Capitulo 4

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Y no pudo evitar mirarla. Se fijó instintivamente en sus senos. Juntos. Unidos por ese precioso sujetador. Relamió sus labios. Los estaba mirando y no podía dejar de hacerlo. ¿Y si ponía uno de ellos en su boca? Joder... la idea se le hacía muy apetecible. Ella se le hacía muy apetecible. Y esas piernas... ¡mier.da! Un semáforo de nuevo. Detuvo el auto y miró como pudo aquellas deliciosas piernas, pero sin hacer ningún comentario al respecto. Al mismo tiempo, Gabriela logró cruzarlas, subiendo aquella mini falda un poco más, dejando ver muy bien los muslos. Federico tragó saliva. Lo estaba exitando. Y lo siguiente que haría ella... lo terminaría tensando aún más. La vio acomodarse el cabello para atrás, sus senos se mecieron hacia adelante. Algo presiono los pantalones de Federico. Una erección. Sí, lo estaba poniendo y no dudaba en pensar que ella tal vez lo hacía a propósito. De pronto, Gabriela abrió un botón de su delicada blusa. Mierda ¿Qué hace? ¿Por qué lo hace? Lo estaba desesperando demasiado. Muchísimo... perdería el control en menos de lo que esperaba si ella seguía con ese estú.pido plan. ¿Jugaba con él? mejor que no supiera de lo que Federico era capaz de hacer... si se lo proponía... si ella se lo pedía... la podría estar abriendo de piernas ahora mismo.

Gabriela desabotonó el segundo botón. Algo molestaba los interiores de su sujetador, pero no podía alcanzar a ver que era. La luz del semáforo dio en verde de nuevo. Federico condujo rápido esta vez, ella pudo sentir la velocidad con la que corría. Se volteó a mirarlo, su pierna derecha apretaba con fuerza el acelerador. Y todo eso... no hacía más que excitarla aún más... había estado haciendo muchas cosas para llamar la atención de Federico. Quería inquietarlo y no tenía idea de por qué. Quizá solo se debía a que era lo suficientemente lindo y había llamado su atención. Pero... ¿no se atrevería a nada más? Volvió a abotonarse.

Tiró su cabello para atrás esta vez, dejando que Federico emanara todo el olor de su cuerpo en tan solo pequeños segundos. Y él se lo imaginó todo... mierda, sí, sí, sí ¡Sí! le tenía muchas ganas... aún más después de a ver olfateado el delicioso perfume de su cuerpo. No dudó ni un segundo en lo que sentía, no veía el momento de llegar a su casa, verla dormir en su cama... y... aunque no pudiera acostarse con ella, él mismo se haría el favor de satisfacerse. Gabriela
regresó el cabello. Una vez más, él tuvo la oportunidad de sentir su delicioso perfume... había sido todo.

- ¿Quieres parar de hacer eso? – detuvo el auto. Gabriela giró la cabeza.

- ¿El qué?

- Me estás provocando. – dijo con descaro.

- Pero qué...¿qué decis? – preguntó fingiendo estar indignada. Sabía perfectamente lo que había estado haciendo.

- Eso nena, me estás provocando. Y mucho... - le dijo. La miró a los ojos. Gabriela entreabrió los labios. Vaya, había logrado su cometido. ¿Te pensas que no me di cuenta?

Ella se mordió el labio, una auténtica manía que volvía loco hasta al más santo.

- Yo...yo no quería... - murmuró sin antes pensar en lo que diría.

- Ya... - Federico cerró los ojos, apretó el timón de su auto con fuerza. El edificio de su departamento estaba justo en frente de él. Sus músculos se tensaron. Las fantasías se volvieron más fuertes. La había deseado desde que la había visto en aquel banco. La deseaba muchísimo. Toda su mente y su cuerpo se lo estaban ordenando. La quería en la cama, desnuda, mojada, gimiendo. La quería envuelta en llamas mientras le daba con una fuerza brutal. Su erección crecía... y sus ganas mucho más. – no tienes que decir nada... - sus músculos se tensaron. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para soltar el timón y controlarse a sí mismo con ella a su costado. – es solo que... no lo sé... - mojó sus labios. – me encantas...

Gabriela
tragó saliva.

- Acabas de conocerme...

Vaya, ese detalle se había ido de sus manos. Para Gabriela, era la primera vez que se veían. Pero no para él.

Las manos de Federico tocaron las piernas de Gabriela. Subiendo desde su rodillas hasta el límite de sus muslos. Tocándola toda. Ella no hizo nada al respecto para detenerlo... al contrario, se dejó hacer por él

- ¿Y qué? ¿no puedo decir que me encantas por eso? – murmuró él, con una voz ronca que hizo que Gabriela se diera cuenta del estado en el que se encontraba.

Una vez más, volvió a tocarla... de arriba hacia abajo... sin temor a nada. Sin límites. Pero sus manos esta vez llegaron más haya. Tocando así primero las caderas y siguiendo por su contorneada cintura. Llegó al punto donde tuvo que detenerse. La miró. Estaba tocando sus senos. Subió más, llegando hasta su cuello... caliente... caliente por él, se lo acarició y le apartó el cabello colocándolo tras su espalda, para esta vez aplastar su nuca con sus manos y atraer su rostro hacia él. Sus bocas estaban a centímetros de distancia. Sus alientos ya podían tocarse.

- No... - murmuró ella. Envuelta en una nube de lujuria. – no Federico yo...

- ¿Tú? ... - la dejó hablar, observando la comisura de sus labios. Deseando tanto comerse esa boquita.

- Es que...

- ¿No queres?

- Acabamos de conocernos...

- Podemos conocernos mejor. – la besó en la boca.
Gabriela cerró los ojos al sentir su acogedor aliento abrazar el suyo. Los labios de Federico se movieron sobre los suyos, lento... lento...muy lento... un movimiento tan sensual que hasta la misma Gabriela se calentó aún más. Estaba jugando con sus ganas. El labio inferior de él quedó entre los dos labios de ella, mordiéndoselo... Federico le abrazó la cintura con fuerza. Su respiración agitada hizo que Gabriela se tensara. Era demasiado como para poder sobrellevarlo. Demasiado, como para poder prohibírselo a sí misma. – déjame esta noche... por favor... - le rogó él.


Gabriela asintió casi al mismo tiempo. No podía negarse. No quería. No deseaba negarse. Federico... era más que una simple tentación.



TENTATION | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora