12. ¿Tan obvia soy?

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Alex.

Sentí su delicada espalda, sus brazos frágiles los recorrí con las yemas de mis dedos un par de veces, despacio. Pegué aún más su cuerpo al mío tomándola de la cintura y forzándola hacia mi. No puso resistencia alguna. La otra mano la puse detrás de su cabeza, por arriba de la nuca. Dejé que su cabello se escurriera entre mis dedos y cerré firmemente el puño. Y sin darme cuenta, arrancó el último rastro de cordura que me quedaba por ahí.

Supe que sí, que jamás sería de nadie más, que estaría por siempre para ella y podría hacer conmigo lo que quisiera: torturarme, amarme, destrozarme y coserme de vuelta, desgarrarme y yo... jamás pondría resistencia alguna.

Sus frágiles brazos se deslizaron por mi cuello y por mi cabello, desordenandolo y jugando con algunos mechones rebeldes. Me sentía en el paraíso, desde aquí podía sentir su corazón latiendo efusivamente sobre su pecho, de seguro podía sentir el mio que estaba incluso peor.

Nuestros rebeldes pulmones exigían su complemento para poder seguir funcionando, poco a poco nos separamos chocando nuestras frentes y mezclando nuestras agitadas respiraciones.

-¿En qué piensas? –me pregunta separándose de mí admirando mis oscuros ojos.

-En todo. –le digo al cabo de unos segundos de contemplarla con sus labios enrojecidos por el beso, su cabello despeinado por mi repentino inoportuno acto de tenerla más cerca y sus mejillas encendidas por un rosado pálido.

-¿Y qué es todo? –Me incita a explicarme mejor.

-Tú. –Le digo sin más.

Sus mejillas ahora estaban de un rosa vivo. Sonreí y me choque los cinco mentalmente, me encantaba verla de aquella forma, tan expuesta, tan avergonzada, tan... ella.

Se colocó un mechón tímidamente detrás de su oreja mientras debatía entre hablarme o no.

-Suéltalo.

-¿Qué? –Me preguntó sorprendida y confusa.

-Sé que quieres preguntarme algo, tu cuerpo habla por si solo.

Se mordió el labio. –¿Tan obvia soy?

Hice una mueca. –Un poco.

-Tendré que trabajar con eso.

Sonreí. -¿Y bien?

Comenzó a jugar con sus manos en un claro acto de nerviosismo. -¿Por qué te gusto? Sé que lo haces porque no cualquier persona se queda junto a alguien que perdió su memoria e intenta repararla. Es solo que... mírame...

-Lo hago. Créeme que lo estoy haciendo.

Rodó los ojos. –No me refería a eso.

Sonreí mostrando mi blanca dentadura. –Lo sé... Me gustas porque no eres sólo atracción física, eres atracción mental y sentimental. En todas palabras entiendes mi cuerpo, revolucionas mis neuronas y aceleras mi corazón.

-Este lugar es hermoso. –Cambió rápidamente el tema.

-Lo es, no tanto como tu pero llama la atención.

-¿Estuve aquí cierto?

Asentí sin decir nada, no lo creía correcto.

-¿Por qué no puedo recordar? ¿Qué me pasa?

-No te apresures, todo a su tiempo, paso a paso. –Intenté calmarla pero eso empeoró más lo que se suponía que debía pasar desapercibido. -¡Hey! Tranquila, estoy contigo recuerda. No te voy a dejar sola en esto.

Me miró a los ojos. –Lo primero que quiero hacer es recordarte.


No me olvides (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora