18. ¿Quién es el imbécil?

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Estaba sentada a una esquina del instituto dentro de un restaurante un poco viejo. Las paredes de madera delataban que el pequeño lugar ya tenía por lo menos más de diez años. Tenía un cuaderno en mi regazo y un bolígrafo entre mis dedos. El clima afuera era más que perfecto acorde a como realmente me sentía. El viento danzaba sobre los árboles quienes seguían el baile, al principio temerosos y después se soltaban con una cierta delicadeza. Una obra de arte.

-Aquí esta su café señorita. -Agregó una mujer de tercera edad sonriendo, con un cabello plateado y unas hermosas gafas. Tenía una piel arrugada debido a su avanzada edad y una sonrisa tierna que mostraba su sabiduría e inocencia que tienen todos esos ancianitos amigables. 

-Muchas gracias. -Agregué devolviéndole la sonrisa. Era sencillo ser amable cuando te correspondían.

Observé el lugar detalladamente. Había poca gente; tal vez sería por la hora, tal vez por el clima, o incluso por el día de la semana. Era extraño ver ese clima, por lo general siempre había un clima seco, pero hoy, las nubes se habían puesto de acuerdo para llorar un poco sobre la ciudad. Ya pasaban más de las doce del mediodía. Me gustaba observar el cielo y preguntarme por él. ¿Tendría una buena vida? ¿Tendría buena salud? ¿Habría alcanzado la felicidad por completo? ¿Habría encontrado de nuevo el amor?

Tomé la taza y le di un sorbo. Adoraba el café con leche, una gota de vainilla, y una pizca de canela. El bolígrafo se movió sobre mis dedos y comenzó a garabatear algunas cuantas cosas sobre el papel del cuaderno. 

Terminé mi café y dejé sobre la mesa el dinero para pagarlo junto con la propina. Guardé el pequeño cuaderno en mi bolso. Salí del restaurante y me paré. El viento pasó por enfrente de mí y cerré los ojos. Era frío. El frío que me gustaba. ¡Cómo podía darle gracias a Dios por ese día y ese clima!  

Un relámpago seguido de su trueno se hizo presente. Abrí mis ojos. Pequeñas gotas comenzaron a caer y sonreí. Lluvia. Comencé a caminar por las calles mojadas. La lluvia comenzó a tomar un poco más de fuerza. 

Entré corriendo al instituto para llegar en cuanto antes al salón de clases. Aún no había llegado el profesor, menos mal. Me fui a mi mesa, la cual estaba al lado de la ventana, la más apartada. Apoyé mi cabeza en la mochila y cerré los ojos, buena siesta me iba a pegar. Empecé a cerrar los ojos y acabé durmiéndome, ignorado por el resto del mundo. Algo me apretaba con fuerza el hombro, me movía de un lado a otro con fuerza, haciéndome añicos este. Al alzar la vista, medio dormida me di cuenta de quién era, Abby. 

-Hola. -Contesté con la mirada cansada, y bostecé.

-Pensé que no ibas a llegar. -Me dijo.

-Yo también. Pero aquí estoy y ya sabes porque... ¿Dónde están mis magdalenas?

Soltó una risotada que retumbo por toda la sala ganándose algunas miradas de desaprobación del Señor trasero perfecto.

-¿Me he quedado dormida todo este tiempo? 

Asintió. -Tenemos que hacer un trabajo juntas y me tome la libertad de escogerte como pareja ya que estabas soltando la baba aquí en la mesa. -Soltó todo rápidamente. -Y por cierto, te ves jodidamente caliente.

Reí por lo bajo. -Ya sabes, quería impresionarte.

-Señorita Kelsey, ya que esta tan entretenida tanto durmiendo como conversando con su acompañante ¿Podría ser participe de nuestra clase hoy?

Hice una mueca. -N-.....

-Si tuviera un libro, ¿Como se llamaría? -Me interrumpió.

Mire toda la case hasta que mis ojos se posaron en los de él y en la zorra que tenia colgando de su brazo. -El imbécil que se enamoro, la estúpida que no se dio cuenta, y el tiempo que no tubo paciencia.

-¿Quién es la estúpida? -Me pregunto.

-Yo.

-¿Y quien es el imbécil?

-Lo estoy mirando ahora mismo. -Y mis ojos seguían conectados a los suyos.

No me olvides (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora