Capitulo 47

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- Pasa. – le dijo Gonzalo. Federico accedió al pequeño y nada lujoso departamento de este, ubicado a dos calles del suyo. Pero no venía solo, y eso fue lo siguiente que pasó a llamar la atención de Gonzalo.

- Ella es Gabriela. – le presentó Federico. Esta estiró la mano y la estrechó con la de él tratando de ser amable. Sebastian, también presente en medio de esa reunión, se giró a mirar de igual manera.

- ¿Qué hace aca? – intervino Gonzalo. Pero muy dentro de él, no le molestaba en lo absoluto que Federico hubiese traído a su novia. Y no porque lo sea, sino porque estaba realmente buena. Lo cual le favorecía.

- Que mierda Federico... hoy murio Martin, y vos traes a la culpable de todo esto al lugar menos indicado. – dijo Sebastian en voz alta. Federico pudo notar que traía algunas copas demás solo al mirarlo a los ojos.

Gabriela tragó saliva. Sabía que su presencia traería muchos conflictos.

- ¿Estuviste tomando? – le preguntó Federico a Gonzalo.

- Sí, ¿te importa? – Sebastian alzó los brazos y se puso de pie. Dejó aquella lata de cerveza que traía en las manos sobre el asiento del antiguo sofá. Federico tensó los músculos, sabía que lo que se venía iba a ser peor de lo que había imaginado, y no sabría si podría controlarse. - Que yo al menos no tengo la culpa de que un amigo mío este muerto.

- ¡Cállate! – gritó Federico. A continuación, todo su cuerpo se había descontrolado de nuevo. Un inmenso impulso lo invadió por completo. Sus ojos enrojecieron. De rabia. De ira. De muchísimos sentimientos encontrados. Y quiso abalanzarse hasta Sebastian para poder desahogar todas sus tristezas en golpes que harían que se sintiera mejor. Pero alguien justo delante de él se lo impidió.

- ¡Federico! – intervino Gabriela, puesta en medio de ambos cuerpos. Gonzalo también logró intervenir, haciendo que Sebastian retrocediera los pasos. – basta, por favor... - le rogó ella. Sus manos le tocaron el pecho, que subía y bajaba por la adrenalina del momento. Intentó buscar sus ojos, aunque estos estuvieran aún inmersos de pura rabia. Sus pequeñas manos volvieron a tocarle el torso. Acariciándoselo. – mi amor... - le susurró. Federico relajó el tórax. Dejó escapar algo de aire y bajó la mirada para encontrarse con ella. - olvídalo, por favor. – le volvió a rogar Gabriela.

- ¿Por qué no venis? – le retó Sebastian. – demostrame que seguis siendo el mismo Federico de siempre. – sonrió victorioso y miró de pies a cabeza a Gabriela. – la cajera resultó estar más buena de lo que pensaba. – entonces miró a Federico. Llenándolo de rabia de nuevo. Ambas miradas se encontraron. Ambas totalmente intensas. – pero no vale más que tú mejor amigo.

- ¡Basta carajo! – se quejó Gonzalo, gritando. Empujó a Sebastian con las manos e hizo que este retrocediera contra su voluntad.

- Yo ni siquiera sé porque vine aca. – logró decir Federico, retomando la calma. Rodeó la cintura de Gabriela con uno de sus brazos e hizo que se pusiera a su costado. – solo quería decirles que a partir de hoy día no volverán a saber de mí.

- Andate... - farfulló Sebastian. Sin siquiera mirarlo.

- Y que ustedes deberían irse al igual que yo de aca. – Sebastian volteó la mirada hacia Federico, esta vez prestándole más atención. – la policía lo sabe todo, esos imbéciles no tardarán más de un día en dar con nosotros.

- ¡Mierda! – se quejó Gonzalo. Dio la vuelta e hizo un puño con las manos, golpeando lo primero que tocaran estos. - ¡la puta madre!

- ¿Te das cuenta de todo lo que hiciste? – la voz de Sebastian volvió a escucharse de repente, pero esta vez con mucha más fuerza. Y no iba dirigida ni a Gonzalo ni a Federico, sino a Gabriela. Esta lo miró a los ojos también. No iba a tenerle miedo a un tipo como él. – es por tu maldita culpa que Tentation se va a romper y nada volverá a ser como antes... - tomó la última gota de cerveza restante en aquella lata. Se limpió con las mangas y volvió en sí para seguir hablándole a Gabriela. – por tu maldita culpa nuestro mejor amigo está muerto... ¿lo sabías?... – se rio. Sarcástico pero a la vez entristecido. Y aumentó el volumen de sus risas al observar el semblante de Federico. Tenso y muy enojado - ¿Qué tanto abriste las piernas para hacer que Federico se haya vuelto tan imbécil? Vamos, de...

Su voz se vio interrumpida. Un golpe en la mandíbula lo envío hasta el suelo. Cayendo de frente hasta este. Y los golpes seguían. Federico se había vuelto incontrolable de un momento a otro.

Gabriela volvió a colocarse delante de él mientras este tomaba impulso. Lo tomo de los brazos y trató de hacer que reaccionara. Pero este no se detendría.

- ¡No! ¡no voy a permitir que te siga hablando así! – gritó Federico. Sus impulsos habían ganado esta vez. Como casi siempre. Frustrado se dio media vuelta y se aferró contra la puerta principal del departamento de Gonzalo. Golpeó un par de veces más. Necesitaba fumar. Su cuerpo entró en calor y lo único que necesitaba ahora era fumar un par de cigarros para que aquel mal rato se le pasara. Fumar. Fumar. Fumar. Lo necesitaba. Necesita el sabor del tabaco en sus labios y aspirar el humo entre su garganta. Solo así podría calmarse. Así... y con solo algo más...
Las manos de Gabriela tocaron el hombro derecho de Federico, haciendo que este se voltee ante su llamado. Quedando frente a frente. Ojos celestes vs ojos verdes. Sus miradas estaban llenas de sentimientos que a cualquiera no le gustaría vivir en un solo día. Pero no importaba. Daba igual. Porque podían haber millones de problemas, pero no había problema o situación que ellos dos no resolvieran. Ella se inclinó ligeramente, arropando las mejillas de Federico con sus manos, tomandolas fuerte y volteando su rostro contra el suyo. Esperó a que este abriera los ojos. A que dejara de gritar. A que su cuerpo calmara aquella bestia que podía ser a veces. A que tan solo la miraba una vez, y al hacerlo, le besó los labios suavemente. Como sabía que le gustaba. Pequeño. Tan sutil. Tan propio de ella. Y en ese momento se había olvidado de todo. De los malos y buenos momentos, solo con un beso, había logrado transportarse a una dimensión lejana, en la que ningún ser humano normal podría alcanzarlo.

Quizás, y solo quizás... Gonzalo y Sebastian pudieron entender porque Federico se había fijado en ella. Porque era más que solo un culo bonito y senos redondos. Era algo llamado amor.

Ambos se quedaron observando la escena. Y aunque parecía que el día acababa por fin, esa... sería una noche muy larga.  


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