Capitulo 7

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- ¿Adriana? –susurró Gabriela, contra su celular.

- ¿Dónde estás? – le preguntó su mejor amiga.

- No sé... - cerró los ojos. Nada. Absolutamente nada en el mundo haría que ella misma se perdonara por lo que había hecho anoche con ese hombre... que había conocido hace unas horas.


- ¿Cómo que...como qué no sabes? – le preguntó Adriana, se levantó de la cama.

- Es que...no sé... yo... no tenía donde dormir y...

- ¿Has dormido en un hotel?

- No. – volvió a cerrar los ojos con fuerza. – dormí con alguien más.

Adriana soltó un grito en el teléfono.

- ¡¿Qué, lo conozco?! – preguntó emocionada.

- Ni siquiera yo lo conozco.

- Nena... ¿Qué estás diciendo?

- ¡No sé! ¡no sé que estoy haciendo desde ayer! Simplemente acepté que me trajera a su casa... - explicó desesperada, pero aun manteniendo el volumen de su voz. Estaba encerrada en el baño personal de la habitación de Federico y no quería despertarlo, simplemente porque no tenía idea de cómo le hablaría o que se dirían. – me dijo que no había problema y yo...

- Aceptaste. Claro, como siempre creyendo que no intentaría nada. Era obvio querida, quería acostarse contigo.

- No me ayudas.

- ¿Y qué hago? Es la verdad. – se excusó la pelirroja. – pero y bueno... ¿Como fue
? ¿lo hizo bien?

- Estás loca. No tengo la menor idea de que decirle ahora..., me muero de la vergüenza.


- Ha tenido que estar muy bueno eh... para que te sacara de tus casillas...

- Cállate.

- No puedo creer que te hayas tirado a un t
ipo que no conocías. Sos mi idola.

- ¡Cálla...

La puerta del pequeño baño se abrió de repente. Gabriela apretó el celular entre sus manos, a la misma vez que juntaba sus labios con fuerza. Él apareció, entró, volvió a cerrar la puerta, y se sacó la ropa tranquilamente.

- ¡¿Es él?! – preguntó Adriana por el celular.

- ¿Te interrumpo? – le preguntó Federico, al notar que alguien más ocupaba su baño.
Gabriela negó con la cabeza.

- No, no... es tuyo. – sonrió tontamente. No sabía que carajo le pasaba. Federico asintió. Terminó de quitarse los pantalones. Una vez en boxers... la quedó mirando. Traía puesta una camiseta suya. Una de Los Beatles. Le quedaba ancha pero le cubría el principio de los muslos. Gabriela
se ruborizó y colgó la llamada. - ¿Qué...qué haces?

- ¿Yo?

- Sí... no dejas de mirarme...

- Perdón, me gustan tus piernas. – dijo totalmente fresco.


Ella respiró por dentro. Ese idiota sabía cómo hacerle sentir cosas intensas dentro de ella.

- Gra...gracias...

Federico volvió a asentir. Decía la verdad. Anoche no había dejado de mirarlas, de observar cada parte de ella...mientras dormía. Se rio por dentro... iba a hacer algo que la incomodaría muchísimo, pero no tenía por qué.

- Mierda... - se quejó Gabriela, casi inaudible. Federico había intentado bajarse el bóxer delante de ella.

- Necesito bañarme. No quiero que se moje.

- Estás loco... ¿Por qué no esperas a que me vaya?

- Me viste desnudo anoche.

Se ruborizó de nuevo.

- Pero...

- ¿Pero... - se acercó a pasos lentos hacia su cuerpo. Gabriela
fue disminuyendo la mirada. Se hacía más y más pequeña con él al frente.

- Es que...

- ¿Es que... - un pasó más. Estaba a punto de tocar su cuerpo con el suyo.


- Es diferente...

- Me ha gustado mucho. – susurró ahora, contra sus labios. Casi tocándoselos.
Gabriela sintió que moriría.

- A mí también... - susurró.


A punto de besarse de nuevo. Mierda
. ¿Qué pasaba? Federico rozó sus labios lentamente. Ni siquiera un beso y ya la tenía jadeando. Se tocaron de nuevo. Abrazándole la cintura...
De pronto un
a llamada en el celular de Gabriela.

Federico se apartó. El número de David Harrison estaba en el celular de Gabriela. Contestó de inmediato.

- ¿Señor Harrison? – dijo sorprendida por su llamada. Si su jefe la estaba llamando...era porque tal vez había una esperanza en recuperar su trabajo.

- ¿Se puede saber en dónde carajos está? – le preguntó fuertemente. Gabriela se quedó sin hablar por varios segundos. Federico fingía no escuchar nada, mientras abría el grifo de la ducha, aún sin meterse en ella.

- Usted me ha quitado el departamento.

- ¿Dónde está?

- En un hotel. – mintió. Federico se rio por dentro, sin darse a notar.

- Quiero que vengas ahora mismo al edificio ¿dale? La policía necesita testigos.


- ¿Testigos?

Federico tragó saliva.

- Yo...yo no vi nada, se lo juro...

- ¿No? ¿entonces porque has sido la única que ha abierto esa caja fuerte?

- No he visto nada señor, se lo juro. Si supiera algo de ellos... ya se lo hubiera dicho.

Federico apretó los puños. La conversación subía de nivel. Podía escuchar la voz de Gabriela entrecortarse. Se pondría a llorar.

- ¿Sabes? Puedo meterte a la asquerosa cárcel si a mí se me da la gana. – le amenazó. – si no venís en media hora, vas a saber que no estoy mintiendo. – y cortó la llamada, dejando el alma de Gabriela colgando en un hilo. Soltó un respiro y bajó el auricular de su rostro.
Federico se volteó a mirarla. Lo había escuchado todo. Cada palabra.

- ¿Ha pasado algo? – le preguntó, fingiendo no saber nada.

Gabriela volvió suspirar, tapándose el rostro...completamente frustrada. Estaba harta de David Harrison. Harta de su maldito abuso. Le había sacado todo, el departamento, el trabajo...todo. Pero encima de todo eso, quería llevarla a prisión.

- Cree que yo sé algo sobre el robo... - le dijo indignada. Sus ojos se llenaron de lágrimas. No podía con tanto. – me dijo que si no voy en media hora... va a meterme a la cárcel. – una lágrima salió de sus ojos. Federico endureció los pómulos. No sabía que parte de su interior le estaba ordenando esto... pero no quería verla llorar. Y si él lo hacía...si ese imbécil de David Harrison la hacía llorar, él lloraría el doble. Ya veríamos si seguiría molestando a Gabriela de tal manera, después de lo que pasaría esa misma noche.



TENTATION | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora