo, permitiéndome verle de reojo.

-¿Se le ha ido la pinza? -se le escapó una risilla.

-No. Esta vez se ha controlado -puse mis manos sobre las suyas, la cuáles yacían en mi cintura.

-¿Te ha dicho algo interesante? -yo me tensé ante esa pregunta. ¿Sabría lo que me había dicho mi madre?

-No, ¿por qué lo pregunta? -me giró rápidamente hacia él. Ahogé un gemido de asombro.

-Karen, algo te ha dicho -pegó su cadera a la mía- Dime la verdad -yo tragué saliva. ¿Cómo se había enterado?

-No sé a que se refiere, señor. Mi madre no me ha dicho...

-Karen, ya te conozco lo demasiado para saber que algo me estás ocultando -dió un golpe sobre la meesa, aún teniédome retenida junto a su cuerpo.

-Amo, de verdad... -el mismo impulso de Derek tomando el control de mi cuerpo volvió a tener lugar.

-No me hagas tener que volver a hacerte lo mismo -sus ojos estaban rojos. Se había enfadado.

-Me... Me dijo que... -Derek esperaba atento- Podía librarme de usted -los ojos de Derek brillaron de la furia.

-¿¡Cómo!? -me empujó lejos de él y comenzó a dar vueltas por su despacho- Esa zorra maldita... ¿Te ha dicho cómo hacerlo? -se paró a mirarme.

-N-no mi señor... Ya era la h-hora de irme... -le respondí acojonada. Él respiró profundo y por fin sus ojos volvieron a la normalidad.

-Escúchame, Karen -yo me fuí echando hacia atrás hasta que choqué con la puerta cerrada- Hagas lo que hagas, siempre serás mía. No pienso perderte por muchas mierdas que diga la loca de tu madre -y salió a velocidad vampírica de su despacho, dejándome en el suello, llorando, de desesperación.