Capitulo 17

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  Ese es. Es el departamento de Federico. Se sabe su número, el 303. Ha ido ahí para sorprenderlo y ser ella quién lo visite esta vez. Tocó un par de veces la puerta del departamento, y en otro abrieron la puerta. Era un tipo de más de treinta, un par de tatuajes en los brazos y sin camisa, agarrando una bolsa de basura que había tirado a su espalda. Miró a Gabriela, comiéndosela con la mirada...

- ¿Qué haces por aca hermosa? – le dijo al cerrar la puerta de su departamento. Gabriela tragó saliva y trató de ignorarlo. - ¿te perdiste? – se rio solo, fijándose en la bonita falda que Gabriela traía debido al uniforme de su trabajo. – no queres... - se le acercó un poco, Gabriela apartó la mirada sin discreción. - ¿compañía?

- ¿Queres algo con ella, Nico? - Federico abrió la puerta de su departamento. – aléjate ¿dale?
Nicolas soltó una risa ahogada, sin dejar de mirar a Gabriela como el plato favorito. Le asintió a Federico y siguió su camino. De pronto se fijó en Gabriela. ¿Pero qué carajo hacía ahí? ¿Qué no sabía que terreno estaba pisando? No podía llegar así, de un momento a otro sin avisar. Mierda... pero que inocente era...y eso lo podía percibir totalmente al mirarle los ojos... era preciosa. Inocente. Pura. ¿Cómo? ¿Cómo es que había llegado a estar entre los brazos de ese hombre? Él fuego, ella agua... distintos...

- ¿Qué haces aca? – le preguntó él. Y parte de su enfado ahora, era por ella. Por la descabellada idea de aparecerse ahí sin antes avisarle.

- Quise venir a verte, salí antes así que...

- ¿Por qué no me avisaste?

- No pensé que te molestaría.

- Me molesta.- le dijo frío. Gabriela  sintió una oleada fina de inquietud en su interior. – no me gusta que aparezcas sin avisarme.
Ella puso los ojos en blanco.

- ¿Por qué? – le retó, levantando una ceja. Federico endureció los pómulos. Que dulce e insoportable podía ser cuando se lo proponía. – vos apareces en mi casa sin antes avisarme. pero yo no puedo...

- Porque no. Y no quiero que vuelvas a hacerlo. Te pudieron hacer de todo ahí afuera, este lugar es peligroso.

- No me importa... - se le acercó lentamente. Las distancias se acortaron. Ahora estaban juntos y Gabriela podía percibir su olor una vez más. Jugueteó con los bordes de su camiseta y levantó la mirada para así poder encontrarse con los bonitos ojos de Federico.

- Sí importa.

- ¿Te enojaste?

- No quiero que vuelvas a entrar a mi casa de esa forma.

Ella volvió a blanquear los ojos, esta vez rendida. ¿Pero qué le pasaba a Federico?

- Si es por el tema de tu calle, yo sé defenderme muy bien sola.

Federico se rio por dentro.

- Es por otra cosa.

- Tus amigos ¿verdad? Dale... no queres que te vean conmigo.

- ¿Te pusiste a pensar en lo que estas diciendo? Quedarían enloquecidos con vos si me ven junto a ti. No se lo creerían.

A Gabriela se le subieron los colores. Sintió la mirada de Federico por toda su anatomía al bajar la mirada.

- ¿Entonces...

- No me gusta que vengas, solo...solo eso.

- Dale, entonces vos tampoco te aparezcas por mi ventana nunca más.

- No entendes mis razones.

- ¿Enserio? – ella se rio sarcásticamente. – entonces no quiero saberlas. – cerró los ojos con fuerza y al abrirlos se encontró con los de Federico. Estúpido Federico. Lograba sacarla de quicio rapidísimo. – no me aparezco más por tu casa. Y perdóname, seguro has estado con otra tipa antes de que llegara. No quise interrumpirles. – Gabriela trató de irse, caminando en dirección a las escaleras.

- Che... - Federico la tomo del brazo. No quería que las cosas terminen mal una vez más. - ¿molesta otra vez?

- Soltame. – soltó su brazo de entre sus dedos. – ya tengo suficiente con todo lo que me dijiste.

Federico respiró hondo, sin saber qué hacer con ella ¿Pero qué se hacía en este tipo de situaciones? ¿se iba tras ella? ¿o la dejaba ir? Que poca experiencia tenía en estas cosas. La observó caminar hasta las escaleras y bajar de ellas rápidamente tratando de huir de su alcance. Al notar que se había ido, golpeó una de las paredes más cercanas que tenía a su alrededor. Y otra más. Y la siguiente. Gabriela haría que poco a poco perdiera la cabeza. La estaba perdiendo. La había perdido. Soltó aire por la nariz, refunfuñando por dentro. Detestaba que cada cosa que hiciera le afectara de una manera grandísima. Le molestaba que cada cosa que Gabriela demostrara, él la podía sentir el doble. Odiaba con todo su ser sentirse de esa forma. ¿Qué era esto? ¿Y por qué no sentía que se acababa? ¿Y por qué sentía que estaba creciendo cada más y más dentro de él? cerró los ojos con fuerza. Ahora que lo recordaba... la estaba dejando ir sola por las calles más peligrosas de New York, aquellas donde él vivía. Se adentró a su departamento para sacar las llaves de su Mustang y así poder alcanzarla.  



TENTATION | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora