Capitulo 22

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  - ¿Gaby? ¿me estás escuchando? – le preguntó Adriana. Pero Gabriela vivía en otra dimensión. En otro mundo. Encerrada entre sus propios pensamientos. Encerrada en él. En Federico. Que no podía salir de su cabeza.

- Sí...sí, perdona... - sonrió tontamente.

- Claro nena. – Adriana puso los ojos en blanco y tomó de su malteada. - ¿ Vas a hablarme de él?

- De...de...¿quién? - Gabriela apretó los hombros.

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Federico trazó otra línea. Razonó un poco. Si entraban por la puerta trasera de aquel banco, probablemente serían capturados por las cámaras de seguridad de ese espacio. Puso las manos tras su cabeza. Pensó más... ¿y si Martin o Sebastian se encargaban de esas cámaras una de estas noches? Las desaparecían y al siguiente día no tendrían problema en entrar. ¿Y los sensores de seguridad? ¡Mierda! no había tenido tiempo de ir a inspeccionar la zona. Tragó saliva. No tenía cabeza para nada. Alguien más ocupaba su mente. Sus pensamientos. Sus razones. Su tiempo. Su vida.

Martin seguía dando vueltas y vueltas en aquella habitación del departamento de Federico.

- ¿Sabes qué día es, verdad? - miró a Federico. Este intentó no prestarle atención para no tensarse más. – menos de un semana para el siguiente banco, y vos no tenes absolutamente nada hecho.

- Estuve ocupado.

- ¿Con quién? ¿con la puta de la cajera?

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- Háblame de él, dale, soy tu mejor amiga. – le pidió Adriana. Conocía a Gabriela muy bien como para ser engañada por ella misma.

- Te juro que no sé de qué hablas.

- Faltaste al trabajo nena y el pobre de Max me llamó asustado anoche al darse cuenta que no estabas en tu casa. – miró a Gabriela fijamente, sin dejar que ningún detalle de su mirada se le escapara. – te fugaz toda una noche... pero no queres decirme con quién...
Y no pudo más. Sus ganas por contarle la verdad eran infinitas. Moría por contarle cada detalle de lo que había pasado con él. Deseaba contarle quién era él...aunque ni siquiera ella misma lo sabía muy bien.

Se tapó el rostro, avergonzada...

- Se llama Federico

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- Vos no sos mi jefe.

- ¿Y ella si?

- Gabriela no tiene nada que ver, Nada. Y no es mi problema que eso no entre en tu pequeña cabeza. – se puso de pie y encendió otro cigarro. El quinto que fumaba aquella tarde.

- ¿Gabriela? Vaya... te aprendiste hasta su nombre. Pero qué bonito. ¿Y qué más? – se rio sarcástico. - ¿también le envías flores y esas cosas?

Federico dejó salir el humo de su garganta. Se enredó entre el olor del humo y aquel infinito odio que sentía por seguir siendo parte de esa mafia. Se pegó contra la ventana que daba hacia los pisos inferiores. Y fumó... sin decirle nada todavía.

- No seas tan idiota. – continuó Martin. Quería herirlo. Hacerlo entrar en razón de cualquier manera. - date cuenta de una puta vez en lo que te estás convirtiendo por un zorra, que te da lo que cualquier puta puede darte.

Federico dejó caer el cigarro al suelo y empujó a Martin con fuerza hacia el suelo.

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- Y no sé... es...es hermoso... - hizo la cabeza para atrás y pensó en las palabras exactas para describirlo. – es tan dulce... y tan tonto a veces... y todo paso tan rápido desde que nos conocemos.

- Para, ¿es lindo?

- Sí. - Gabriela sonrió.

- ¿Y decis que tiene un Mustang?

- ¡Sí! – volvió a decir ella, y esta vez riéndose.

- ¡¿Y decis que lo hicieron en el Mustang?! – gritó Adriana, haciendo que Gabriela se tapara la cara con las manos de nuevo. – lo siento... - dijo haciéndose chiquita en su asiento.

- Solo faltó que te escuche él mismo.

- Perdon... pero ¿y? – estrechó los hombros. - ¿Como lo hace...?

- No te voy a decir. - Gabriela blanqueó los ojos y se inclinó un poco para que sus labios chocaran con el borde de su caña. Tomó de su bebida.

- ¿Por qué no?

- Porque si te digo vas a ir a buscarlo.

- Sos tarada ¿cierto?

- Es un maestro. – admitió Gabriela. Sintiendo que los colores se le subían al rostro de pronto. – y... capaz... no sé siento que... - soltó aire y trató de relajarse. – creo que me gusta.

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- No la vuelvas a llamar de esa forma. – le dijo Federico, de forma tranquila.

Martin asintió desde el suelo. Sonriendo y tragándose toda la molestia. Aunque a veces no lo pareciera,  Federico era su mejor amigo, su compañero, el tipo con el que había vivido y moriría. Se puso de pie.
Repitiéndose una vez más, que aquel idiota que lo había derribado era su mejor amigo.

- Esto...¿esto es en serio? – se limpió la ropa y lo miró a los ojos. Federico trató de esquivarlo. - ¿de verdad te gusta?

- Que haya salido un par de veces con ella no significa nada. Voy a ponerme al día en esto y todo volverá a...

- No, no. Vos no pasas de tener sexo, pero no te aprendes los nombres. ¿Qué tiene esa mujer?
Federico le dio la espalda. ¿Qué tiene esa mujer? ¿Qué tenía Gabriela? Esa era la misma pregunta que él se hacía. Colocó sus manos en el borde de la ventana y pensó... pensó en ella... ¿Qué era lo que tenía ella? O mejor dicho... ¿Qué no tiene? Respiró hondo y trató de concentrarse.

- No sé... - susurró. – solo sé que me gusta. Y me gusta cada vez más.  


TENTATION | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora